Es noticia
El viejo león no duerme, lucha
  1. Deportes
  2. Golf
GOLF

El viejo león no duerme, lucha

“No grites tanto, que Severiano duerme”, dice una veterana enfermera de la UCI del Hospital madrileño de La Paz a una auxiliar de clínica novata, que

Foto: El viejo león no duerme, lucha
El viejo león no duerme, lucha

“No grites tanto, que Severiano duerme”, dice una veterana enfermera de la UCI del Hospital madrileño de La Paz a una auxiliar de clínica novata, que alzó la voz para preguntar la ubicación de unas manoplas. En efecto,  Severiano Ballesteros, el león cántabro, sólo parece dormido, quizás emulando la elegía de Jorge Manrique, pero entre tubos y máquinas que marcan la hora,  este viejo luchador sigue blandiendo un palo ansioso por levantar el puño tras un birdie.

Nunca fue un cordero, pero tampoco su colmillo destiló veneno. “Fue como fue”, dice un veterano periodista, que una tarde se topó en un aeropuerto con Severiano y, procurando domeñar sus nervios, se atrevió a pedirle una entrevista. “Por supuesto, hombre”. Casi  se le cae el bolígrafo al compañero de la impresión, pero el maestro, que llevaba el lomo herido por una serie de reveses deportivos, abrió su corazón y escupió frases en carne viva: “Parece que tengo el diablo dentro”, sentenció.

El diablo nunca tuvo hueco en la agenda de Ballesteros, maestro de maestros, ganador de tres abiertos británicos (1974, 1979, 1988), dos Masters de Estados Unidos (1980 y 1983) y victorioso capitán del equipo europeo en la Ryder Cup de 1997, sobre los americanos. Aún recuerdo el brillo de los ojos castaños de Severiano en el podio de Valderrama, porque había ganado su equipo de toda la vida, el de Europa, le pese a quien le pese, aunque le revuelva el entripado a más de tres.

Decían, y puede que con algún gramo de razón, que Ballesteros pinchaba. Puede. Pero el león miraba a los ojos y soltaba el látigo al mediocre. También sabía ser amable y dulce como un tocino de cielo. Y gran compañero.  Que le pregunten, si no, a Olazabal, su amigo y compañero. En 1994, cuando ganó Olazábal el Masters de Augusta, el sábado por la noche -día previo a la última jornada- le dejó una nota de papel en la taquilla del vestuario, en la que le decía "Fuenterrabía, eres el mejor y vas a ganar". Así llama Ballesteros a Txema: Fuenterrabía.

 

La vida le ha inferido navajazos en los últimos tiempos, el más fuerte le sobrevino cuando disfrutaba de nuevo de puestas de sol en el atardecer y el amor volvía a darle pellizcos. Su novia, Fátima Galarza, de 29 años, murió en un accidente de tráfico.

Con los grumos del tumor horadándole la cabeza, el alma rota y el mundo del golf en España resultándole esquivo, Severiano ahuecó su vida con sus hijos, sus hermanos y unos cuantos amigos. Los mismos que siguen  noche y día el cansino ritmo de la respiración de este león cántabro, que este viernes salió airoso de su tercera intervención quirúrgica. Todos aprietan los puños y esperan resultados. Otro triunfo de fe. Como dice un viejo jubilado del club de golf de Pedreña: “Seve, no duerme, hijo, Seve lucha”, 

“No grites tanto, que Severiano duerme”, dice una veterana enfermera de la UCI del Hospital madrileño de La Paz a una auxiliar de clínica novata, que alzó la voz para preguntar la ubicación de unas manoplas. En efecto,  Severiano Ballesteros, el león cántabro, sólo parece dormido, quizás emulando la elegía de Jorge Manrique, pero entre tubos y máquinas que marcan la hora,  este viejo luchador sigue blandiendo un palo ansioso por levantar el puño tras un birdie.

Severiano Ballesteros Golf José María Olazábal