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Fernando Molinos, de organizar partidos en el instituto Goya a presidir el Real Zaragoza
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AFIRMÓ QUE CUANDO NO SE SIENTA “IMPORTANTE” SE IRÁ DEL CLUB

Fernando Molinos, de organizar partidos en el instituto Goya a presidir el Real Zaragoza

Dirigir al Real Zaragoza no es tarea fácil. Repasando la última temporada se podría afirmar que, incluso, se trata de un deporte de alto riesgo. El

Foto: Fernando Molinos, de organizar partidos en el instituto Goya a presidir el Real Zaragoza
Fernando Molinos, de organizar partidos en el instituto Goya a presidir el Real Zaragoza

Dirigir al Real Zaragoza no es tarea fácil. Repasando la última temporada se podría afirmar que, incluso, se trata de un deporte de alto riesgo. El club maño se ha acostumbrado a caminar sobre el alambre, coqueteando permanentemente con el descenso y viviendo de los milagros. El plano institucional no puede presumir de tener una vida más tranquila: el concurso de acreedores marcó la última campaña en la que los jugadores volvieron a ver como sus nóminas no llegaban regularmente a final de mes. Este caos era consecuencia de una causa que fue debilitando al Real Zaragoza hasta dejarle casi sin vida. La lamentable gestión de Agapito Iglesias dio forma a una pesadilla que se convirtió en esperpento ya que pasó de abandonar el sillón presidencial en el palco de La Romareda a poner en venta el club en un movimiento cargado de sospechas. De cara a la próxima temporada, vendrán aires nuevos. Ayer Fernando Molinos tomó posesión de su cargo de presidente ejecutivo (Iglesias seguirá siendo el dueño si nadie comete la locura de comprar el club) con un aviso: “Mi trabajo lo voy a hacer con total libertad y el día que no me considere importante, me iré”.

Fernando Molinos estaba llamado a ser un hombre de fútbol. Nació hace 62 años (los cumplirá en agosto) en Soria porque su padre Antonio era técnico del Numancia pero creció en Zaragoza de donde es toda su familia; es más su padre cambió el balón por la pluma y se convirtió en periodista deportivo. ‘Nando’, como le conocen sus amigos, compaginaba su carrera futbolística en el Real Zaragoza con sus estudios en el instituto Goya de la capital aragonesa donde mientras su hermano ‘Moncho’ organizaba rifas, él se encargaba de coordinar los partidos de fútbol en el recreo colocando a cada jugador en su mejor marca. En una época donde no existían los móviles y los videojuegos, el balón era el mejor amigo de Molinos y su cuadrilla, tanto que no dudaban en saltar las vallas del instituto para recuperar el esférico de las aguas del río Huerva.

El ahora presidente zaragocista destacó pronto como futbolista y fue fichado por el equipo aragonés. Tras jugar en el juvenil y en el filial, debutó en Primera ante el Celta de Vigo. Sufrió el descenso del Real Zaragoza pero también fue uno de los artífices del ascenso de 1972 y aunque José Ángel Zalba, presidente en aquel momento, luchó para que el jugador no saliese de la disciplina zaragocista, en 1974 fichó por el Espanyol. A partir de ese momento su vida quedó vinculada a Barcelona y al club ‘periquito’: después de colgar las botas en 1984 estuvo ligado a la Agrupación de Veteranos hasta que entró a formar parte de la línea ejecutiva del club siendo director general, deportivo y miembro del Consejo de Administración. Su licenciatura en Derecho y Ciencias Sociales también le valió para desempeñar la abogacía dentro de la entidad bancaria Ibercaja.

Un hombre del club que regresa a casa

Hasta ahora, Molinos ha estado viviendo en Sitges pero las circunstancias le han hecho regresar a casa. En Zaragoza reside su familia y sus amigos y es allí donde se enfrentará al mayor reto de su carrera. Así lo comentaba en su presentación este martes: “Sé que asumo una gran responsabilidad. Vengo con toda la ilusión del mundo y con ganas por hacer un Zaragoza mejor. Aunque vamos justos de tiempo, pronto habrá acontecimientos para configurar la plantilla”. Además confesó que no era la primera vez que la oferta aparecía sobre su mesa: “Agapito me ha ofrecido este cargo en muchas ocasiones aunque nunca llegué a decidirme. Dejo muchas cosas en Barcelona pero vengo a Zaragoza donde también tengo muchos recuerdos”. Curiosamente, Molinos sólo ha querido comprometerse por un año: “Iglesias me ofreció más pero considero que en un año se sabrá si mi trabajo es bueno, comprometerme por más tiempo es una tontería si no voy a estar a gusto”. Tiene doce largos meses para intentar arreglar el club. Peor que su antecesor es imposible hacerlo.

Dirigir al Real Zaragoza no es tarea fácil. Repasando la última temporada se podría afirmar que, incluso, se trata de un deporte de alto riesgo. El club maño se ha acostumbrado a caminar sobre el alambre, coqueteando permanentemente con el descenso y viviendo de los milagros. El plano institucional no puede presumir de tener una vida más tranquila: el concurso de acreedores marcó la última campaña en la que los jugadores volvieron a ver como sus nóminas no llegaban regularmente a final de mes. Este caos era consecuencia de una causa que fue debilitando al Real Zaragoza hasta dejarle casi sin vida. La lamentable gestión de Agapito Iglesias dio forma a una pesadilla que se convirtió en esperpento ya que pasó de abandonar el sillón presidencial en el palco de La Romareda a poner en venta el club en un movimiento cargado de sospechas. De cara a la próxima temporada, vendrán aires nuevos. Ayer Fernando Molinos tomó posesión de su cargo de presidente ejecutivo (Iglesias seguirá siendo el dueño si nadie comete la locura de comprar el club) con un aviso: “Mi trabajo lo voy a hacer con total libertad y el día que no me considere importante, me iré”.

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