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El Barça ha vuelto
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ELIGIÓ EL MEJOR ESCENARIO POSIBLE

El Barça ha vuelto

Nunca se fue del todo. Su fútbol de presión, velocidad y toque siempre ha estado ahí, aunque el equipo de Pep Guardiola, quizá agobiado por un

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El Barça ha vuelto

Nunca se fue del todo. Su fútbol de presión, velocidad y toque siempre ha estado ahí, aunque el equipo de Pep Guardiola, quizá agobiado por un calendario de lo más exigente, lo haya exhibido a cuentagotas en el último mes. En cualquier caso, el 'sello Barça' volvió a lucir este miércoles, en el mejor escenario posible, la Liga de Campeones, y en su máxima expresión: un 5-2 demoledor al Olympique de Lyon, en una primera parte para grabar en DVD y enseñársela a los niños en las escuelas de fútbol, a los aspirantes a técnicos en los cursos de entrenadores y hasta a los colegiados en las concentraciones que realizan periódicamente para unificar criterios.

El Barcelona volvió a ser un rodillo en Europa, volvió a divertirse y hacer disfrutar, no sólo al público del Camp Nou sino a todo aquel que tuviera a bien sentarse anoche frente al televisor para ver lo que los azulgranas convirtieron en un espectáculo futbolístico de primer nivel.

Ya está entre los ocho mejores equipos de Europa. Pero lo importante no es el qué, sino el cómo. Agresivo a la hora de presionar al rival, listo para anticiparse y robar en campo contrario, rápido en la transición defensa-ataque, perfecto en el juego de posición, preciosista a la hora de combinar y tremendamente certero de cara a puerta, el Barça exhibió ante los lioneses un fútbol de manual.

Márquez y Piqué estuvieron perfectos a la hora de iniciar la construcción desde atrás, y volvieron a marcar los tres de arriba: Eto'o, quien por fin se quitó la ansiedad que le había provocado encadenar cinco partidos de sequía; Messi, siempre Messi; y Henry, el hombre de la eliminatoria, el jugador que fichó por el Barça porque quería ganar de una vez por todas la 'Champions', y que cuando sale a pasear por Europa con la elástica azulgrana se parece un poco más al Henry del Arsenal. El delantero francés hizo dos tantos -el segundo fue el 700 del Barcelona en competiciones europeas- y ya lleva 49 en la Liga de Campeones, sólo superado por los madridistas Raúl González (64) y Ruud van Nistelrooy (56).

Guardiola parece haber recuperado definitivamente a Henry que, a día de hoy, ya no es discutido por nadie, lo que le obliga a reservar la banda izquierda para el internacional galo y alinear a Iniesta en el centro del campo. Pero donde juegue el de Fuentealbilla es lo de menos, porque siempre brilla. Ante el Olympique fue el socio perfecto de Xavi. Con ambos llevando la manija del juego y Touré -o Sergio Busquets- guardándoles las espaldas, el Barcelona carbura como un Fórmula 1 y, cuando acelera, nadie puede seguirle.

Diez faltas y cuatro tarjetas

A Iniesta, como dice Guardiola, hay que darle de comer aparte. Dinámico, comprometido, solidario y con una capacidad innata para hacer que el fútbol parezca la cosa más fácil del mundo, el albaceteño dio su enésimo recital. Primero volvió loco a Juninho, que no paraba de perseguirlo por todo el campo, y luego a Makoun, quien no acabó expulsado porque el árbitro, el noruego Tom Hennin, se apiadó de él.

Diez faltas y cuatro tarjetas provocó el bueno de Andrés. Con él, el Barça juega a otro ritmo, a otra cosa. Con él, Xavi no necesita retrovisor en su monoplaza. Con él, a Guardiola se le multiplican las vías de solución cuando el equipo se atasca. Pero como no existe el equipo perfecto, ni si quiera el partido perfecto, hay que apuntar un par de borrones en el que ayer hicieron los jugadores azulgranas.

El primero y más importante es que el Barcelona encajó de nuevo -y van catorce- un gol a pelota parada (el 4-1 obra de Makoun). Conclusión: media temporada después, sigue sin haber aprendido a defender en zona. Y el segundo, el Barça volvió a pecar de una excesiva relajación con el marcador claramente a favor: el 4-2 de Junhinho generó algunas dudas durante el primer cuarto de hora de la segunda mitad, algo difícil de entender para un equipo que venía de bordar el fútbol en el primer acto.

Nunca se fue del todo. Su fútbol de presión, velocidad y toque siempre ha estado ahí, aunque el equipo de Pep Guardiola, quizá agobiado por un calendario de lo más exigente, lo haya exhibido a cuentagotas en el último mes. En cualquier caso, el 'sello Barça' volvió a lucir este miércoles, en el mejor escenario posible, la Liga de Campeones, y en su máxima expresión: un 5-2 demoledor al Olympique de Lyon, en una primera parte para grabar en DVD y enseñársela a los niños en las escuelas de fútbol, a los aspirantes a técnicos en los cursos de entrenadores y hasta a los colegiados en las concentraciones que realizan periódicamente para unificar criterios.

El Barcelona volvió a ser un rodillo en Europa, volvió a divertirse y hacer disfrutar, no sólo al público del Camp Nou sino a todo aquel que tuviera a bien sentarse anoche frente al televisor para ver lo que los azulgranas convirtieron en un espectáculo futbolístico de primer nivel.

Ya está entre los ocho mejores equipos de Europa. Pero lo importante no es el qué, sino el cómo. Agresivo a la hora de presionar al rival, listo para anticiparse y robar en campo contrario, rápido en la transición defensa-ataque, perfecto en el juego de posición, preciosista a la hora de combinar y tremendamente certero de cara a puerta, el Barça exhibió ante los lioneses un fútbol de manual.

Márquez y Piqué estuvieron perfectos a la hora de iniciar la construcción desde atrás, y volvieron a marcar los tres de arriba: Eto'o, quien por fin se quitó la ansiedad que le había provocado encadenar cinco partidos de sequía; Messi, siempre Messi; y Henry, el hombre de la eliminatoria, el jugador que fichó por el Barça porque quería ganar de una vez por todas la 'Champions', y que cuando sale a pasear por Europa con la elástica azulgrana se parece un poco más al Henry del Arsenal. El delantero francés hizo dos tantos -el segundo fue el 700 del Barcelona en competiciones europeas- y ya lleva 49 en la Liga de Campeones, sólo superado por los madridistas Raúl González (64) y Ruud van Nistelrooy (56).

Guardiola parece haber recuperado definitivamente a Henry que, a día de hoy, ya no es discutido por nadie, lo que le obliga a reservar la banda izquierda para el internacional galo y alinear a Iniesta en el centro del campo. Pero donde juegue el de Fuentealbilla es lo de menos, porque siempre brilla. Ante el Olympique fue el socio perfecto de Xavi. Con ambos llevando la manija del juego y Touré -o Sergio Busquets- guardándoles las espaldas, el Barcelona carbura como un Fórmula 1 y, cuando acelera, nadie puede seguirle.

Pep Guardiola