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Contador lucha contra su pasado, el Astana, que no defendió a Fabio Aru, su líder
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tres corredores del equipo kazajo lo persiguen

Contador lucha contra su pasado, el Astana, que no defendió a Fabio Aru, su líder

La realidad de este Giro es que Contador es superior a sus rivales. Pero no le está acompañando mucho su equipo, el Tinkoff-Saxo. Aru tenía siempre el apoyo de Astana... hasta que atacaron sin él

Foto: Fabio Aru, aun así, sigue siendo la gran amenaza de Contador (EFE).
Fabio Aru, aun así, sigue siendo la gran amenaza de Contador (EFE).

Parecía que iba a tratarse de una etapa más, sin demasiadas emociones, aunque sí se asumía que el final iba a ser insidioso. Pero no parecía el sitio en el que Alberto Contador iba a mostrar por primera vez en este Giro que es muy superior a cualquiera de sus rivales. Como el chulito de la clase que saca bola con el bíceps cada vez que ve a la principal candidata a reina del baile para que lo elija a él como pareja y no al resto de compañeros del instituto. Vicenza se preparaba para recibir la 12ª etapa con poca montaña, pero lo suficientemente traicionera como para romper las piernas del pelotón. No había ni un puerto de segunda, pero de repente se encontraron hasta 18% de desnivel, donde sólo Contador y Gilbert parecían felices.

Quedaban pocos metros para el final, menos de un kilómetro para que los carteles de Balocco se encontrasen ya justo por encima de las ruedas de los corredores. Algunos tuvieron la opción, normal por lo general y excluyente en este día, de alimentarse correctamente antes de afrontar la última subida. Esos azúcares que los coches de equipo les entregan a sus ciclistas son mucho más necesarios de lo que podría parecer al ver esas bolsitas de gel que absorben y tiran. Tanto es así, que de no tomarlo, llegar a la meta se convertía en un suplicio rodante. Fabio Aru no pudo alimentarse. Y de repente, cuando Contador le atacó, se quedó sin respuesta alguna.

Siempre que ha habido un corte en el pelotón y de él se han desprendido como veloces gotas de agua los mejores de la general, al menos un corredor de Astana se iba a acompañar a su jefe de filas. Lo habitual era que esa figura la representase Mikel Landa, uno de los participantes que se está encontrando más a gusto en el recorrido del Giro. Había dos vestidos de azul celeste, Landa y Aru, otro de negro, Richie Porte, y otro de amarillo (o más bien de rosa), Contador. No había dos de negro ni otro de amarillo para hacerles el camino más fácil a sus líderes. Es decir, el apoyo de Astana a Fabio Aru era irreprochable.

Es extraño que ese apoyo se difuminase justamente cuando más falta le hacía a Aru. Pero más confuso resulta aún que en el momento en que el líder del equipo está en medio de una pequeña pájara, sufriendo incluso para aguantar en la cola del grupo de favoritos, uno de los que debería estar cumpliendo su función de gregario decidió atacar levemente, cuando apenas tenía opciones de victoria, ya virtualmente conseguida por Gilbert. Paolo Tiralongo entró sexto en meta, con el mismo tiempo que Contador, y Mikel Landa lo hizo décimo, a tres segundos. Cinco después, Aru cruzó la línea.

Fue otro Astana, Dario Cataldo el que se quedó atrás, esperando a que su jefe recuperase el aliento y las fuerzas en las piernas, ausentes como el alimento. Entró junto a Fabio Aru en la meta y no le importó más, siempre desde la apariencia exterior, perder otros catorce segundos con el líder. Porque Cataldo no está en Astana para ganar, sino para ayudar. Y eso que se encuentra en una posición, la cuarta, que no tenía por qué ser la esperada a estas alturas de Giro, y no tiene por qué ser la definitiva en Milán.

Allí piensa llegar Contador siempre vestido de rosa, como ya hiciera dos veces, aunque sólo le reconociesen una. Y lo va a hacer otra vez rodeado de Astanas, como en 2008, cuando ganó su primer Giro. Pero en aquella ocasión, los ciclistas que vestían la bandera de Kazajistán eran sus gregarios, sus trabajadores. Ahora, son sus enemigos. No, no es la palabra correcta, porque en esto del ciclismo rara vez hay enemistad. Pero no le van a plantar una alfombra rosa de camino a la capital lombarda, sino que le van a incordiar cada vez que puedan y si tienen alguna opción, tratarán de desbancarlo del trono que ya tiene a la vista.

En realidad, el único que lo tiene al alcance sigue siendo Aru, mermado moral y físicamente por el golpe psicológico de Vicenza. 17 segundos no son nada cuando por delante aún hay montañas como Madonna di Campiglio o Cervinia por delante y casi 60 kilómetros de pelea contra el cronómetro. Pero la realidad es que Contador ha destrozado la general a mitad de la segunda semana. El tercero está casi a un minuto, pero es que el cuarto ya tiene que remar minuto y medio, y el quinto casi dos minutos. Quedan nueve etapas, pero la pelea ya está sólo entre dos… con permiso de Landa, claro.

Parecía que iba a tratarse de una etapa más, sin demasiadas emociones, aunque sí se asumía que el final iba a ser insidioso. Pero no parecía el sitio en el que Alberto Contador iba a mostrar por primera vez en este Giro que es muy superior a cualquiera de sus rivales. Como el chulito de la clase que saca bola con el bíceps cada vez que ve a la principal candidata a reina del baile para que lo elija a él como pareja y no al resto de compañeros del instituto. Vicenza se preparaba para recibir la 12ª etapa con poca montaña, pero lo suficientemente traicionera como para romper las piernas del pelotón. No había ni un puerto de segunda, pero de repente se encontraron hasta 18% de desnivel, donde sólo Contador y Gilbert parecían felices.

Alberto Contador
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