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La humildad y la unión del grupo, secretos de un Real Madrid que busca hacer historia
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EL MADRIDISMO VUELVE A CREER EN SU EQUIPO TRAS MUCHAS DECEPCIONES

La humildad y la unión del grupo, secretos de un Real Madrid que busca hacer historia

A diferencia de la sección de fútbol, el Real Madrid de baloncesto es una auténtica balsa de aceite. Pero no ahora que las cosas marchan a

Foto: La humildad y la unión del grupo, secretos de un Real Madrid que busca hacer historia
La humildad y la unión del grupo, secretos de un Real Madrid que busca hacer historia

A diferencia de la sección de fútbol, el Real Madrid de baloncesto es una auténtica balsa de aceite. Pero no ahora que las cosas marchan a las mil maravillas. Incluso cuando el equipo fue eliminado en los cuartos de final de la Copa del Rey ante el propio Barcelona Regal, las cosas siguieron su curso, sin una voz más alta que otra, y con la certeza de que sólo la constancia en el trabajo era la auténtica fórmula del éxito. Tras la cita de Vitoria, el equipo (jugadores y cuerpo técnico) hizo autocrítica, asumió los errores y, sobre todo, aprendió de ellos para no volverlos a cometer. Prueba de ello, la victoria en la semifinal de este pasado viernes que le permiten hoy luchar por el título de la máxima competición continental.

Ahí reside uno de los secretos de este Real Madrid, la humildad. No hay más que ver la rueda de prensa tras la victoria ante el Barça para darse cuenta el perfil de entrenador que es Pablo Laso. Sin darse ninguna importancia, el vitoriano comparecía ante los medios de comunicación ensalzando al grupo, dejando bien claro que sólo por ahí son posibles las victorias. Y mira que le insistieron para que se pudiera colgar alguna medalla o para que individualizara la victoria en tipos como Felipe Reyes o Sergio Rodríguez. Pues no, él erre que erre. Lo colectivo por encima de lo individual.

El conjunto blanco es consciente de su enorme potencial, también de sus puntos débiles, pero como todos los grandes equipos sabe que sólo por mediación de la unión del grupo será posible conformar un proyecto estable, salpicado de títulos y que se produzca la simbiosis perfecta entre equipo y afición. Y así ha sido. No hay más que hablar con los hinchas merengues llegados hasta Londres para comprobar que eso ya se ha producido. “Con este equipo da gusto, con ellos al fin del mundo”, se escuchaba a más de uno a la salida del O2 Arena el pasado viernes.

Y esa piña tan necesaria en cualquier actividad grupal es el otro gran secreto de este equipo (amén de las enormes condiciones deportivas de la plantilla). No es raro que los jugadores se junten para celebrar los cumpleaños, para organizar barbacoas… En fin, para pasar un buen rato de distracción y ocio al margen del baloncesto. Y eso se nota en los entrenamientos y en las zonas mixtas de una cita tan importante como ésta de Londres. A pesar de la enorme concentración, siempre hay momentos para las bromas y los vaciles.

Sólo desde esta perspectiva, insisto, y gracias también al gran trabajo físico, técnico y táctico, se entiende por qué el Real Madrid ha vuelto 18 después a una final de la Euroliga. Levantar el trofeo ya será cuestión de pequeños detalles durante los 40 minutos que les enfrente a Olympiacos, pero el equipo con más Copas de Europa de la historia ha vuelto, y parece que para quedarse. Ya sólo les falta poner la guinda al pastel.

A diferencia de la sección de fútbol, el Real Madrid de baloncesto es una auténtica balsa de aceite. Pero no ahora que las cosas marchan a las mil maravillas. Incluso cuando el equipo fue eliminado en los cuartos de final de la Copa del Rey ante el propio Barcelona Regal, las cosas siguieron su curso, sin una voz más alta que otra, y con la certeza de que sólo la constancia en el trabajo era la auténtica fórmula del éxito. Tras la cita de Vitoria, el equipo (jugadores y cuerpo técnico) hizo autocrítica, asumió los errores y, sobre todo, aprendió de ellos para no volverlos a cometer. Prueba de ello, la victoria en la semifinal de este pasado viernes que le permiten hoy luchar por el título de la máxima competición continental.