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El arte de patrocinar o por qué Botín no va a La Moncloa pero sí a la Fórmula 1
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EN MCLAREN RETORNÓ UNA PROPORCIÓN DE 5 A 1 EN CUANTO INVERSIÓN PUBLICITARIA

El arte de patrocinar o por qué Botín no va a La Moncloa pero sí a la Fórmula 1

El ejercicio del poder se dosifica con el silencio y el distanciamiento. Figuras del calibre de Emilio Botín se dejan ver y escuchar con estudiado control.

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El arte de patrocinar o por qué Botín no va a La Moncloa pero sí a la Fórmula 1

El ejercicio del poder se dosifica con el silencio y el distanciamiento. Figuras del calibre de Emilio Botín se dejan ver y escuchar con estudiado control. Puede que el presidente del Santander considerara prescindible una visita a la Moncloa junto a otros banqueros, hace meses. Pero su presencia física en la Fórmula 1 ha sido frecuente. Muy pocos personajes de su calibre  se han prestado, por ejemplo, a la ceremonia de la entrega de premios. Y es que Botín, audaz y visionario en su faceta de banquero, ha comprendido la verdadera dimensión de la Fórmula 1. Aquella que Bernie Ecclestone vislumbró hace décadas, que ha materializado con tanto éxito durante  años, y que guiará la evolución de la especialidad en estos tiempos de crisis.

Si hace una década se nos hubiera insinuado a quienes seguimos profesionalmente la Fórmula 1 de antiguo que un banco español unirá su nombre al de Ferrari (como ocurrirá en 2010), nos hubiéramos creído víctimas de sustancias psicotrópicas. Tal logro todavía no resulta valorado  convenientemente en su verdadero alcance ni por la afición, ni por las élites económicas de este país. Sin embargo, este es otro tema. De momento, el Santander ha cosechado un gran rendimiento con su inversión en la Fórmula 1. El patrocinio de McLaren en 2007 proporcionó un retorno en una proporción de 5 a 1. Una proyección equivalente en inserciones publicitarias y anuncios televisivos hubiera exigido 110 millones de euros, en datos del propio banco. Imaginen los resultados globales  en 2008 con Lewis Hamilton  como  campeón del mundo. El por qué Emilio Botín  invierte, pero también “honra” con su presencia la Fórmula 1, Bernie Ecclestone lo tuvo claro hace tiempo, y actuó en consecuencia.

Un motor de pasiones, no de cilindros

Una vez le escuché personalmente definir su “visión empresarial”: “Lo que mueve el mundo es el poder, el dinero, y el sexo”. Y con este norte ha transformado la Fórmula 1 en uno de los acontecimientos más globalizados y mediáticos del planeta. En los setenta, el propio Ecclestone  compartía un equipo con el presidente actual de la FIA, Max Mosley. Entonces, la disciplina reunía a una cofradía de fanáticos y entusiastas con el mínimo sentido comercial que pagara la diversión. Ecclestone decidió convertir a la pandilla de “grasientos mecánicos” en dandys exquisitos y solicitados.  Y para ello, nada mejor  que  trasladar a la Fórmula 1 su visión de la condición humana: ya saben: poder y dinero, porque el sexo siempre seguirá a los anteriores.

En un circuito seleccionas quién entra, porqué, y controlas su dinámica interior. Ecclestone actuó en consecuencia. Convirtió el ‘paddock’ en un club elitista. Lo escaso llega a ser exclusivo, y lo exclusivo es escaso. Lograr un pase permanente de periodista, por ejemplo, equivale casi a un título nobiliario. El británico llegaba incluso a delimitar personalmente, al centímetro, la distancia de autobuses y camiones aparcados dentro del circuito para cuidar el aspecto estético que ofrecían. Paralelamente, y desde el punto de vista deportivo, la Fórmula 1  trasladó la exclusividad también a la pista: cada equipo fabrica su propia y sofisticada  máquina de competición con una tecnología de vanguardia. Los pilotos son gladiadores de lujo (aunque, salvo dos o tres privilegiados, totalmente prescindibles) con una misión en la pista, y también fuera de ella.

En el “cogollo” del Universo

Al reclamo de este perfil llegaron a la Fórmula 1 ingentes cantidades invertidas por la industria tabaquera, sustituidas por las más grandes multinacionales del automóvil, que incluso entraron en el accionariado de la mayoría de los equipos. A su rebufo, decenas de empresas de alto calibre. Y por el ‘paddock’, pasean sus altos responsables a quienes, con habilidad,  se les  hace sentirse instalados en el “cogollo” del Universo.

Pero la Fórmula 1 también es un microcosmos apasionante, repleto de un talento fuera de serie, de brutal competividad y visión de futuro, con un ritmo de trabajo frenético para el común de los mortales. Sus integrantes van a una velocidad totalmente distinta al noventa y cinco por ciento de la Humanidad. Pero también disfrutan con la vanidad, el egocentrismo, la soberbia y demás pecados capitales que todos cometemos. Con estos mimbres, Ecclestone convirtió la Fórmula 1 en un producto seductor, cosmopolita,  asociado una concepción elitista y sofisticada de la vida. Solo faltaba el instrumento necesario para  que semejante espectáculo fuera exhibido ante millones de personas en todo el mundo. Ese instrumento es la televisión.

Durante años Ecclestone ha gestionado magistralmente este apartado, ofreciendo un producto también exclusivo audiovisualmente. Un pequeño botón de muestra: Fernando Alonso, solo habla para las cámaras de la cadena que posea los derechos para emitir sus carreras. ¿Creen que Antonio Lobato hubiera seguido pegado con su ‘alcachofa’ a Alonso  de haber continuado en Tele 5 en 2009? No habría podido entrevistarle ni una sola vez. Así marca las reglas del juego Bernie Ecclestone.

Las audiencias  televisivas globales crecieron de forma espectacular en las dos últimas décadas. Habrá quien alegue que la Fórmula 1 funciona en España por Fernando Alonso. Cierto. Pero no solamente. Durante años, el mundo de la moto ha contando con grandes figuras seguidas por la afición española. Pero ni en los mejores momentos del Mundial de Motociclismo se han alcanzado las audiencias regulares de la Fórmula 1. España, que progresivamente se ha ido afeitando el pelo de la dehesa social y económica, ha descubierto el ‘glamour’ de este deporte, aunque a veces ofrezca carreras soporíferas.

Contar con presencia deportiva y económica  española en la Fórmula 1, créanme, sí que es jugar en la Champions. Emilio Botín lo ha descubierto, lo puede pagar, y lo disfruta. Alejandro Agag, también. Y, por otro camino, sigue la misma dirección.

*Javier Rubio es periodista deportivo especializado en Fórmula 1 y motor.

El ejercicio del poder se dosifica con el silencio y el distanciamiento. Figuras del calibre de Emilio Botín se dejan ver y escuchar con estudiado control. Puede que el presidente del Santander considerara prescindible una visita a la Moncloa junto a otros banqueros, hace meses. Pero su presencia física en la Fórmula 1 ha sido frecuente. Muy pocos personajes de su calibre  se han prestado, por ejemplo, a la ceremonia de la entrega de premios. Y es que Botín, audaz y visionario en su faceta de banquero, ha comprendido la verdadera dimensión de la Fórmula 1. Aquella que Bernie Ecclestone vislumbró hace décadas, que ha materializado con tanto éxito durante  años, y que guiará la evolución de la especialidad en estos tiempos de crisis.

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