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Otra mala comedia de buenos sentimientos
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estreno de 'unos días para recordar'

Otra mala comedia de buenos sentimientos

El filme francés de Jean Becker cuenta las desventuras de un gruñón camino de la redención

Foto: Fotograma de la comedia hospitalaria gala
Fotograma de la comedia hospitalaria gala

Pocos personajes gustan más en las comedias de buenos sentimientos que el del gruñón domesticado, el viejo misántropo siempre de mal humor cuyo corazón acaba reblandecido por los efectos de la bondad ajena. Desde este molde se ha tallado a Pierre (Gérard Lanvin), el protagonista de Unos días para recordar, vago título español del filme francés de Jean Becker Bon rétablissement!.

Pierre sufre un extraño accidente justo en el arranque de la película. Le vemos caer al Sena por causas inexplicadas, y de allí es rescatado por un joven que ha observado el suceso. Una vez en el hospital, Pierre no recuerda nada de lo acontecido. La recuperación le obliga a permanecer casi inmovilizado en la cama durante un buen puñado de días. Y por tanto a convivir a su pesar con una serie de personas que entran y salen de su habitación sin que él lo haya solicitado.

La película apenas abandona la estancia de la clínica donde Pierre tiene que relacionarse con gente muy alejada de sus círculos habituales. Aquí descubre que su salvador, el muchacho que se tiró sin pensarlo al río para impedir que se ahogara, es un chapero. También acaba entablando cierta amistad con una adolescente que no para de molestarle para pedirle prestado el ordenador portátil.

El baile de personajes en torno al lecho del enfermo pretende ser un muestrario de tipos de la sociedad francesa con los que el protagonista no está acostumbrado a tratar. Tenemos al típico médico soberbio, siempre rodeado por su corte de practicantes, que dicta sus brillantes diagnósticos sin apenas escuchar a los pacientes. Al fisioterapeuta excéntrico de jerga excesivamente simpática. A la enfermera a primera vista dominante y controladora que le acaba explicando sus penas amorosas a Pierre. Al hermano menor del protagonista, que mantiene una relación complicada con su esposa. Al policía que investiga el caso, todo simpatía y amabilidad. Al joven prostituto que lleva a cabo este trabajo para pagarse los estudios. Y a la adolescente de banlieue que se presenta como a una chica tan basta como de buen corazón.

El director arma una de esas “comedias de la tolerancia” que tan de moda se han puesto en el cine francés reciente

El microcosmos de Unos días para recordar le permite al veterano Jean Becker armar una de esas “comedias de la tolerancia” que tan de moda se han puesto en el cine francés reciente. Hablamos de películas como Intocable (2011) de Olivier Nakache y Éric Toledano o Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (2014) de Philippe de Chauveron, en que un personaje masculino, de clase acomodada, blanco y con ocho apellidos franceses aprende a “tolerar” a otras personas que no forman parte de su hábitat social a través de una convivencia forzada.

En Intocable, Nakache y Toledano se cepillaban cualquier atisbo de conflicto de clases en Francia a partir de forzar la amistad entre un aristócrata blanco y su asistente negro. En la película de De Chauveron, un gaullista de toda la vida, como él mismo se define, acaba aceptando que sus hijas se casen con franceses de distinta religión o procedencia en otra película que niega cualquier desajuste socio-cultural en la estructura de la Republique. En Unos días para recordar, Pierre descubre que un chapero también puede ser buena persona y que las adolescentes que no conocen a la perfección la ortografía francesa disponen de otras virtudes...

A pesar de presumir de lo contrario, Unos días para recordar, como el resto de comedias que emiten estos discursos donde el concepto horizontal de igualdad se ve substituido por el vertical de tolerancia, refuerza los prejuicios de clase en lugar de combatirlos. Mientras los protagonistas blancos y ricos se pueden permitir ser unos malhumorados llenos de defectos (a los que se acaba domesticando un poco en pro del final feliz), los personajes secundarios de clase baja deben demostrar que, bajo el prejuicio que los estigmatiza, no se esconde más que un dechado de virtudes. Solo así son “aceptados”.

Aquí el chapero heroico se dedica a la prostitución para pagarse una carrera universitaria de ciencias exactas, mientras que la adolescente de suburbio (a la que el filme retrata desde la caricatura: obesa, pelo grasiento, siempre masticando cicle, perpetra un atentado contra la lengua francesa cada vez que abre la boca o escribe una nota...) afronta con valentía y responsabilidad las difíciles circunstancias por las que pasa. Pierre les paga, literalmente, por aprender de ellos la valiosa lección de que las apariencias engañan...

A pesar de presumir de los contrario, el filme refuerza los prejuicios de clase en lugar de combatirlos

No se puede acusar al director Jean Becker de oportunismo por apuntarse al carro del éxito de títulos como Intocable. Responsable de películas como Conversaciones con mi jardinero (2007), otro compendio de tópicos prejuiciosos y paternalistas a partir en este caso de la supuesta oposición mundo urbano-mundo rural, Becker hijo lleva años ejerciendo este tipo de comedia de buenos sentimientos tramposamente conciliadora, donde se ha limado cualquier aspereza, vocación de análisis social o incomodidad dialéctica.

Y pensar que este pergeñador de filmes tan excitantes como tomarse una camomila a las cinco de la tarde es hijo de uno de los grandes maestros del cine francés, Jacques Becker, artífice entre otras de La evasión (Le trou, 1960), el mejor filme de fugas carcelarias de la historia...

Pocos personajes gustan más en las comedias de buenos sentimientos que el del gruñón domesticado, el viejo misántropo siempre de mal humor cuyo corazón acaba reblandecido por los efectos de la bondad ajena. Desde este molde se ha tallado a Pierre (Gérard Lanvin), el protagonista de Unos días para recordar, vago título español del filme francés de Jean Becker Bon rétablissement!.

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