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Una mirada infantil a la violencia de género
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Una mirada infantil a la violencia de género

El director argentino analiza las claves de su filme, una denuncia sobre los malos tratos desde la óptica infantil en una road movie que flirtea con otros géneros como el thriller o el terror

Foto: Fotograma de 'Refugiado', de Diego Lerman
Fotograma de 'Refugiado', de Diego Lerman

El director argentino Diego Lerman llegaba hace unos años hacia su productora como cualquier día normal. En la puerta del edificio se agolpaban policías, medios de comunicación y curiosos. El suelo estaba cubierto de sangre. Unas horas antes un hombre disfrazado de anciano había disparado ocho veces a su exesposa, que acababa de dejar a las hijas de ambos en el colegio. En ese momento Lerman decidió que en esa problemática había una película, ver qué había detrás de tantos casos sobre mujeres asesinadas y maltratadas por sus parejas.

“Me pareció siniestro, pero después del shock me puse a investigar y a entrevistar a mujeres que habían pasado o estaban pasando por situaciones de violencia. Fueron testimonios muy crudosy muy duros”, cuenta Lerman a El Confidencial con motivo del estreno de Refugiado. El director siempre tuvo claro que la película sería ficción, aunque el tema parecía pedir a gritos un tratamiento documental, incluso mucha gente le animó a ello, pero Diego Lerman sentía que esas confesiones grabadas eran algo demasiado íntimo para hacerse público. Pero sabe que su historia va un poco más allá de una película normal, en sus propias palabras ha creado una “ficción que no es sólo ficción”, ya que habla de un problema real y de la sociedad argentina actual.

Su posición para contar esta historia no es desde el punto de vista de la mujer, principal víctima de estos abusos, sino desde el de su hijo. “Quería usar la mirada de un niño de 7 años. Son como esponjas que absorben todo y que cuestionan el mundo. Me parece una mirada muy interesante para esta película, que tiene un pie en el drama y otro en la niñez”, cuenta Lerman a este periódico.

Uno de los principales problemas a los que se enfrentó es hasta dónde mostrar y hasta dónde sugerir, no pasarse pero no ser demasiado cauto, un riesgo que le resultaba “muy atractivo”. Lerman se la juega al fuera de campo y opta por dejar que el espectador imagine las escenas más duras. “No me interesaba mostrar la violencia de forma explícita, porque no era un final en la película, sino que era un comienzo, me interesaba que generara una reflexión”, justifica el realizador, que también decide no poner rostro al marido maltratador.

Miedo irracional

En Hollywood estas temáticas siempre acaban banalizadas y envueltas en thrillers de acción o filmes cercanos al terror, por lo que Diego Lerman prefirió alejarse de cualquier influencia y no ver ninguna película sobre la violencia de género: “Hice todo lo contrario, descubrir qué película que quería hacer yo, hacer trabajo de campo y ver qué posición tomaba”.

No me interesaba mostrar la violencia mostrarla de forma explícita. Porque la violencia no era un final en la película, sino que era un comienzo

Una de las cosas que llamó la atención del realizador argentino es que casi todas las mujeres con las que habló coincidían en una cosa: el miedo. Un miedo irracional, una sensación de peligro constante hacia lo que pueda pasar. Un sentimiento que intentó recrear desde la puesta en escena, apostando por lo “sensorial”.

Refugiado ya ha llegado a las salas argentinas, donde la recepción ha trascendido lo cinematográfico. Lerman siempre quiso que su película concienciara sobre un problema real, por ello organizaron proyecciones en colegios, para jueces y para mujeres que hubieran pasado por una situación similar, creando una unión entre ficción y realidad que al realizador le pareció “muy interesante” para conocer de primera mano un conflicto que trasciende a su propio filme, con el que espera haber contribuido a terminar con ello.

El director argentino Diego Lerman llegaba hace unos años hacia su productora como cualquier día normal. En la puerta del edificio se agolpaban policías, medios de comunicación y curiosos. El suelo estaba cubierto de sangre. Unas horas antes un hombre disfrazado de anciano había disparado ocho veces a su exesposa, que acababa de dejar a las hijas de ambos en el colegio. En ese momento Lerman decidió que en esa problemática había una película, ver qué había detrás de tantos casos sobre mujeres asesinadas y maltratadas por sus parejas.

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