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"He visto a Steve Aoki poner una sesión pregrabada en el Festival de Benicàssim"
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ENTREVISTA A óscar mulero

"He visto a Steve Aoki poner una sesión pregrabada en el Festival de Benicàssim"

El DJ más respetado de España presenta 'Biolive', una fusión de música y visuales donde se aleja de la pista de baile en favor de la electrónica experimental

Foto: Óscar Mulero, DJ y productor
Óscar Mulero, DJ y productor

Óscar Mulero (Madrid, 1970) lleva casi un cuarto de siglo pinchando. Sus sesiones han sido una experiencia iniciática para un par de generaciones de cluberos españoles. Además, es nuestro artista electrónico más internacional, que se ha ganado el respeto en cabinas de Berlín, Japón y América Latina, entre otros lugares. Ahora presenta un proyecto "más artístico", titulado Biolive. A su lado cuenta con Fium (Cristina de Silva y Nacho de la Vega), una pareja de asturianos responsables del festival LEV, centrado en música electrónica y la experimentación visual. El estreno es este sábado (5 de octubre) en el teatro del centro de arte Laboral (Gijón). Noche en el museo con Óscar Mulero.

¿Qué aporta 'Biolive' a tu trayectoria?

Me apetecía algo menos visceral. No es un proyecto para bailar, está más enfocado a la escucha. Es una evolución natural. Llega un punto en el que te ves algo limitado: no es que quiera apartarme del baile, pero sí oxigenarme. La referencia sonora son los primeros trabajos de Autechre y Aphex Twin, los discos de los años noventa. Biolive no tiene nada que ver con el techno, que es la música por la que más se me conoce.

¿De dónde sale este proyecto?

Parte de la inspiración es la Asturias rural, pero sobre todo queríamos combinar música digital y paisaje biológico, la estética de las plantas y los minerales. Muchas de las imágenes salen de lugares donde me gusta ir a pasear y hacer fotos, por ejemplo Cabo Peñas. Resido en Asturias desde hace cuatro años y hay un nexo vital ahí. Todo ha sido muy fluido: ya había trabajado con Fium en el proyecto Light And Dark, con el que quedamos muy contentos.

Siempre que surgen este tipo de propuestas, tengo la impresión de que se busca revestir a la electrónica una legitimidad cultural que muchos le niegan (especialmente al techno). ¿Cómo lo ves tú?

Algo de eso hay, pero de puertas para afuera. Algunos disc-jockeys se asocian con artistas para que cierto público y los medios grandes les miren de otra forma. Pero, bueno, dentro de la comunidad no hay complejos, ni pensamos que lo que hacemos cada fin de semana no esté justificado. Es molesta la falta de legitimidad, pero no me quita el sueño ni le doy muchas vueltas.

¿Qué piensas de la explosión del EDM, que podemos definir como electrónica para estadios? Me refiero a artistas como Skrillex, Swedish House Mafia o David Guetta, que triunfan en grandes recintos deportivos y hoteles de Las Vegas.

A Skrillex lo he escuchado de pasada, a otros les he visto un rato en un festival, pero ninguno me ha enganchado. Son productos masivos, no tienen mucho que ver con lo que hacemos nosotros. Parece que su fin sea distinto: convocar a grandes masas. Están más enfocados a lanzar tartas desde el escenario y ese tipo de cosas. Intentan captar a un público muy joven, sin mucha información sobre la historia de la música electrónica. Su tratamiento está más cerca del rock de estadio que del techno o el drum`n`bass.

Dave Clarke, uno de las máximos iconos del techno, se enfadó cuando el festival de Monegros contrató en 2011 al hiper comercial David Guetta. Además, Clarke denuncia que algunos artistas de EDM llevan las sesiones pregrabadas. ¿Compartes la preocupación?

Conozco a Dave: estas cosas le enervan. Una de las primeras actuaciones que vi de Steve Aoki en el festival de Benicàssim, hace tres o cuatro años, es un ejemplo claro de este tipo de prácticas. Era evidente que traía la sesión enlatada. En el momento en que hay una transición entre temas y el DJ está saltando por encima del público se te quitan las dudas. En realidad, creo que la responsabilidad es del público. Parece que busquen más el show que las habilidades artísticas. Si prefieres que te lancen tartas a escuchar música con sentido tienes un problema gordo. Antes podía haber cierta excusa, pero ahora con Internet la información está disponible y cada uno obtiene lo que busca. Cuando yo empezaba a comprar discos tenías que ir a la tienda y memorizar los créditos. Si nosotros pudimos enterarnos, ellos también, que lo tienen más sencillo.

¿No tienen Monegros o Benicàssim parte de responsabilidad por contratar a este tipo de discjockeys?

Sí, los promotores también son responsables. Yo intento respetar el trabajo de todo el mundo, pero si los festivales tiran por ahí habrá que plantearse a cuáles te merece la pena ir. No soy como Dave Clarke, que le gusta despacharse a gusto, pero tiene motivos para decir estas cosas.

En España ha pasado una cosa curiosa: el techno ha pegado en pueblos y pequeñas capitales de provincia donde apenas llegaba el circuito de conciertos. Dicho crudamente, los jóvenes pasaron de escuchar Los Cuarenta Principales y la orquesta de las fiestas a meterse de cabeza en una de las músicas más sofisticadas del siglo XX. ¿Qué opinas de este proceso?¿Notas una recepción distinta cuando tocas en Aranda de Duero y en Madrid?

Cada lugar tiene una tradición musical. A veces, se da la paradoja de que en Madrid la gente tiene una actitud de hartazgo, como de "ya lo he visto todo", y son menos receptivos. Luego vas a un sitio recóndito y conectas. Ahora recuerdo un ejemplo, pero fue en Japón: hice una gira y la sesión fue mucho mejor en una ciudad pequeña llamada Yamagata que en Tokio. Lo pasamos en grande en un club para 250 personas. También he alucinado con el público en países donde no te lo esperas, como Honduras, donde solo he ido una vez. América latina es una escena fresca y excitante. En Brasil hay mucha tradición. Ya he ido seis veces.

¿Cómo ves la situación del techno en 2013?

Estoy muy animado: el techno se está viniendo arriba otra vez. En Inglaterra hay nombres potentes como Perc y Shifted. También veo una escena fuerte en Los Ángeles, con nombres como Developer, Silent Servant o Truncate (que además hace cosas chulas bajo el nombre Audio Injection). Vivimos una especie de resurrección: el minimal ha dado la vuelta completa desde el rollo pausado hasta un endurecimiento que ha vuelto a ser techno. En la música de baile todo es cíclico, lo que cambia es la tecnología. Ya lo vimos hace diez años con el electroclash, que era la vieja música disco tratada con nuevos equipos. Todo vuelve.

¿Podemos decir que en España hay una verdadera escena electrónica?

Los discjockeys con más proyección, gente de veintitantos años con mucho talento, tienen más público fuera que aquí. En España no hay medios especializados y los promotores no apuestan tanto por artistas emergentes. Estoy pensando en gente como Psyk de Madrid o Reeko de Oviedo.

¿Cuál es la última sesión de electrónica que te ha gustado?

Pues un DJ de Minnesota que se llama DVS 1. Me gusta su rollo dinámico y el feeling que crea con la gente. También disfruté de Ben Klock en el Berghain-Panorama de Berlín. El club es como su casa y pincha seis o siete horas seguidas sin problema. Otro momento especial fue la sesión de Jeff Mills en el Electrobeach de Benidorm. Siempre me he fijado mucho en Mills, es un ejemplo de dignidad, que da sus giros de sonido cuando quiere, al margen de las modas. Ahora hace una música espacial, conceptual, con poco sonido. Cierta gente lo critica, pero a mí me parece lo más auténtico que puede haber. Tiene un público fiel. Es mejor que los que han tirado por el rollo Ibiza. No comulgo con ese circo que tienen ahí montado, con las cabinas llenas de público.

Dices "rollo ibiza" como si fuera lo peor del mundo.

Las veces que he ido a Amnesia o a otros clubes por allí no me llevé buena impresión. Estaría bien aprovechar el reclamo de público que tiene la isla para montar locales más underground donde se ponga otro tipo de música. Hace un par de años fue Aphex Twin al Space y creo que salió con la sensación de que nadie había entendido nada. Quizá hubiera funcionado en un club más pequeño y cerrado. Tampoco tengo un gran conocimiento sobre Ibiza. Es algo que está fuera de mi circuito.

Además de la electrónica, tienes bastante cultura rock. Has pinchado muchas veces con camisetas de grupos oscuros tipo Bauhaus o Misfits. También te has dejado ver en conciertos de PJ Harvey. ¿Sigues escuchando estas cosas?

Pues claro: soy bastante coleccionista. Ahora mismo tengo señalado en el calendario la fecha del siete de octubre porque voy a ver a Wedding Present por primera vez. Me chiflan los coros que meten. Hay canciones suyas, como My Favourite Dress, que podría escuchar durante horas.

Óscar Mulero (Madrid, 1970) lleva casi un cuarto de siglo pinchando. Sus sesiones han sido una experiencia iniciática para un par de generaciones de cluberos españoles. Además, es nuestro artista electrónico más internacional, que se ha ganado el respeto en cabinas de Berlín, Japón y América Latina, entre otros lugares. Ahora presenta un proyecto "más artístico", titulado Biolive. A su lado cuenta con Fium (Cristina de Silva y Nacho de la Vega), una pareja de asturianos responsables del festival LEV, centrado en música electrónica y la experimentación visual. El estreno es este sábado (5 de octubre) en el teatro del centro de arte Laboral (Gijón). Noche en el museo con Óscar Mulero.

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