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"No podría ser más pesimista respecto al futuro del Sur de Europa"
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LA ESCRITORA DONNA LEON PUBLICA UNA NUEVA INTRIGA POLICIAL, 'EL HUEVO DE ORO'

"No podría ser más pesimista respecto al futuro del Sur de Europa"

No ha pedido nunca perdón por su célebre comisario Guido Brunetti y no va a empezar a hacerlo ahora. "Cuando lo creé quise escribir sobre una

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"No podría ser más pesimista respecto al futuro del Sur de Europa"

No ha pedido nunca perdón por su célebre comisario Guido Brunetti y no va a empezar a hacerlo ahora. "Cuando lo creé quise escribir sobre una persona con la que disfrutase de pasar todo el tiempo que invertí en escribir el libro", explica Donna Leon a El Confidencial cuando se le pregunta por su última novela, El huevo de oro –Seix Barral, 2013–. "No tenía ni idea de si serían seis meses o un año, pero me apetecía hacer que fuera un hombre inteligente y decente, que lee mucho y que tiene honor y sentido del humor y que es, en esencia, una persona feliz. Y aquí estoy, más de veinte años después, disfrutando aún de su compañía".

Leon también defiende que su extravagante Brunetti –extravagante por inusual en el género, no por otra cosa– sea una herramienta imperfecta en el tópico policíaco. "La novela negra tiene lugar con frecuencia en sociedades que son criminales y corruptas", explica, "pero al escritor también se le permite opinar sobre esa sociedad y resaltar sus debilidades y sus problemas".

Es precisamente lo que hace la gran dama de la intriga en El huevo de oro, la última de sus historias y la que ha sido reseñada ya como una de las más oscuras y crudas de cuantas ha parido la autora, que por cierto son ya unas cuantas. También es una de las que parte de uno de los supuestos más intrascendentes de su carrera: en El huevo de oro un hombre impedido muere en el mismo barrio de Brunetti y Paola, su mujer, sospecha que no ha sido un suicidio. Para satisfacer su curiosidad Brunetti emprende una investigación de campo por su cuenta que desemboca, claro, en un enigma sin aparente respuesta: la identidad de aquel hombre sordo y deficiente es falsa. Nadie sabe quién era en realidad.

Así, Leon regresa al tipo de historia en la que se siente más cómoda –la del misterio a pie de calle, no enmarañado en las altas esferas políticas y empresariales–, a su atmósfera veneciana y cotidiana, tan celebrada por sus seguidores, y a la narración que la encumbró hace ya dos décadas, en la que su particular paladín, el comisario Brunetti, debe enfrentarse no a mosntruos esporádicos, sino endémicos, y lidiar no tanto con pistolas, intentos de asesinato y persecuciones como sí con un mal, la corrupción, instalado firmemente en la sociedad.

¿Estamos hablando de Italia? Aunque nació en Nueva Jersey en 1948 Leon estudió y trabajó durante su juventud en Italia y vive desde 1981 en Venecia, en donde intenta, por cierto pasar desapercibida. Una de sus mayores prebendas como superventas internacional es no permitir a sus editores traducir sus libros al italiano, no sea que se convierta en la estrella que es en el resto del mundo y empiecen a reconocerla por la calle. Y los turistas, de quienes se queja con frecuencia, no conseguirán echarla de la ciudad de los canales. "El secreto reside sencillamente en evitarlos, y eso es algo muy fácil de hacer", explica.

Aun así, Italia es su gran tema, aunque la escritora no sabe –o no contesta a la pregunta– si el país transalpino es un tema o una musa. "Italia es el país sobre el que escribo", zanja. "Es el único que conozco lo suficientemente bien como para hacerlo".

Y quizá demasiado bien. Aunque la autora niegue con frecuencia que el universo corrupto y delictivo de sus novelas –en la mayor parte de ellas, la propia Venecia– sea una representación fiel de la Italia real, también es cierto que no pierde la ocasión de advertir a quien quiera oírla sobre el endemismo de la corrupción en Italia y la degradación de su sistema político, con Silvio Berlusconi, claro, el frente del desastre.

Es, dice, un hombre aburrido o "boring", in inglés, lo que implica que, además de aburrirse, aburre a los demás. "Creo que es aburrido porque las cosas que le interesan a él no me interesan a mí", aclara Leon tirando, como le gusta, de razonamientos concisos, claros y reducidos a su elemental, los que le han granjeado su fama de personaje difícil. "Escucharle me resulta dolorosamente aburrido".

"Veámoslo de esta manera", propone: "¿A qué mujer de setenta años le apetece escuchar a un hombre mayor que ella hablar constantemente de sexo, de poder y de lo brillante que es?".

Es así, haciendo como que tira por lo personal sin acabar de hacerlo de todo, como Leon evita la cuestión política o, al menos, como lo intenta. Hace tiempo que renunció a meterse en jardines políticos  a la hora de las entrevistas, en particular porque lo encuentra contraproducente: se intentan ver demasiados paralelismos, dice, entre su obra y la realidad.

Por esa razón le preguntamos en esta ocasión en general a nivel macro, para que vea que no intentamos acorralarla en lecturas impostadas de sus novelas policíacas, y por esa razón Donna Leon, una mujer con carácter pero justa al final, contesta con amabilidad.  ¿Eres optimista respecto al futuro del sur de Europa?, le preguntamos con la esperanza de que nos diga que sí, que con el tiempo todo se arreglará. Donna Leon, honesta aunque duela, y no porque duela, no lo duda ni un segundo. "No podría ser más pesimista", sentencia. Mientras sea así, seguirá combatiéndolo, y mientras lo combata, seguirá haciéndolo con Brunetti. El que no se consuela, claro, es porque no quiere.

No ha pedido nunca perdón por su célebre comisario Guido Brunetti y no va a empezar a hacerlo ahora. "Cuando lo creé quise escribir sobre una persona con la que disfrutase de pasar todo el tiempo que invertí en escribir el libro", explica Donna Leon a El Confidencial cuando se le pregunta por su última novela, El huevo de oro –Seix Barral, 2013–. "No tenía ni idea de si serían seis meses o un año, pero me apetecía hacer que fuera un hombre inteligente y decente, que lee mucho y que tiene honor y sentido del humor y que es, en esencia, una persona feliz. Y aquí estoy, más de veinte años después, disfrutando aún de su compañía".