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“Han aceptado mi derecho a decir lo que me salga del culo”
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RICARDO DARÍN ESTRENA PELÍCULA Y ANALIZA LAS CLAVES DE SU BRONCA CON CRISTINA KIRCHNER

“Han aceptado mi derecho a decir lo que me salga del culo”

A Ricardo Darín (Buenos Aires, 1957) le sentó bien el cambio de siglo. Entró en racha comercial y ya no paró. Todo lo que tocaba en

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“Han aceptado mi derecho a decir lo que me salga del culo”

A Ricardo Darín (Buenos Aires, 1957) le sentó bien el cambio de siglo. Entró en racha comercial y ya no paró. Todo lo que tocaba en el siglo XXI, se convertía en oro. De Nueva reinas (Fabián Bielinsky, 2000) a El hijo de la novia (Juan José Campanella, 2002) pasando por El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009). Siempre poniéndose en la piel de lo que denominamos hombres normales.

Su personaje tipo, el de un hipotético argentino medio, venía de lejos. Mucho antes de hacerse famoso en España, Darín había despuntado en la televisión y el teatro de su país. Basculando entre los productos humorísticos para todos los públicos (la serie Cuñados, emitida entre 1993 y 1996) y el teatro de altos vuelos: representó Art (Yasmina Reza) durante 12 años (aún hoy asegura “echarla de menos”) y en mayo regresa a las tablas con Escenas de un matrimonio, creada por Ingmar Bergman y dirigida por Norma Alejandro. Ricardo Darín: un tipo normal… y versátil.

El actor pasó hace unos días por Madrid para hablar de su último taquillazo, el thriller Tesis sobre un homicidio, donde comparte protagonismo con Alberto Ammann (Celda 211). La cinta de Hernán Goldfrid, que se estrena el próximo viernes en nuestros cines, apela al espíritu de La soga (Alfred Hitchcock, 1948) para contar la historia de un psicópata dispuesto a buscarle las cosquillas a la justicia.

Darín interpreta a un profesor de derecho envuelto en un homicidio. Un embrollo que palidece en comparación con el quilombo Cristina Kirchner- Ricardo Darín. Un terremoto de 8,5 en la escala Richter de la argentinidad. Hagamos memoria.  Primeros días de 2013. Darín habla en una entrevista sobre el origen de la fortuna personal de Cristina Kirchner. No lo ve claro. La presidenta argentina no tarda en responderle vía Twitter. Y se arma la de San Quintín. Choque de trenes en la Pampa.   

El escollo ‘Kirchner’

Tras unas semanas de guerra, llegó la paz, buen momento para retomar el tema y analizar el significado profundo de todo aquello. ¿Tragedia más tiempo igual a comedia? ¿O la cosa fue tan seria que no da ni para echarse una risas a posteriori? “Al principio me tomé el asunto con humor, pero luego se esfumó, algo infrecuente en mí. Aquello se había transformado en una bola de nieve. Me sentí tironeado por ambos lados. Nadie se había tomado la molestia de entender de dónde salía aquella frase”, explica el actor a El Confidencial.

En la polémica entrevista, Darín denunció la polarización de la política argentina y pidió a Kirchner que bajara la “adrenalina” y apostara por la “reconciliación”. También vaticinó que uno no podía ponerse en medio sin acabar cobrando. Y no se equivocó: Darín se llevó lo suyo. Profecía autocumplida.

“En la entrevista me negaba a aceptar una realidad diseñada donde existen dos bandos enfrentados y se pasa del choque ideológico a la agresión. Defendí mi derecho a no estar de acuerdo con ninguno de los dos bandos. A tener una tercera, cuarta o quinta posición. Tener un pensamiento libre que permita valorar los aciertos del gobierno y criticar sus desaciertos. Lo mismo con la oposición. La bola de nieve no hizo otra cosa que desenmascarar algo: que algunos no están dispuestos a aceptar a nadie fuera de ese juego. O eres mi amigo o eres mi enemigo. No se aceptan medias tintas. Es una falta de respeto hacia muchas posiciones ideológicas. Se me terminó el humor durante ese proceso, cuando me sentí zarandeado por ambos lados, de los que ni formo ni voy a formar parte”, aclara.

Hay moraleja  

El intérprete ha sacado al menos dos conclusiones del terremoto. La primera es de libro: cuando uno alcanza cierto estatus lleva un traje a prueba de bombas. “Pese a que fueron veinte días frenéticos en los que no lo pasé bien, debo admitir que, contra todo pronóstico, nadie la tomó conmigo de forma encarnizada. Se escribieron algunas estupideces y barbaridades sobre mí en internet, pero no pasó de ahí. Lo que me da a entender que puede que no les guste mi posición, pero han aceptado mi derecho a decir lo que se me cante el culo. Quien diga que en Argentina no hay libertad de expresión, no se ajusta a la verdad. Entiendo esa queja, la de los que se han sentido amedrentados alguna vez, pero no es mi caso”.

La segunda conclusión sacada por Darín es más audaz: lo verdaderamente malo de estos rifirrafes es que no pasan de ahí. Quizás el problema del choque con Cristina Kirchner no fuera que se montara el pollo del siglo, sino que no se montara suficiente pollo. En otras palabras: sin conflicto no hay avance social posible. Ahí queda eso.  

“Fui invitado a decir mis opiniones en diversos medios de comunicación y no pasó nada. Que no sé si en el fondo es lo triste, que nunca pase nada. Puede que la función de un evento así sea provocar que pase algo. No sé cómo se reordenarían entonces  las piezas sobre el tablero, pero el caso es que no ocurrió nada. Uno de los problemas de la sociedad es que asistimos a aberraciones todos los días que nos hacen discutir y pelear pero, finalmente, nunca pasa nada. Los mismos que cortan el bacalao seguirán cortando el bacalao y los mismos que protestamos seguiremos protestando. Es así y es triste”.

Conclusión: A Ricardo Darín le va la marcha. Ya en sus mejores cines.

A Ricardo Darín (Buenos Aires, 1957) le sentó bien el cambio de siglo. Entró en racha comercial y ya no paró. Todo lo que tocaba en el siglo XXI, se convertía en oro. De Nueva reinas (Fabián Bielinsky, 2000) a El hijo de la novia (Juan José Campanella, 2002) pasando por El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009). Siempre poniéndose en la piel de lo que denominamos hombres normales.