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Los cuadernos originales de Leonardo Da Vinci
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LA BNE EXPONE DOS CÓDICES MANUSCRITOS DEL GENIO

Los cuadernos originales de Leonardo Da Vinci

Leonardo Da Vinci no era feliz. Los expertos lo explican por algunas de las circunstancias de su vida: era hijo ilegítimo y eso le impidió acceder

Leonardo Da Vinci no era feliz. Los expertos lo explican por algunas de las circunstancias de su vida: era hijo ilegítimo y eso le impidió acceder a la universidad; no pudo aprender latín ni griego ni, por tanto, acceder a la producción científica más destacada de su tiempo y eso le frustraba; era homosexual, algo que en aquella época le ocasionó graves conflictos. Pero  es posible que su tristeza viniera de sí mismo. Leonardo era un genio. Pintor, arquitecto, científico, filósofo. Ingeniero acústico e investigador del sonido. Escritor, anatomista, poeta, músico. Urbanista, botánico, filósofo. Un hombre cuya capacidad de inventiva y curiosidad inagotable por cualquier aspecto de naturaleza, la ciencia y el arte sólo se podía comparar a su obsesivo perfeccionismo. Sufría el síndrome de la obra inacabada. Y así es muy difícil ser feliz.

Da Vinci era zurdo. Y escribía cuadernos llenos de pensamientos, caricaturas, bocetos de máquinas, mapas y fórmulas de izquierda a derecha, en dialecto florentino caligrafiado de forma especular, como una primitiva forma de cifrado en notas que, en principio, sólo eran para su uso personal. Dos de esos cuadernos originales, escritos durante su madurez, se exponen en la Biblioteca Nacional hasta finales de julio. 600 páginas de puño y letra del paradigma del hombre del renacimiento. Un tesoro que supone el 10% de los manuscritos originales que se conservan dado que (se calcula) en la actualidad entre el 40 y el 70% de su obra original se ha perdido.

Los dos cuadernos, conocidos como Códice Madrid I y II, forman parte del patrimonio de la Biblioteca y han sido restaurados laboriosamente, tras varias rencuadernaciones y chapuceros cosidos llevados a cabo lo largo de la historia, el último de ellos en España en los años 70. El primero es un tratado de mecánica y estática plagado de magníficos dibujos a tinta sobre papel de lino y cáñamo. El segundo presenta sus apuntes de arquitectura e ingeniería, estudios sobre la canalización del río Arno, el vuelo de los pájaros, el movimiento de las olas o la fundición del Caballo Sforza, la magnífica escultura que no pudo convertir en realidad. Sin embargo, los cuadernos no están concebidos como monográficos de temas concretos, sino que “responden  a un deseo de plasmar cuántas ocurrencias, en el sentido etimológico del término, acudían a su mente”, escribe Elisa Ruíz, comisaria de la exposición. Y ofrecen la oportunidad de “conocer el flujo de un pensamiento salvaje y genial en versión autógrafa”.

Los cuadernos muestran al auténtico Leonardo. Su alma, explica Ruíz, “está en sus manuscritos. La mitificación del personaje se ha centrado en su pintura pero, realmente, su mayor aportación es la escritura. En este sentido, la exposición de la BNE es una joya”. Cuando finalice, el 29 de julio, la Biblioteca Nacional convertirá los cuadernos en un libro interactivo a petición de los propios usuarios.  Los textos, en su día, “no produjeron el progreso y la modernización” que podrían haber generado. Entre otras cosas por su particular método de escritura y porque no era partidario de la imprenta, “con lo cual quedaron anquilosados, olvidados en las bibliotecas”.  

Ahora, las notas del genio revelan no sólo la modernidad de sus ideas sino la personalidad de un hombre cuya mente vivía en el futuro, capaz de tachar en varias ocasiones de sus papeles su definición de lo que hoy conocemos como ley de la gravedad. Incansable en su búsqueda de los secretos del universo:   “En la noche de San Andrés (30 de noviembre). Se me acaba la vela, se me acaba el papel, se me acaba la tinta y se me acaba el tiempo, pero acabo de descubrir -escribió-  la cuadratura del círculo”.

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Leonardo Da Vinci no era feliz. Los expertos lo explican por algunas de las circunstancias de su vida: era hijo ilegítimo y eso le impidió acceder a la universidad; no pudo aprender latín ni griego ni, por tanto, acceder a la producción científica más destacada de su tiempo y eso le frustraba; era homosexual, algo que en aquella época le ocasionó graves conflictos. Pero  es posible que su tristeza viniera de sí mismo. Leonardo era un genio. Pintor, arquitecto, científico, filósofo. Ingeniero acústico e investigador del sonido. Escritor, anatomista, poeta, músico. Urbanista, botánico, filósofo. Un hombre cuya capacidad de inventiva y curiosidad inagotable por cualquier aspecto de naturaleza, la ciencia y el arte sólo se podía comparar a su obsesivo perfeccionismo. Sufría el síndrome de la obra inacabada. Y así es muy difícil ser feliz.