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Novela negra para la izquierda actual
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Novela negra para la izquierda actual

La trilogía Millennium es ya mucho más un fenómeno social que un producto literario, por lo que la pretensión de acercarse a ella subrayando méritos o

La trilogía Millennium es ya mucho más un fenómeno social que un producto literario, por lo que la pretensión de acercarse a ella subrayando méritos o deméritos formales resulta vana. En buena medida, porque ya casi todos los lectores habituales tienen opinión formada sobre su valía. Y, en segundo lugar, porque, llegados a este punto de éxito, la mayoría de los juicios estéticos suelen adoptarse desde la pasión o desde el esnobismo. Este es el instante en que quienes se han sumado tarde al fenómeno hacen manifiesta su adoración por Larsson: cuando algo triunfa de este modo, casi nadie se atreve a manifestarse en contra, siendo las únicas voces discordantes las de aquellos que leyeron la primera novela cuando Larsson aún no era conocido y que ahora comienzan a distanciarse del autor, abrumados por su enorme presencia mediática.

En todo caso, y antes de entrar en el fondo del asunto, se hacen necesarias un par de advertencias sobre este tercer volumen. La reina en el….puede leerse como novela independiente pero no es recomendable. Estamos ante tres novelas que son en realidad una o, apurando, ante tres novelas que son en realidad dos: en la primera entrega Larsson nos habría presentado a los personajes y en la segunda y  la tercera  vendría a explicarnos sus orígenes. Por lo tanto, conviene respetar el orden que el autor dio a sus obras.

 

En segunda instancia, debe constatarse que el cierre de la trilogía no defraudará a quienes hayan disfrutado con las entregas anteriores (es mi caso) a pesar de que estemos ante el volumen literariamente menos conseguido. Porque La reina… tiene deméritos evidentes. Así, la intriga se sostiene forzadamente, en la medida en que poco de lo que nos van a descubrir aquí nos va a resultar desconocido; estira en demasía el espacio destinado al pasado de Lisbeth Salander; y una de las historias más interesantes, la llegada de Erika Berger al influyente diario Svenska Morgen-Posten y su posterior acoso por un stalker, no justifica en absoluto su inclusión en el marco general de la novela, siendo además su resolución notablemente pobre. Sin embargo, como ocurre en anteriores obras de Larsson, son imperfecciones que se encuentran después de haber leído la novela de un tirón. Y ese mantener pendiente al lector de lo que sucederá a continuación es un valor que probablemente se sitúe por encima de las objeciones formuladas.

Pero más allá de sus aspectos formales, bien podemos decir que la clave del éxito de Larsson (además del apoyo de la prensa escrita  y de los libreros) es el modo en que estos personajes, en alguna medida novedosa y en igual proporción herederos del pasado, han calado en los lectores. Así, la hacker Lisbeth Salander, una chica antisocial y vengativa, se ha convertido en el personaje estrella de la novela policiaca reciente, que ve en sus habilidades informáticas y en sus piercings la prueba inequívoca de ir a la par de los tiempos. Sin embargo, la novedad con que juegan las obras de Larsson abarca mucho más allá de meros adornos estéticos. Entre otros rasgos:

1. Los héroes de la trilogía, grandes y pequeños, protagonistas y secundarios,  son definidos como  jugadores solitarios que se rebelan contra el poder. Estamos ante gente que se mueva al margen del sistema, como Salander, o dentro de él pero tomando cierta distancia, como Blomkvist y sus periodistas perdedores de Millennium, se caracterizan por plantar cara a quienes hacen un uso abusivo de su posición de poder.

2. Los personajes de Larsson se definen por mantener relaciones afectivas poco o nada convencionales. No se trata sólo de que experimenten con diversas formas de placer, sino que tienen notables dificultades para establecer vínculos sentimentales con una sola pareja. Su forma de relacionarse con los demás es compleja y no pasa, desde luego, por formar familias tradicionales con muchos hijos.

3. Larsson cree, y lo resalta en sus novelas,  que los poderosos siempre abusan de sus prerrogativas: el poder es nocivo en sí mismo, ya que quienes están en lo más alto caen inevitablemente en los excesos. Le ocurre al propio Estado y a sus representantes, ya sean políticos, miembros de las fuerzas de seguridad o de los servicios de inteligencia, los villanos más notorios de la novela. Pero también encuentra esos rasgos negativos en el mundo de la empresa, donde quienes mandan sólo suelen valorar sus beneficios privados, por encima de normas legales, prácticas éticas y necesidades del propio negocio. Tampoco quienes ocupan un lugar de poder por su profesión, como puede ocurrir con los psiquiatras, salen mucho mejor parados. Y ni siquiera los padres son dibujados con caracteres positivos. Pero la metáfora principal del dominio del fuerte sobre el débil en las novelas de Larsson es la relación hombre-mujer. Por eso muchos de los varones que aquí aparecen suelen abusar de ellas, de uno u otro modo.

Resistencia al poder

En consecuencia, los héroes de la trilogía se constituyen en tales en la medida en que combaten a toda clase de poder, ya sea ejerciendo la resistencia pasiva, como el doctor Anders Jonasson, ya sea empleando medios contundentes para que quien transgrede las normas no se salga con la suya, como la ex policía Susanne Linder, o ya sea combatiendo los abusos dándolos a conocer, como hace la redacción de la revista Millennium. Esa sensación de resistencia que impregna las novelas de Larsson y que era propio de cierta novela negra, y más aún de la nórdica, es también uno de los factores que mejor han conectado con el público.

Pero Larsson añade un elemento más, que le es propio, y que le ha dado definitivamente el éxito, como es su mezcla de los nuevos y los viejos tiempos. En distintos sentidos. Así, utiliza tanto un personaje habitual de las narraciones del pasado (Mikael Blomkvist, el periodista íntegro que persigue a los poderosos corruptos), como uno revestido de total modernidad (Lisbeth Salander, hacker amante de los piercings y  sexualmente liberada). En segunda instancia, adapta a nuestra época las aspiraciones de justicia que aparecían en la novela policiaca: ya no se dan aquí esas tensiones entre pobres y ricos que latían en las viejas novelas concienciadas sino que nos muestra la moderna lucha contra la dominación (sexual, racial, etc) que tan firmemente se ha asentado en nuestro izquierda política.

Y, por último, y como aspecto esencial, está el diferente posicionamiento respecto de las normas de sus protagonistas. Mientras Blomkvist sigue entendiendo la justicia a la vieja usanza (los periodistas denuncian los excesos del poder, poniendo en marcha mecanismos institucionales encargados de investigar los hechos que finalizan con una resolución de la justicia castigando a los culpables), Salander sabe que eso ya no es posible. Mientas el primero utiliza métodos ilegales sólo ocasionalmente, la segunda echa mano de ellos siempre que puede; mientras el primero cree en la justicia como concepto, la segunda está segura de que sólo la puede encontrar tomándosela por su mano.  En definitiva, es la interrelación de justicia y venganza que propone Larsson la que ha acabado por hacer popular a sus novelas mucho más que cualquier otro elemento.

La reina en el palacio de las corrientes del aire. Ed. Destino. Stieg Larsson. 22,50€. Comprar libro 

La trilogía Millennium es ya mucho más un fenómeno social que un producto literario, por lo que la pretensión de acercarse a ella subrayando méritos o deméritos formales resulta vana. En buena medida, porque ya casi todos los lectores habituales tienen opinión formada sobre su valía. Y, en segundo lugar, porque, llegados a este punto de éxito, la mayoría de los juicios estéticos suelen adoptarse desde la pasión o desde el esnobismo. Este es el instante en que quienes se han sumado tarde al fenómeno hacen manifiesta su adoración por Larsson: cuando algo triunfa de este modo, casi nadie se atreve a manifestarse en contra, siendo las únicas voces discordantes las de aquellos que leyeron la primera novela cuando Larsson aún no era conocido y que ahora comienzan a distanciarse del autor, abrumados por su enorme presencia mediática.