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"En el contrato pone 10 horas, pero curras 30 o más": los peores trabajos son así
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"En el contrato pone 10 horas, pero curras 30 o más": los peores trabajos son así

Los trabajadores de las cadenas de 'fast food' ya no conciben su puesto como algo temporal y aguantan años con condiciones duras y salarios muy bajos

Foto: Un cocinero haciendo hamburguesas. (iStock)
Un cocinero haciendo hamburguesas. (iStock)

A la pregunta "¿estuviste bien en Telepizza mientras trabajaste allí?", Conchy, acabado en i griega, contesta al otro lado del teléfono con una carcajada prolongada. Fue empleada de esta cadena durante 11 años. Ahora tiene 32. "He hecho de todo allí, de repartidora a coger el teléfono o limpiar, lo que mandaran, vamos, lo que quisieran ellos". Lo normal, revela, es ganar 130 euros por 24 horas mensuales. Pero ella tenía un contrato de 80 horas y se embolsaba 500 euros cada día 28 de mes. "Pagando eran serios, nunca recibí nada en negro", subraya, aunque sus horarios cada día variaban y oscilaban entre ocho horas o cuatro.

El caso de esta mujer andaluza ya no es una rareza. No tanto por las condiciones -escaso salario, horas no remuneradas- sino porque ahora los trabajadores de estos locales ya no perciben su situación como algo temporal. Simplemente, no confían en encontrar otra cosa, no ya mejor, sino cualquier otra cosa. En continua expansión, las cadenas de comida rápida siempre ofrecen trabajo y sirven de refugio. Estos establecimientos han ido creciendo exponencialmente en los últimos años. En 2016 ese crecimiento fue del 6% y se tradujo en 3.135 millones de euros, según el Observatorio Sectorial DBK. El grueso del negocio lo copan las hamburgueserías, como más de 1.600 millones de facturación. Más del 70% de estos locales son franquiciados.

Cotizabas por lo que ponía en el contrato, unos 200 euros, y el resto te lo daban en un sobre. Era dinero en negro

"¡Un trabajo de mierda!", dice, y se ríe. Tiene los dientes muy blancos y se da un aire a un ídolo juvenil “latino”, pero con cazadora sintética. Óscar apoya una pierna en el taburete mientras otra le cuelga por delante del asiento. En la barra, un vaso de leche templada y un sobre de Cola-Cao aún sin abrir. Este joven dominicano de 23 años trabajó durante un año y medio en una franquicia 100 Montaditos del centro de Madrid y ahora lleva casi otros 12 meses en otra de la misma cadena en la periferia.

Así que conoce de primera mano las prácticas habituales en algunos de estos negocios. En este caso, en uno de los de microbocadillos y jarras de cerveza baratas. Sabe de lo que habla. Y comienza su denuncia. “En los contratos pone que haces 10 horas, pero curras 30 o más”, lanza, así, para empezar con las penalidades y abusos sufridos, un relato que durará algo más que la bebida que aún reposa en el mostrador pulido de un bar de barrio.

El truco del "trabajo en prueba"

“Cotizabas por lo que ponía en el contrato, unos 200 euros, y el resto te lo daban en un sobre. Era dinero en negro”, se lamenta, porque “está mal” y porque luego “para cobrar el paro y eso no te quedaba nada”. A pesar de recibir el refuerzo económico del sobre, la remuneración es levemente superior a los cuatro euros la hora “haciendo de todo, currando sin parar, incluida la cocina, cosa para la que en teoría no estaba capacitado”. Tampoco cobró las dos pagas extras a las que supuestamente tenía derecho. “Lo curioso es que la gente se agarra a estos trabajos aunque te traten así, como yo que estuve bastante tiempo, porque hay que pagar las cosas y sobrevivir. Esto ya no es una ocupación temporal de estudiantes para sus cosas”, afirma Óscar, que abandonó los estudios en secundaria y vive con su novia en un modesto piso de Villaverde Alto.

Óscar antes pasó por un Burger King. “Tampoco era nada del otro mundo, pero al menos ahí sí que haces las horas que pone en tu contrato y las cobras”, comenta. Los horarios son otro de los grandes problemas en la mayoría de las cadenas de comida rápida. “Te mandaban el turno por una foto de WhatsApp, aunque en general se intentaba mantener un orden”, asegura. En el establecimiento de la misma cadena, 100 Montaditos, en el que está contratado ahora sigue cobrando muy poco y trabajando “con mucho agobio, pero todo es limpio, no hay trampas”. "Depende del empresario que te toque, no de la marca", recalca el joven.

Juegan con las horas. Pueden darte más trabajo y por tanto más salario, pero las usan para dar premios o castigos

Anna, trabajadora de otra franquicia muy habitual en casi todas las ciudades españolas, Lizarrán, tampoco tiene ninguna queja: “Había lo que ponía en el contrato, ni más ni menos. No tengo nada de lo que protestar”, precisa.

Sin embargo, ese trato de explotación a los empleados no parece, en absoluto, una excepción que se circunscriba a la famosa franquicia de los montaditos. Miguel, otro muchacho que estuvo en un céntrico establecimiento madrileño de una cadena, asegura que “allí también pagan en sobres en negro” y, aún peor, hacen el truco del trabajo “en prueba” no remunerado. “Si vales luego te contratan a su manera, pero esos días ya no los cobras”. ¿Y si no te contratan? “¡Pues les has regalado unos días de trabajo!”. Óscar y Miguel también coinciden en señalar que reciben precisas instrucciones para ahorrar el máximo de producto posible. “En los nachos no se pone la bolsa entera, por ejemplo, como se debería. Se pone la mitad, pero luego se extiende bien para que no se note. Y así con todo”.

Cambios de turno

Este diario trató de ponerse en contacto para conocer su versión con una de las franquicias señaladas, pero replican que “el dueño no está”. El encargado tampoco, e invitan a insistir en otro momento. Las empresas madre nada tienen que ver con las prácticas concretas de cada establecimiento.

El sindicato CCOO, a través de Sara Durán, responsable de su sección de “restauración moderna”, que es como la patronal española ha llamado a la comida rápida, aclara que “en los restaurantes que son franquiciados al 100%, puro y duro, dependes del pirata o no pirata que te toque”. Es decir, que la responsabilidad es del dueño de ese negocio concreto. “Las horas es con lo que juegan estas personas. Tienen la potestad de darte más trabajo y por tanto más salario, pero las usan para dar premios o castigos. Por supuesto, unas las pagan en negro y otras, directamente, no las pagan", aclara Durán.

“La obligación que tienen es avisarte con 72 horas de antelación, pero a ver, ¿quién le dice al jefe que no le viene bien tal o cual turno? Nadie, porque entonces estás perdido”. La sindicalista revela que, precisamente, otra franquicia de 100 Montaditos “se cerró hace un año porque la mitad de la plantilla no estaba dada de alta”. Durán concluye que es cierto que “pagan en negro, eso lo aseguro, pero depende del empresario de esa franquicia concreta”.

Lo de los 'stagiers' de los grandes chefs está mal, pero lo nuestro es para siempre, sin remedio, y lo suyo es temporal

En esa línea, la de “la vara de medir de las horas ampliadas”, una trabajadora de otra cadena de comida rápida muy exitosa y con amplios horarios revela que además del truco de los trabajos reales “en formación”, pero sin remunerar, lo peor son “los aumentos de turno sin casi avisar. Yo tengo dos hijos pequeños y necesito saber con tiempo si me toca trabajar por la noche para poder dejarlos con alguien. Me ha pasado muchísimas veces que el mismo día por la tarde me digan que además tengo que hacer el turno hasta las dos de la mañana”. Ella trabaja desde hace más de diez años en esa cadena compaginándolo con otros trabajos de limpieza de casas.

A la pregunta "¿estuviste bien en Telepizza mientras trabajaste allí?", Conchy, acabado en i griega, contesta al otro lado del teléfono con una carcajada prolongada. Fue empleada de esta cadena durante 11 años. Ahora tiene 32. "He hecho de todo allí, de repartidora a coger el teléfono o limpiar, lo que mandaran, vamos, lo que quisieran ellos". Lo normal, revela, es ganar 130 euros por 24 horas mensuales. Pero ella tenía un contrato de 80 horas y se embolsaba 500 euros cada día 28 de mes. "Pagando eran serios, nunca recibí nada en negro", subraya, aunque sus horarios cada día variaban y oscilaban entre ocho horas o cuatro.

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