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Cinco mujeres cuentan por qué les gusta el sexo duro y qué es lo que quieren
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Cinco mujeres cuentan por qué les gusta el sexo duro y qué es lo que quieren

Les hemos preguntado cuáles son las prácticas más brutas que han probado, qué encuentran en ellas y en qué momentos las necesitan

Foto: Úsame. (iStock)
Úsame. (iStock)

El éxito masivo de 'Cincuenta sombras de Grey', réplica descafeinada de lo que pasa cada tantos años con el marqués de Sade, por poner un ejemplo, podría usarse para argumentar que el sexo, el dolor y el poder están relacionados para mucha gente, y no solo para los descastados oficiales.

No es necesario ser sadomasoquista las venticuatro horas para disfrutar con un contacto sexual que hace un poco de daño. Desde esa postura incómoda contra el cabecero de la que quizá te arrepientas al día siguiente, hasta las ataduras, los tirones de pelo o los simulacros de estrangulamiento, hay una amplia franja para la experimentación.

Quizá es que vivimos agobiados por las responsabilidades y someternos por un ratito a la voluntad ajena es una forma como cualquier otra de relajarse y desconectar. Quizá sociedades tan libres como las nuestras generan también represión. A muchas les sucede como a Milagros, artista, que nos cuenta lo que siente al ser atada: "da mucha sensación de control sobre el propio cuerpo, aunque sea la otra persona la que me tenga controlada".

Me gusta sentir que no decido, que me usen como a un objeto, sujetándome con firmeza... No quiero respeto ni amor, quiero lo mío

Vamos a intentar penetrar en tu mente como un ariete y poner todos tus prejuicios a cuatro patas. Aunque te duela, no querrás parar.

¿Y a ti, qué te va?

Juanjo, que trabaja en el sector de la impresión y tiene 35 años, no tiene problema en admitir que él es "muy de gruñir, dominar y de roles, lo que me ha llevado a encontrarme en tres ocasiones con mujeres que no juegan, sino que tienen plenamente unidos los circuitos de placer y dolor y piden que se vaya a puntos a los que no quiero ir". Según su experiencia, "hay muchas más de las que inicialmente lo confiesan. Yo digo lo que me gusta y busco lo que les gusta a ellas, muy poco a poco. La fantasía de ser violadas está muy extendida".

Dice que hay algo que muchas piden explícitamente sin que ellos lo busquen y que él, superando el miedo a ser políticamente incorrecto, define como "doma": "Piden que se las use, sentirse solo hembras. Que hagas algo solo para ti. Eso, creo, representa la sensación de que el macho las desea tanto que no puede resistir el deseo. Es un momento bonito, de confianza suma. Es alucinante cuando pasa. También piden, de palabra, que no las hagas caso durante un rato, hagan lo que hagan".

Aquí es donde despiertan los temores de muchos a la auténtica sumisión, la del maltrato psicológico, la que impide a una mujer llevar las riendas de su vida. Para Juanjo, el sexo duro satisfactorio no tiene nada que ver con eso: "las mujeres que más disfrutan esos juegos de sumisión plena suelen ser especialmente inteligentes e independientes en su vida. Ahora mismo estoy con una chica que disfruta mucho todo eso y es un portento en todos los sentidos, una científica pura. Quizá por eso no necesita reafirmación alguna y cuando se trata de follar es capaz de no mezclar el placer con ninguna otra consideración".

Juanjo también habla de "ser solo carne". ¿Y quién no desea eso de vez en cuando?

Leticia y la droga esclavizadora

Le contamos a Leticia, 38 años, la experiencia de Juanjo y se siente muy identificada. "Desde muy joven, mucho antes de saber cómo era el sexo de verdad, tenía fantasías en las que un hombre frío y egoísta, una especie de psicópata, utilizaba a una chica para su propio placer. Mi cerebro viajaba a un sitio increíble, que se parece mucho al de ahora cuando me excito. Me imaginaba a una chica inocente a la que este hombre inyectaba una droga que la hacía desearle de forma enfermiza. Necesitaba el contacto con él como un yonqui su heroína. Él postergaba por puro sadismo el encuentro con ella, que le llamaba por teléfono para suplicarle. Era una esclava, temblaba como un animalillo asustado... Aún hoy no estoy segura de si me identificaba con ella, con él o con los dos. Hace poco le conté todo esto a un chico con quien aún no había hecho nada sexual. Intercambiamos historias, a él también le gusta la sumisión y los dos probamos los dos roles. Tuvimos experiencias tremendas".

Es esa brusquedad en la que deviene a veces el deseo, el ansia. Tienes ganas de arrancar ropa, morder con furia, clavar uñas hasta la sangre

"El caso es que soy bastante sensible, y no necesito dolor para disfrutar", continúa Leticia. Pero sí me gusta mucho esa sensación de no tener el control, de que alguien me utiliza como a un objeto, arrinconándome o sujetándome con firmeza... Supongo que es porque suelo pensar demasiado, y eso de que las cosas sucedan de forma animal, sin tener que decidir, es un alivio. En el fondo puede que sea yo la que ejerzo más poder, porque a veces me gusta sentir que el otro no está queriéndome en ese momento, que no está sintiendo gran cosa, ni siquiera excitación. Como si en realidad fuera un ser brutal que trabajara para mí, una máquina de follar. Me gustan sobre todo las cosas suaves, y los besos, pero en ciertos momentos... no quiero respeto, ni amor, ni caricias. Quiero lo mío".

Sara, bella de día

Sara tampoco podría tirar la primera piedra: "Tras separarme de mi primer marido, viví una época de experimentación que dio para mucho. Durante un año aproximadamente estuve liada con un tipo muy misterioso que estaba obsesionado con 'Belle de Jour". Yo me vestía y caracterizaba de Catherine Deneuve para nuestros encuentros. Me daba bastante caña y me encantaba. Para compensar, paralelamente me hice con un esclavo al que sometía a todo tipo de vejaciones" (ríe).

Obviamente, esto nos parece poco y le preguntamos qué clase de caña le daba el tipo misterioso. "Me ataba a la cama con correas, me fustigaba con una fusta para caballos y con un latiguito de correas de cuero. No hubo nada muy hardcore, ni daños físicos, era todo muy teatral. Me decía lo que tenía que ponerme y cómo tenía que peinarme. Y si tenía que salir a cenar con él sin bragas, lo hacía sin rechistar".

Muchos hombres tienen interés, pero en la práctica no se sienten cómodos con la posibilidad de hacer daño. Enric, 37 años, nos cuenta: "una chica, de León, cuando me la presentaron me dijo en privado que 'si era de esos que empotran por detrás contra un armario, nos íbamos a su casa ahora mismo. Era común que me dijeran 'con esa altura, eres de los que levantan y contra la pared o la puerta, ¿no?' Y yo rojo sin contestar. Yo preparo cenas, desayunos y todo bien organizado. Ese tipo de proposiciones me aniquilaban. A otra amiga, navarra, le gustaba que la arañaran la espalda a lo Lobezno. Usaban perchas metálicas, y en su casa había cientos".

Otra entrevistada, a la que llamaremos Lady Russell, nos confirma que muchos hombres "se han creído su propia propaganda" y quieren "hacer el amor", cuando ella lo que necesita es "un polvazo". "Me gusta el sexo enérgico. Que me tiren ligeramente del pelo, que me muerdan... Tengo alta tolerancia al dolor y me gusta sentir un poco".

Esther y el ansia viva

Preguntamos a Esther, técnico del audiovisual, si le gusta el sexo duro. "Claro que me gusta. Creo que es el mejor, ese en que la intensidad del deseo es tal que se te va de las manos, metafórica y literalmente. Acabo de cumplir 40 y aunque la edad y la pareja de largo recorrido bajan el ímpetu a cualquiera, claro que me gusta un tirón de pelo. Esa brusquedad en la que deviene a veces el deseo, el ansia (sexual) viva. Porque cuando uno está muy cachondo... No uno, hablo por mí, tiene ganas de arrancar y que le arranquen ropa, de morder con furia, de clavar uñas hasta hacer sangre, de ser azotada... Claro que sí. A mí me gusta que me golpeen duro el espíritu, sexualmente hablando. Y eso puede traducirse, si no en violencia, en potencia, no sé si me explico".

Me gusta que me empotren, los mordiscos, los azotes, que me den fuerte, que me cambien de postura a lo loco...

¿Llega a doler? "La línea entre el placer y el dolor es muy fina, se diluye en el eros, y a mí me gusta tener un pie a cada lado. La 'petite mort', que tan poéticamente describieron los franceses, llevada al extremo del delirio corporal. Una batalla de los cuerpos de la que se sale aturdido, dolorido, absolutamente pleno y lleno y que precisa de un cambio de sábanas". ¿No le parece al lector que hace mucho calor de repente para ser casi diciembre?

Milagros y recuperar el control

A veces, que te den caña (en la acepción de Sara) es una forma de sentirse libre. Milagros tiene 30 años y una ocupación creativa y satisfactoria, pero tras una ruptura amorosa no está en su mejor momento: "cuando era una chica normal, que podía dar un beso y hacer el amor, odiaba que me diesen azotes desprevenidos. No entendía por qué hacían eso los tíos. Últimamente he quedado para que me azoten, lo he hecho cuatro veces, con hombres y mujeres. Me gusta, aunque no es sexual. Lo bueno es decidir cuándo sentir dolor". No es de extrañar que muchas busquen esa sensación en el sexo.

Le preguntamos si alguna vez disfrutó con prácticas sexuales especialmente duras y recuerda una pareja que la ataba y otras satisfacciones agridulces: "me dolía y era bonito a la vez, porque era como perder la virginidad de nuevo. Me daba morbo ese dolor".

Lulú y el switch

Este es el testimonio de Lulú: "Tuve un novio muy metido en BSDM, me chocó mucho. Azotes, ataduras, estética fetish... A mí me pone que en la cama se ejerza, y ejercer, dominación. Es lo que llaman 'switch', que es tener los dos roles dependiendo de quién sea tu pareja". Como Leticia, vaya. "Para algunos es un modo de vida, para otros solo un rol de cama, un complemento o un juego (entre los que me incluyo). Otros han visto mucho porno, no tienen ni idea de los significados y ningún respeto. A mí me pone la brusquedad generalizada. Desde que me empotren a los mordiscos, azotes (que no sean en la cara), la privación de algún sentido (vista, tacto, etc., porque es cierto que los demás se agudizan), que me den fuerte, que me cambien de postura a lo loco..."

Los tirones de pelo también, pero lo dicho, con respeto. Cuando es así, le encanta: "Hay tíos a los que les pone verte llorar y que vayas bien de 'rimmel' para que se te corra en esas ocasiones. No todo se le permite a todos, ni con todos pone lo mismo, porque va muy relacionado con la actitud del que tienes enfrente, con su seguridad, con la confianza y lo que despierten en ti".

¿Se te están poniendo los dientes largos? Lo dejamos ya, pero úsalos para morder a alguien de nuestra parte. Seguro que encuentras voluntarios...

El éxito masivo de 'Cincuenta sombras de Grey', réplica descafeinada de lo que pasa cada tantos años con el marqués de Sade, por poner un ejemplo, podría usarse para argumentar que el sexo, el dolor y el poder están relacionados para mucha gente, y no solo para los descastados oficiales.

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