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El vídeo que demuestra cómo eres cuando tienes dinero y poder
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¿HASTA DÓNDE SE PUEDE LLEGAR?

El vídeo que demuestra cómo eres cuando tienes dinero y poder

En algunos casos han visto sus grabaciones más de cuatro millones de personas. ¿Quién es este joven oligarca ruso que está dando tanto que hablar en la red?

Foto: El poder tiene peculiares formas de divertirse. (Felix Wirth/Corbis)
El poder tiene peculiares formas de divertirse. (Felix Wirth/Corbis)

“We are all prostitutes” (todos somos prostitutas) fue el segundo single de la banda de post punk británica The Pop Group. Estamos hablando del 79, pero ellos ya tenían claro por donde estaban yendo las cosas: “Todo el mundo tiene su precio/y aprenderás a vivir en la mentira”. Por supuesto, The Pop Group esperaban una reacción contra esa tendencia de un capitalismo que consideraban “la más bárbara de todas las religiones”. La única respuesta, parece, ha sido la intensificación de esa religión y la intensificación del disfrute de quien observa sus extremos más degradantes.

Quizá desde ese punto de vista se podría considerar que lo que hace el ruso Grigory Mamurin, “Grisha”, es casi una labor social, o una denuncia, o, como él defiende, un experimento sociológico. Adolescente y nieto de un oligarca ruso, millonario por familia, pues, este “cineasta” y pequeño Calígula de baja resolución está teniendo un éxito brutal con vídeos que exploran los límites a los que la gente puede llegar por dinero. Desde embadurnarse con kétchup a enseñar las tetas, desde beber orina hasta asesinar a un animal. Su éxito es relativo, en realidad, porque algunas personas acceden, y otras no, pero, y eso no se puede negar, parece que ha tocado un punto sensible de nuestra sociedad (y de la suya), porque la fascinación que crea en la red es patente. Los visionados de sus videos pasan en algunos casos de los cuatro millones. De paso, la prensa bienpensante puede extender su banalidad sobre un tema en el fondo serio y horrorizarse farisaicamente. Y el hombre común ver los videos en su casa, contemplándolos –se podría argumentar– con esa mezcla de repugnancia y fascinación que siempre otorgan las atrocidades morales exhibidas en público.

Uno de los polémicos vídeos de Grigori Mamurin.

No es original, el pequeño Grisha, porque cosas parecidas llevan tiempo haciéndose y propagándose por la red. Esos bocados de realismo forzado en el que se “compra” a la novia de otro o se convence a tarados de diverso pelaje (o a gente pobre, directamente) para que realicen actos estrafalarios, están al orden del día en el mundo paralelo de la red. ¿Qué lo diferencia, entonces? Es sencillo: primero, ha tenido el cerebro suficiente para argumentar una segunda intención de experimento social (sea cierta o no). Cuando se le ha tildado de “amputado espiritual”, el ha respondido que no juzga a nadie y que sólo está mostrando “la fragilidad de la naturaleza humana”. Muy ruso, sin duda. Tan cerca pero tan lejos de, digamos, JackAss. “No juzgo a esa gente”, ha afirmado, “Creo que sus problemas y circunstancias pueden hacer que hagan esas cosas. No sé lo que haría yo si tuviese problemas como esos en mi vida”.

Segundo, a su manera algo tosca, se acerca un poco más al borde que los demás que conocemos, incluyendo sexo más o menos “desviado” y muerte. Sexo y muerte. Eso es todo. Por supuesto la muerte es la de un animal y no llega a consumarse, pero el hecho de que haya gente que acepte ya es bastante desolador, sin duda. En uno de sus vídeos más vistos, celebrados y criticados, Grisha convence a alguien de que le dispare a un perro, argumentando que pertenece a su exnovia y que quiere vengarse de ella por haberlo abandonado. El hombre aprieta el gatillo, pero la pistola es falsa y el perro no muere, claro. No va de matar al perro, va de demostrar que puede conseguir que alguien lo haga por ti, exactamente por 5000 rublos (70 euros). Hay otro amiguete que pide el doble de pasta pero asegura que ni siquiera necesitará la pistola y que puede partirle el cuello al animal él mismo en un callejón cercano.

No falta, por supuesto, el momento de convencer a un hombre de que le deje pasar la noche con su novia a cambio de un precio

En realidad el sexo tampoco llega a consumarse –al menos no según la idea del asunto que tenía Bill Clinton-. Hay mujeres que dejan que les rieguen los pechos en champagne del bueno (un clásico no muy imaginativo) o que los enseñan en plena calle sin pudor; exhibiciones del joven director desnudando a otras en una especie de pre-orgía hortera y otras imágenes que no llegan a pasar del erotismo burdo. En realidad, el sexo directo convertiría el tema en mera pornografía, y el efecto se perdería, porque es el paso previo el que fascina y perturba en realidad. La caza. La demostración de que, en efecto, todos tenemos un precio.

No falta, por supuesto, el momento de convencer a un hombre de que le deje pasar la noche con su novia a cambio de un precio: un clásico del cine y la literatura que ha provocado un buen número de bodrios. En este caso, primero el interpelado se ofende, pero luego “entra en razón”.

'We Are All Prostitutes' de The Pop Group.

Grisha: Sólo estoy haciendo una oferta. puedes aceptarla o rechazarla. 150.000 rublos (poco más de 2000 euros) Puedes venir con nosotros.

Hombre: ¿Quieres hacerlo en un coche?

Grisha: Hay un hotel aquí cerca. Puedes esperarnos en la entrada. un par de horas como mucho.

Hombre: Podría ser, pero 150.000 es muy poco. Digamos 250.000 (unos 3.400 euros)…

Grisha: Perfecto, no hay problema, ¿qué más?

Hombre: En efectivo.

Grisha: Por supuesto.

Hombre: Quedemos en esto: sin juguetes ni nada parecido. Y usa un condón.

De nada disfruta más un esclavo que de poder comprobar que el resto son exactamente lo mismo

Para quienes estén buscando micromachismos, que lo dejen, aquí tienen el macro: ni siquiera se “compra” a una mujer. Se le compra una mujer a su marido o novio que actúa como “dueño”. La mujer no cuenta en la transacción. Es vendida como una mercancía, y punto.

El ministro del parlamento de Siberia, Oleg Smolin, ha sido una de las voces que se han alzado para criticar a Grisha: “Trata a su propia gente como basura”, ha dicho, “pero de hecho se comporta exactamente igual que esa basura”. Ahí está una de las claves, quizá, del éxito. Todos somos basura. Todos somos prostitutas, incluso “yo”, que tengo un dinero que me ha sido regalado. Puede verse como una extensión del carnicero “reality” en el que todos vivimos. O como una simple mejora de “espectáculos” que ya se estaban llevando a cabo con menos dinero por delante. O como una reflexión social para el mundo 4.0, que no lee libros pero pasa la vida frente a YouTube. O como una denuncia semi inconsciente del capitalismo salvaje. O como una pura perversión moral “televisada”. O como una simple estupidez que no dice nada que no supiéramos. Pero las preguntas siguen flotando en el ambiente. ¿Cuáles son? Hay una distinta para cada espectador, igual que las razones por las que estos videos nos fascinan pueden variar en cada caso. Esas preguntas y esas razones son las que deberían importarnos, quizá.

Pero, pese a las respuestas diversas, hay algo claro: de nada disfruta más una “prostituta” (en el sentido moral del término usado aquí) que de ver que todos los demás, en el fondo, son iguales a ella. De nada disfruta más un esclavo que de poder comprobar que el resto son exactamente lo mismo. Hay un alivio que roza el sadismo en esa comprobación. Por eso los reportajes sobre personas degradadas son tan populares (olviden su barniz de denuncia). Y por eso es tan fácil convertir a un torturado en un torturador.

En cuanto a la degradación moral de Rusia, no se preocupen. No se diferencia de la nuestra, y, por otro lado, parece que tienen problemas más importantes que tratar.

“We are all prostitutes” (todos somos prostitutas) fue el segundo single de la banda de post punk británica The Pop Group. Estamos hablando del 79, pero ellos ya tenían claro por donde estaban yendo las cosas: “Todo el mundo tiene su precio/y aprenderás a vivir en la mentira”. Por supuesto, The Pop Group esperaban una reacción contra esa tendencia de un capitalismo que consideraban “la más bárbara de todas las religiones”. La única respuesta, parece, ha sido la intensificación de esa religión y la intensificación del disfrute de quien observa sus extremos más degradantes.

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