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Los nuevos medios con los que valoran (y controlan) tu trabajo
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Los nuevos medios con los que valoran (y controlan) tu trabajo

Cuando querían sacar rendimiento a los trabajadores, se utilizaban métodos de control directo dirigidos por mandos intermedios. Ahora no es necesario, hacen esto

Foto: Están siempre mirando lo que haces a través de los rankings. (Simon Potter/Corbis)
Están siempre mirando lo que haces a través de los rankings. (Simon Potter/Corbis)

Vivimos en la era de los rankings. Nuestra sociedad está sometida a mediciones continuas, especialmente en el mundo empresarial. Trabajadores, compañías y resultados son analizados, diseccionados, cuantificados y puestos en porcentajes y listas. Todo circula alrededor de los números, de su simplificación de la realidad a partir de lo cuantificable, y de la creencia en que unas pocas variables podrán dar una idea precisa del conjunto. La accountability se ha instalado entre nosotros de una manera insistente, y nuestro rendimiento es calculado de las maneras más diversas y peculiares.

Michael Sauder, profesor de sociología en la Universidad de Iowa, ha estudiado, junto con Wendy Nelson Espeland, profesora de la Universidad de Northwestern, qué efectos está teniendo esta cuantificación y ordenación en listas en un ámbito muy significativo, el de las escuelas de negocio y el de las escuelas jurídicas, cuya obsesión por figurar en buen lugar en los rankings es bien conocida. A partir de este terreno examinan las consecuencias generales que se derivan de poner nuestra existencia en números.

Según Sauder, este tipo de mediciones poseen ventajas, ya que “pueden proporcionar más información sobre el desempeño de los individuos y de las organizaciones y, por tanto, conducir a una mayor transparencia y una mayor responsabilidad”. Pero medir a las personas no es como tomar datos del tiempo metereológico, advierte, porque tendemos a reaccionar ante ese escrutinio. La consecuencia más usual es que “la gente tiende a centrarse sólo en los aspectos de su trabajo o de su rendimiento que son evaluados, y deja de lado los demás”. En algunos terrenos, como el sanitario o el educativo, esto es importante. En el sistema público de salud británico, esta clase de control del rendimiento ha llevado a que muchos médicos y profesores, en un contexto de gran carga de trabajo, se dediquen únicamente a aquellos aspectos de su tarea que van a ser evaluados, ignorando otros que pueden ser importantes para los pacientes o para los alumnos.

Hacer trampas

La segunda reacción típica a las mediciones es que “animan a las personas y a las organizaciones a ‘jugar’ con los números, de forma que acaban adoptando estrategias para mejorar las mediciones en lugar de mejorar las cualidades que los rankings van a medir”.

Pero este tipo de mediciones no son un simple medio de controlar el rendimiento de los empleados, y en su caso, “de sancionar a los que no cumplen con las expectativas”, sino una forma de presión que obliga a los individuos a centrar su tarea en los comportamientos medidos. De este modo, “las herramientas de medición nos dicen cómo son las cosas, pero también cómo deberían ser. Uno de los peligros sutiles de mediciones cuantitativas como los rankings es que hacen difícil distinguir la diferencia entre estas dos funciones. Quienes hacen los rankings afirman a menudo que estos instrumentos sólo están informando sobre cómo son las cosas, pero, de hecho, también definen lo que lo que se debería ser, lo cual es evidente en las escuelas de derecho y en las de negocio, y tanto si quieren como si no, las presionan para que tomen decisiones que las hagan parecerse más a ese ideal impuesto”.

Cambiarlo todo

En el caso concreto de las escuelas de derecho y en las escuelas de negocios, campos que Sauder ha trabajado extensamente, los rankings han provocado muchos cambios. Las clasificaciones han cambiado la forma en que se distribuyen las becas, cómo se admiten estudiantes, cómo gestionan sus servicios de orientación profesional, y cómo definen el éxito. Los rankings también han aumentado la competencia entre las escuelas en su lucha por superar a sus competidores.

En definitiva, las escuelas de negocios, como la mayoría de empresas y de sus empleados, han cambiado su comportamiento para mejorar en estas evaluaciones públicas. Y, a menudo, no para bien. “Dado que estas mediciones se centran en unos pocos aspectos, los más fáciles de cuantificar, provocan que la gente responda sólo en direcciones muy específicas”, dejando así de lado otros aspectos importantes de su tarea.

Además, estas formas de gestión apoyadas en la pura cuantificación generan mucha resistencia entre la gente, asegura Sauder, “aunque no durante mucho tiempo. A menudo, sus medios de vida dependen de hacerlo bien de acuerdo con estas evaluaciones, de modo que, incluso si no están de acuerdo con ellas, se sienten obligados a adaptarse por temor a perder sus puestos de trabajo”.

¿Sirven para algo?

No son los únicos que, a pesar de sus notables defectos, han sucumbido a la presión de los rankings. Desde las consultoras hasta los medios de comunicación, las mediciones en forma de listas se han hecho enormemente populares. Y son tomadas como si fueran ciertas. Como señala Sauder, “en general, los que saben menos acerca de los asuntos que se miden son los más propensos a encontrar las clasificaciones más útiles y confiables. Los que tienen el conocimiento interno de las organizaciones que se evalúan son más capaces de ver los defectos e inconsistencias en la forma en que los rankings se construyen y si representan fielmente o no el campo de los que están siendo evaluados, y por eso los valoran mucho menos”.

Pero la cuestión de los rankings va mucho más allá de las listas publicadas en los medios o de los mecanismos de control que las empresas utilizan para evaluar el rendimiento de sus empleados. Son el sueño del mundo del management, en el sentido de que les permite reducir la realidad a números, y descomponer las actividades, actitudes, tendencias y cambios que se dan en la vida cotidiana en unas cuantas cifras que la explicarían mágicamente. Para Sauder, esta técnica “reduce cosas que son cualitativamente diferentes a una sola métrica. Si bien esto es a veces útil, también tiende a castigar a aquellos que se apartan de las convenciones y presiona a todos los que son medidos a ser más homogéneos. Y también merece la pena considerar que el poder de definir qué es lo normal o qué es lo ideal es muy relevante. Tenemos que examinar quiénes están creando estas medidas, cuáles son sus intenciones, y qué grupos de personas en la sociedad se benefician de este tipo de evaluación pública”.

Este exhaustivo seguimiento de la actividad de sujetos y empresas, tiene mucho que ver con lo que denunciaba el profesor de la London School of Economics, Michael Power hace más de quince años, cuando retrató a nuestro tiempo como La sociedad de la auditoría, una definición que Sauder entiende profética. “Las herramientas de auditoría se aplican ahora a casi todos los aspectos de nuestra vida social. Parece que todo el mundo está ahora obligado a rendir cuentas de un modo u otro, excepto aquellos que diseñan las medidas de rendición de cuentas”.

Vivimos en la era de los rankings. Nuestra sociedad está sometida a mediciones continuas, especialmente en el mundo empresarial. Trabajadores, compañías y resultados son analizados, diseccionados, cuantificados y puestos en porcentajes y listas. Todo circula alrededor de los números, de su simplificación de la realidad a partir de lo cuantificable, y de la creencia en que unas pocas variables podrán dar una idea precisa del conjunto. La accountability se ha instalado entre nosotros de una manera insistente, y nuestro rendimiento es calculado de las maneras más diversas y peculiares.

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