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Bien hecho: que paguen 60.000 euros y así aprenderán a respetar las normas
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LOS VALORES Y LA VERDADERA JUSTICIA

Bien hecho: que paguen 60.000 euros y así aprenderán a respetar las normas

El sostén último de una sociedad es la capacidad para hacer cumplir sus normas, especialmente aquellas que nos defienden de la arbitrariedad de lo injusto, y de

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Bien hecho: que paguen 60.000 euros y así aprenderán a respetar las normas

El sostén último de una sociedad es la capacidad para hacer cumplir sus normas, especialmente aquellas que nos defienden de la arbitrariedad de lo injusto, y de lo irracional. Todas las invocaciones a los valores comunes desaparecen si no se cuenta con un mecanismo legal que haga que lo prometido en los preceptos se lleve efectivamente a la práctica. En otro caso, viviremos en esa situación traumática, tan habitual últimamente, en la que quienes vulneran la ley de forma evidente no sólo son castigados, sino que sacan beneficios de sus acciones.

En esa sinrazón cotidiana tuvo que vivir durante demasiado tiempo una familia andaluza que sufría los ruidos de la discoteca situada en la planta baja de su edificio. Desde 2006, estuvo sometida a una contaminación acústica de tal intensidad que hacía que los cuadros y los platos de su vivienda se movieran a causa del ruido. Como no podía ser de otro modo, generó múltiples problemas: el hijo de la familia, de 3 años, sufrió irritabilidad y trastornos del sueño de los que tardó en curar 730 días, los padres hubieron de consumir psicofármacos y recibir tratamiento psiquiátrico, y la vida familiar se deterioró de modo sustancial.

No sólo no ponen ninguna medida para solucionar el problema sino que además se ríen de ti

Desde abril de 2006 la Policía Local de Estepa (Sevilla) recibió denuncias de distintos vecinos. Las mediciones realizadas en la discoteca por la Policía, por las empresas contratadas por el Ayuntamiento y por varios ingenieros constataron que el exceso de ruidos se estaba produciendo, entre otras causas porque ni siquiera se había conectado el limitador de sonido.

Y es esto lo más indignante: después de tantas pruebas, de tantas denuncias y de tanta insistencia, los dueños de la discoteca ‘pasaban’ por completo. Ver cómo noche tras noche tienes que llevar los colchones a la habitación más alejada de la discoteca para poder dormir y cómo no sólo no ponen ninguna medida para cambiar la situación sino que además los causantes del perjuicio se ríen de ti, es aún más frustrante que aguantar todas las incomodidades derivadas del ruido.

Por eso hay que celebrar que los dueños hayan sido condenados a dos años de cárcel que no cumplirán si entran dentro de  las salvedades dispuestas por la ley. Lo que sí deberán hacer es abonar una indemnización de 33.000 euros a cada miembro de la pareja y de 27.000 euros a su hijo, además de pagar una multa de 2.300 euros y de quedar inhabilitados 12 meses para el ejercicio de cualquier actividad relacionada con pubs y discotecas.

La sentencia rechazó el argumento de los acusados, según el cual los cuadros se movían porque había botellones en la calle, lo que el juez calificó de "afirmación pintoresca”.

Esta es la esencia del asunto: las normas y los valores de una sociedad implican el combate contra la arbitrariedad y las situaciones injustas, y ello conlleva el cumplimiento de las mismas, también a través de mecanismos sancionadores que impidan que estas conductas se repitan. Sin ello, sólo queda un montón de papel mojado, unos jetas que sacan partido de la inefectividad de las normas, y una sociedad que tiende a ver con admiración únicamente a los que utilizan la fuerza para lograr las cosas.

 

El sostén último de una sociedad es la capacidad para hacer cumplir sus normas, especialmente aquellas que nos defienden de la arbitrariedad de lo injusto, y de lo irracional. Todas las invocaciones a los valores comunes desaparecen si no se cuenta con un mecanismo legal que haga que lo prometido en los preceptos se lleve efectivamente a la práctica. En otro caso, viviremos en esa situación traumática, tan habitual últimamente, en la que quienes vulneran la ley de forma evidente no sólo son castigados, sino que sacan beneficios de sus acciones.