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Cuando algo escapa a mi control
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Cuando algo escapa a mi control

 Hoy, 14 de febrero de 2012, yo, Eduardo Rodríguez, he entendido de forma absoluta por primera vez, lo que la palabra frustración significa, y créeme, no

Hoy, 14 de febrero de 2012, yo, Eduardo Rodríguez, he entendido de forma absoluta por primera vez, lo que la palabra frustración significa, y créeme, no me siento en absoluto afortunado por ello.

Con respecto a lo que os contaba hace poco de los trece pasos para hablar en público, que sepas que estoy poniendo en práctica los trucos que te daba el vídeo; todavía no noto demasiada diferencia, pero estoy seguro de que dará sus frutos.

No sé muy bien cómo explicártelo para que lo comprendas tú, que no eres más que un montón de folios cuadriculados encuadernados con tapas azules, (y no te lo tomes a mal, sólo quiero que me entiendas), pero voy a intentarlo.

Me sucede casi siempre que estoy estudiando filosofía y cada vez más frecuentemente en los días previos a los exámenes. Tras seis horas de estar sentado en una silla escuchando a alguien -un hombre o a una mujer- que explica la lección del día en el colegio, tomando apuntes y tratando de entender lo que dice, me pregunto qué me espera al llegar a casa. Pues casi exactamente lo mismo que todos los días, estar otras tantas horas sentado, sólo que esta vez en lugar de estar frente a un profesor, estoy frente a unos apuntes. Miro el reloj, y me doy cuenta de que llevo treinta minutos para estudiarme apenas siete líneas de la metafísica de Hume. ¡Ahí es nada! Lo peor de todo es que de las siete entiendo tres y da gracias. Eso sí, como me falte una de ellas en el examen… ¡un - 0,25 al canto! Saco la agenda, veo que estoy a tres días del examen de filosofía y compruebo que no llego, pero no puedo bajar de media si quiero que me cojan para hacer ingeniería de caminos en la politécnica. Pfff…

El miedo es el miedo

Es entonces cuando sucede; es entonces cuando siento el frío gélido de mis manos, y veo que no dejan de temblar aún cuando mi cerebro ordena insistentemente lo contrario. Las plantas de mis pies parecen tener vida independiente y se mueven a un ritmo casi frenético arriba y abajo, cada vez más y más rápido. Y para rematar la faena, mi corazón late con tal fuerza y velocidad que me hace daño.

Trato de ignorar lo que sucede y me digo a mí mismo que tengo que concentrarme como sea.

-Hume alinea el empirismo con el racionalismo ya que defiende…  defiende ¿qué?…  ¡¡Venga  por favor acuérdate, vamos!!

Nada, no hay manera.  No puedo más. Necesito correr, o gritar o darle golpes a todo cuanto se cruce en mi camino… Repito, no es que lo quiera, ¡lo necesito! Pero no, no puedo permitirme perder 15 minutos en irme a dar una vuelta, de hecho no tengo un minuto que perder. Así que, trato de respirar hondo hasta que se me pase ¿el qué?, miedo es miedo.

Necesito correr

Me levanto a por un vaso de agua para inmediatamente después, volver a ponerme con la imposible metafísica de Hume. No sé si hago lo correcto, sólo sé que este mar de sensaciones frustrantes se clava como un cuchillo (si me permites ponerme melodramático) en lo que, yo juraría, es mi estómago, no desaparece, sino que se agazapa esperando al acecho la más mínima posibilidad de clavarse de nuevo.

¿Por qué te cuento todo esto?, Quizá para que sepas que estás destinado a saborear todos mis sinsabores; quizá principalmente porque… escapa a mi control. Y ¿yo qué puedo hacer ante eso?

Hoy, 14 de febrero de 2012, yo, Eduardo Rodríguez, he entendido de forma absoluta por primera vez, lo que la palabra frustración significa, y créeme, no me siento en absoluto afortunado por ello.