Se enfrenta a una bala con el agua de una piscina como único escudo
El físico Andreas Wahl ha vuelto a arriesgar su vida confiando en las leyes de la física. Su última hazaña ha sido ponerse delante de un fusil de asalto que iba a ser disparado
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fc6d%2F474%2F092%2Fc6d4740924f98fd567421ffdf5cfd736.jpg)
Cualquiera que aprecie su vida se negaría en rotundo a ponerse delante de un arma que va a ser disparada. El 'no' seguiría firmemente anclado en los labios a pesar de conocer que entre la bala y el propio cuerpo habría una gran masa de agua que frenaría el proyectil. Sin embargo, hay quien puede presumir de valiente –o de inconsciente– y no duda en ofrecerse para protagonizar este tipo de experimentos.
Es el caso de Andreas Wahl, un físico que trabaja en la televisión noruega proponiéndose como conejillo de indias para pruebas de este tipo. En la última de ellas, no se ha echado atrás a la hora de interponerse en la trayectoria de un fusil de asalto escudándose únicamente en el agua de una piscina. El científico realizó una serie de cálculos en los que tenía en cuenta la velocidad de la bala y la resistencia ofrecida por el líquido elemento y determinó que su vida no corría ningún peligro.
Dicho y hecho, Andreas se puso el bañador, unas gafas protectoras y se zambulló en el agua. El arma estaba ya sumergida y pronto realizó un disparo que le hubiera llegado directo al abdomen si hubiera errado en sus operaciones. Sin embargo, todo salió tal y como había sido previsto y la bala se frenó bastante antes de alcanzar el cuerpo del físico. Las imágenes del recorrido del proyectil bajo el agua son de una belleza innegable al ralentizarlas para poder ver mejor la trayectoria.
No es la primera vez que Wahl arriesga su vida. Hace pocos días, 'El Confidencial' informaba de la hazaña realizada a principios de mes. En ella, el físico se dejaba caer al vacío sin ninguna sujeción, confiando únicamente en que las leyes de la física funcionaran y la fuerza centrípeta hiciera girar a un balón atado a su misma cuerda.
Afortunadamente, una vez más no hubo que lamentar daños.
Cualquiera que aprecie su vida se negaría en rotundo a ponerse delante de un arma que va a ser disparada. El 'no' seguiría firmemente anclado en los labios a pesar de conocer que entre la bala y el propio cuerpo habría una gran masa de agua que frenaría el proyectil. Sin embargo, hay quien puede presumir de valiente –o de inconsciente– y no duda en ofrecerse para protagonizar este tipo de experimentos.