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Un viaje con la historia del siglo XX como compañera de aventuras
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Un viaje con la historia del siglo XX como compañera de aventuras

Polonia es uno de los destinos más interesantes a nivel cultural, debido a que fue uno de los puntos más castigados durante la Segunda Guerra Mundial, cada esquina rezuma historia

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Polonia es uno de esos países en los que el tiempo parece no haber hecho mella. Su pasado, plagado de historia, gran parte de ella vinculada a la Segunda Guerra Mundial, ha quedado cincelado en el ambiente de sus ciudades, a pesar de que los muros que vieron caer las bombas fueran destruidos y, a día de hoy, no sean más que polvo. Por esa esencia tan pura, viajar a Polonia es una opción ideal para los que desean conocer un pedacito de historia mientras se disfruta de paisajes urbanos incomparables.

En Varsovia, la capital, apenas quedan vestigios originales de lo que antaño fue el esplendor de su casco histórico. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, la parte más vieja de la urbe (‘stary miasto’, en polaco) fue reconstruida y es posible contemplar sus puntos más destacados. Entre ellos, por ejemplo, la estatua de la sirena que, según cuenta la leyenda, es la fundadora de la ciudad; la fortificación conocida como Barbacana, datada en el siglo XVI y que formaba parte de la antigua muralla; o su Castillo Real de colores rojizos.

La agencia de viajes PANGEA recuerda que los recorridos por Varsovia no pueden obviar el parque Łazienki, un lugar que muchos comparan con ‘El Retiro’ madrileño por ser el pulmón verde de la ciudad. Palacios, lagos e incluso una estatua de Chopin, decoran los senderos de este enclave natural de casi 80 hectáreas. Desde este parque, recorriendo el margen del río Vístula, se llega a la Catedral de San Juan de Varsovia, un templo cuya fachada ‘en pico’ no deja indiferente a nadie.

El turismo en Varsovia recoge múltiples referencias a los conflictos bélicos, que se encuentran en un buen número de monumentos. Bajo las arcadas del Pałac Saski, actualmente derruido y antiguo lugar de residencia de la familia de Chopin, una tumba simbólica rinde homenaje a los héroes anónimos que perdieron la vida combatiendo por la libertad de Polonia. Las cenizas de soldados reposan en su interior bajo la custodia de una guardia de honor y una llama eterna.

placeholder Varsovia. (Shutterstock)
Varsovia. (Shutterstock)

En la zona del gueto judío, donde no queda casi nada del barrio original, hay que prestar atención para encontrar alusiones al que fuera el mayor lugar de concentración semita durante el Holocausto nazi. Un pequeño fragmento del muro construido por los alemanes en 1940 para encerrar a medio millón de judíos polacos, se conserva en el patio de un edificio de viviendas de la calle Sienna. Para acceder a él hay que entrar por la calle Złota 62, ya que la puerta de Sienna está siempre cerrada. Además, muy próximo a la famosa sinagoga, los edificios 7, 9, 12 y 14 situados entre la plaza Grzybowski y la calle Marszalkowska, aún desgarran con sus ventanas rotas y sus cristales rajados fruto de la barbarie nazi.

En el barrio del gueto judío también aparece el Monumento a los Héroes del Gueto, así como la cárcel de Pawiak, que actualmente ejerce como recuerdo de las atrocidades que se vivieron entre las rejas de esta prisión construida por los rusos en el siglo XIX. Sus celdas fueron utilizadas años más tarde para encerrar a los presos políticos que contravenían los ideales de Hitler.

Auschwitz y el recuerdo del horror

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Auschwitz. (Shutterstock)

Junto a otros grandes campos de concentración en Polonia, el de Auschwitz es quizá el más conocido a nivel internacional. Películas, documentales y reportajes han mostrado hasta la saciedad las vías del tren que llevaba a los judíos a un destino del que nunca regresarían. Atrás quedaban las vidas de millones de personas que fueron asesinadas en cámaras de gas, torturadas hasta la extenuación o sentenciadas a morir de hambre o cansancio. Los edificios utilizados por los nazis para la gestión de los campos, así como los barracones donde se hacinaba a los judíos y los crematorios donde se quemaban sus cuerpos, aún permanecen en pie como testigos de un pasado indeseable.

Casarse dentro de una mina de sal

placeholder Mina de sal de Wieliczka. (Shutterstock)
Mina de sal de Wieliczka. (Shutterstock)

Un viaje a través de Polonia no se entendería sin la visita a Cracovia y sus alrededores. Sin embargo, antes de llegar a la segunda ciudad más importante del país, conviene dejarse caer a unos 15 kilómetros de su centro, lugar donde se ubican las famosas minas de sal de Wieliczka. Visitadas por más de un millón de turistas cada año, su principal atractivo es la iglesia que los mineros esculpieron sobre las paredes salinas de la gruta. Escenas bíblicas y de la historia polaca se dan cita en este lugar tan mágico, donde incluso se han habilitado espacios para celebrar bodas.

Con este sabor a sal se llega a Cracovia, una ciudad que no tiene costa pero dispone de uno de los cascos históricos mejor conservados del país. Además, su Rynek Glowny, o Plaza del Mercado, es una de las plazas más grandes de Europa. Tiendas de souvenirs, comercios de flores y pequeñas terracitas se dan cita en este espacio abierto donde una estatua del poeta Adam Michiewicz parece vigilar los pasos mientras idea su famoso ‘Pan Tadeusz’. En los sótanos de los establecimientos se disponen pubs para tomar algo a cualquier hora, enclaves muy frecuentados por los estudiantes que cursan carreras en la Universidad Jaguelónica –una de las más prestigiosas a nivel europeo–.

En la Plaza del Mercado, los edificios son un espectáculo inmóvil. Sus colores y formas dan paso a la imaginación mientras se contempla la Torre del Ayuntamiento o la Basílica de Santa María. En este templo, cada hora en punto es anunciada por un trompetista que toca una melodía tradicional polaca y que, en un momento dado, silencia bruscamente su interpretación. Lo hace en recuerdo de un soldado del siglo XIII herido de muerte mientras hacía sonar su instrumento para alarmar de una invasión mongola.

El Castillo de Wawel, símbolo de Polonia, se alza a orillas del Vístula. En su interior, según cuenta la tradición popular, se esconde uno de los siete ‘chakras’ que nutren de energía al mundo. Por eso, tal y como indica la leyenda, los que visitan Cracovia regresan a casa con el deseo en mente de volver una y otra vez a la ciudad. Parece que los visitantes no tienen ningún miedo al terrible dragón que devoraba a los habitantes hasta que un pobre zapatero dio con la solución al problema: darle de comer un cordero untado en azufre para que, tras tragarlo, le entrara tanta sed que el agua bebida le hiciera explotar. La estatua de ese dragón escupe fuego cada cinco minutos en las proximidades del castillo, en recuerdo a la fábula popular.

placeholder Karzimierz. (Shutterstock)
Karzimierz. (Shutterstock)

Y si en Varsovia resulta obligada la visita al barrio judío, Cracovia no iba a ser menos. En las calles del distrito de Kazimierz está el ‘escenario’ que Steven Spielberg utilizó para rodar ‘La lista de Schindler’. En la actualidad, la máquina de escribir con la que el empresario Oskar Schindler redactó los nombres de su famosa lista, aún reposa en el despacho de la antigua fábrica –calle Lipowa, 4F– que se utiliza como museo sobre la ocupación alemana de Cracovia.

En la Plac Nowy del barrio de Kazimierz surge la forma redondeada del Okraglak, un edificio con silueta circular repleto de ventanillas desde las que se sirven los famosos ‘zapiekanka’. Con este nombre se conoce a los ‘paninis’ polacos de champiñón y queso –se pueden acompañar con muchos más ingredientes– que hacen las delicias de todo el que los prueba y son propios de esta plaza del distrito judío.

Zakopane y otras ciudades con encanto

Zakopane es la zona de montañas más altas de Polonia, motivo por el cual convierten a la ciudad en un destino perfecto para el esquí y las actividades al aire libre. Los montes Tatra, frontera natural entre el territorio polaco y el eslovaco, conforman un paisaje idílico. Podrás contemplarlo mientras degustas un buen pedazo de queso ahumado de leche de oveja muy típico de la región, que se conoce con el nombre de ‘oscypek’.

El broche final de tu viaje por Polonia lo ponen localidades tan encantadoras como Gdansk, muy buen sitio para la compra de ámbar; Malbork y su castillo teutónico, el más grande del mundo; Torun, ciudad natal de Copérnico; o Poznan y sus cabras que cada hora chocan la cornamenta en el reloj del Ayuntamiento. Si tienes tiempo, no dejes de visitar Wroclaw, la preciosa ciudad de los puentes, y la zona de los lagos Masurian, única reserva de bisontes de Europa. Como curiosidad, el vodka Zubrowka inserta en el interior de sus botellas una brizna de la hierba que estos animales pacen en las praderas.

Polonia es uno de esos países en los que el tiempo parece no haber hecho mella. Su pasado, plagado de historia, gran parte de ella vinculada a la Segunda Guerra Mundial, ha quedado cincelado en el ambiente de sus ciudades, a pesar de que los muros que vieron caer las bombas fueran destruidos y, a día de hoy, no sean más que polvo. Por esa esencia tan pura, viajar a Polonia es una opción ideal para los que desean conocer un pedacito de historia mientras se disfruta de paisajes urbanos incomparables.

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