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Ruta en Teruel para enamorarse de sus 'amantes' y arte mudéjar
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'Tonta ella, tonto él'

Ruta en Teruel para enamorarse de sus 'amantes' y arte mudéjar

En esta ciudad se ubica una de las historias de amor más famosas de España. Tanto, que incluso tiene refrán propio

Foto: Escalinata neomudéjar en Teruel, fechada en el siglo XX (Shutterstock)
Escalinata neomudéjar en Teruel, fechada en el siglo XX (Shutterstock)

Teruel es una ciudad donde los termómetros son vagos y no suelen querer saltar hacia arriba, donde el buen jamón se huele desde cada esquina y donde los 'amantes' del arte hacen honor a sus enamorados más famosos quedando prendados de su arte mudéjar. De hecho, este estilo artístico forma parte de los acogidos en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1986.

Y no es para menos. Las características del mudéjar, un arte que surge con la fusión de elementos árabes y cristianos, se dejan ver y palpar paseando por las calles de Teruel. Sin quererlo, diferentes ejemplos de este movimiento salen al paso del peatón que visita la ciudad: la torre, techumbre y cimborrio de la catedral de Santa María de Mediavilla; la torre e iglesia de San Pedro o las torres de las iglesia de San Salvador y San Martín son algunos de ellos.

Reflejo de la convivencia de diferentes culturas, Teruel acoge en estos monumentos las principales singularidades del arte mudéjar. Son construcciones en ladrillo con cerámica decorativa en colores blanco y verde, rasgos que no dejan lugar a dudas de la categorización estilística a la que pertenecen. En las alturas, resulta especialmente curiosa la torre del Salvador, pues en este templo turolense se observa un techo a cuatro vertientes rodeado con un almenado ornamental de lo más llamativo.

Los famosos 'Amantes de Teruel'

Todas estas maravillas arquitectónicas quedan explicadas en las visitas panorámicas guiadas que se ofrecen en Teruel. Durante tres horas, los visitantes conocerán el casco histórico de la ciudad y podrán entrar –ticket incluido en el precio– en la torre del Salvador y en el Mausoleo que acoge las momias de los amantes de Teruel. Quien conozca el refrán sabrá que estos enamorados han sido tildados de 'tontos' a lo largo de la historia, pues murieron de amor sin llegar nunca a poder estar juntos.

La leyenda sobre los amantes de Teruel –tonta ella, tonto él– cuenta la historia de Juan Martínez de Marcilla e Isabel de Segura. Ambos se entregaron su corazón en 1217, pero la familia de la chica no permitió la relación porque el futuro esposo –nombrado como Diego según algunos textos– no disponía de suficiente dinero como para dar una buena vida a su mujer. Para ganar fortuna, el joven partió lejos de Teruel mientras la futura novia le esperaba pacientemente sin contraer nupcias. Quiso el destino que el padre de Isabel la casara con un mozo pudiente justo antes de que Juan regresara a la ciudad y, al encontrar a su prometida con otro hombre, le pidió que le besara antes de morir.

Isabel, para no faltar a su fidelidad para con su marido, le negó el gesto de cariño dejando a su enamorado perder la vida a sus pies. La joven y su esposo llevaron el cadáver a casa del padre de la chica para que las habladurías no rumorearan sobre quién había sido el autor del crimen, pero el dolor que sentía Isabel era tan grande que decidió besar a su prometido antes de que le enterraran. Así, acudió a la iglesia de San Pedro donde aguardaba su cuerpo yacente, le besó y murió junto a él.

Precisamente en ese templo fue donde permanecieron las momias de ambos –descubiertas en 1555– hasta 2005, pero hace doce años sus restos se trasladaron al edificio actualmente dedicado a su amor. La obra que acoge los cuerpos, un impresionante mausoleo labrado en alabastro por Juan de Ávalos, muestra las manos de los enamorados sin llegar a tocarse, símbolo de la relación imposible que nunca tuvo lugar. La representación de Juan se hace con los pies cubiertos pues, tal y como cuenta la leyenda, ya estaba amortajado cuando recibió el beso de Isabel.

Comida en restaurante y plaza del Torico

Para conocer Teruel también en su vertiente gastronómica, se puede contratar como experiencia extra una comida en el restaurante Rufino. Su menú degustación –bebidas incluidas– satisfará las ansias de conocer la cocina turolense: entre los platos que se ofrecen aparece un entrecot de ternera con crema de queso y trufa y un cremoso de arroz con leche.

No termine su visita a la ciudad sin pasar por la plaza del Torico, un lugar así bautizado en honor al pequeño toro que corona un columnario de piedra labrada en mitad de la plaza. Las narraciones populares desarrollaron la leyenda de que fue un toro el que, guiado por una estrella, dirigió a las tropas que desobedecieron a Alfonso II en el siglo XII hasta que consiguieron tomar la fortaleza de Teruel.

Tan importante es este 'torico' en la región que, tanto el escudo de la ciudad como el de la provincia homónima, recogen un astado y una estrella en el diseño de sus cuarteles.

Teruel es una ciudad donde los termómetros son vagos y no suelen querer saltar hacia arriba, donde el buen jamón se huele desde cada esquina y donde los 'amantes' del arte hacen honor a sus enamorados más famosos quedando prendados de su arte mudéjar. De hecho, este estilo artístico forma parte de los acogidos en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1986.

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