'Carmel: ¿quién mató a María Marta?': Así es el 'Cluedo' real que está arrasando en Netflix

María Marta García Belsunce. En nuestro país apenas hemos escuchado este nombre, pero en Argentina es tristemente célebre. Se trata de la identidad de la socióloga asesinada en 2002 en extrañas circunstancias en su lujosa urbanización de Pilar, en la provincia de Buenos Aires. Su asesinato despertó un revuelo mediático sin precedentes en Argentina, que casi dos décadas después sigue sin apaciguarse y del que Netflix ha decidido sacar tajada.

Consciente del gran tirón del caso y del creciente auge del género 'true crime', la plataforma ha lanzado este pasado mes de noviembre una serie documental de cuatro episodios en la que se narran, de una forma absolutamente adictiva, todos y cada uno de los detalles del crimen. Sus responsables utilizan las narrativas propias de la ficción para presentar todas las piezas de este rocambolesco caso que ha enloquecido a la sociedad argentina: una familia rica en apuros, un fiscal implacable dispuesto a todo por hundirles y la opinión pública dividida por un crimen convertido en 'reality show'.

La docuserie incorpora el aliciente de contar con el testimonio de casi todos los implicados en el suceso, incluidos el fiscal que se encargó de llevar a cabo la investigación, Diego Molina Pico, y el principal acusado, Carlos Carrascosa. El montaje invita a los espectadores a construir sus propias teorías basándose en una serie de hechos probados y a otros más cuestionables, convirtiéndoles en auténticos jueces de sofá.

Las claves del crimen

El 27 de octubre de 2002 María Marta García Belsunce fue hallada muerta en el cuarto de baño de su casa del Carmel, una exclusiva urbanización privada de alto nivel que en Argentina se conoce como 'country'. Aquella tarde jugaba el River Plate contra el Boca Juniors y como de costumbre ante este evento futbolístico casi todo el país estaba pendiente del encuentro. La víctima, de 50 años, se encontraba viendo el partido junto a su marido, Carlos Carrascosa; mientras que su hermana por parte de madre, Irene Hurtig, y su cuñado, Guillermo Bártoli, estaban en otra vivienda dentro del mismo 'country'. María Marta decidió abandonar antes de tiempo la velada para marcharse a descansar, pero cuando su marido llegó a casa se la encontró muerta en el baño sin aparente explicación.

En un principio, las autoridades y el equipo médico que se trasladaron al lugar de los hechos consideraron que se trataba de un accidente doméstico, un resbalón que había acabado en tragedia. Pero un mes y medio después del suceso la verdad estalló: la autopsia revelaba que María Marta había recibido hasta seis balazos en la cabeza. Comenzaba entonces una cascada de elucubraciones de todo tipo por parte de los medios de comunicación, que encontraron en el caso un auténtico filón para multiplicar sus cifras de audiencia y convirtieron a todos los miembros de la familia y a sus allegados en demandados personajes televisivos.

Uno de los hermanos de la víctima, Horacio García Belsunce, contaba con su propio espacio en televisión, lo que multiplicó el interés sobre el tema. ¿Quién había matado a María Marta? ¿Lo hizo su propio marido tras una discusión? ¿Acaso fue obra de un ladrón que había conseguido colarse en la urbanización? ¿Algún vecino o los propios vigilantes del complejo tal vez? Las posibilidades eran reducidas, al tratarse de un lugar perimetrado y con una elevada seguridad, por lo que el morbo estaba servido.

La historia contaba con varios ingredientes para convertirse en el tema estrella de todos los programas de televisión, las tertulias de radio y la prensa escrita: el crimen ocurrió en un lugar donde nunca había pasado nada similar, la víctima era una mujer millonaria y era altamente probable que el culpable fuera alguien de su entorno. Además, el público estaba harto de las noticias relacionadas con el omnipresente corralito, por lo que utilizaron el asesinato de María Marta como un nuevo entretenimiento para evadirse de las malas noticias económicas. La verdad pasó a un segundo plano y todo tipo de retorcidas teorías, como que la víctima y su marido eran hermanos, tuvieron cabida en los medios de comunicación al margen de su autenticidad.

La investigación adquirió una nueva dimensión cuando el fiscal, Diego Molina Pico, recabó una serie de pruebas para acusar formalmente a Carlos Carrascosa de homicidio y al resto de familiares de encubrimiento. Se inició entonces una larga batalla judicial en la que los familiares de María Marta trataron de demostrar a toda costa su inocencia al tiempo que intentaban culpar del crimen a Nicolás Pachelo, un vecino conflictivo del Carmel.

El interés suscitado por el caso se descontroló y el juicio se convirtió en un acontecimiento televisado de primer nivel, en el que lo último que importaba era honrar la memoria de la víctima. Se trata de una situación muy similar a la ocurrida con el juicio a O. J. Simpson tras el asesinato de su mujer, Nicole Brown Simpson, y su amigo Ronald Goldman.

Un caso lleno de enigmas

La serie documental ha generado un elevado interés a nivel internacional por el mismo motivo por el que se convirtió en un fenómeno en su día en Argentina: su excepcionalidad. El asesinato de María Marta no es un crimen al uso, sino que incorpora numerosos factores que lo convierten en un caso muy particular, especialmente por el componente de clase. El documental plantea el debate de hasta qué punto puede una familia pudiente comprar a la justicia o si, por el contrario, se les criminaliza por el hecho de ser un clan poderoso. Así como el caso de O. J. Simpson involucró elementos como el racismo, la eterna lucha de clases otorga al caso García Belsunce una dimensión más poliédrica y, por tanto, mucho más interesante a nivel informativo.

'Carmel: ¿quién mató a María Marta?' sumerge a la audiencia en un auténtico rompecabezas, convenciéndola de que el culpable es claramente Carlos Carrascosa y de todo lo contrario en la secuencia siguiente. Y es que la investigación es confusa, las diferentes líneas de la investigación arrojan pistas contradictorias, la defensa de los acusados parece sólida, pero no menos que los argumentos del fiscal y, en definitiva, todos parecen tener mucho que ocultar.

El documental muestra una serie de datos para que cada espectador saque sus propias conclusiones y "juegue" desde casa a averiguar la verdad tras el horror, como si de un 'Cluedo' se tratase, a pesar de que la víctima sea una persona totalmente real, con nombre y apellidos. El peligro de espectacularizar sucesos reales es que la audiencia, de forma inconsciente, puede percibir a cada uno de los implicados como personajes de ficción, deshumanizando a las víctimas y convirtiendo en estrellas a posibles asesinos. Una situación que se acentúa al incluir reconstrucciones de los hechos con actores, como ocurre en este caso. Las especulaciones, los rumores sin contrastar y las falsas pistas se convierten en protagonistas, olvidándose en ocasiones de que no corresponde a un espacio televisivo dictar sentencia.

A pesar de las dudas que plantean este tipo de formatos, se trata de un género en expansión que cuenta ya con numerosos ejemplos en nuestro país. Algunos de los más aplaudidos fueron 'Lo que la verdad esconde', en Antena 3, sobre el caso Asunta; 'Muerte en León', en HBO España, que aborda el asesinato de Isabel Carrasco; o 'El caso Alcàsser', en Netflix, sobre el triple crimen ocurrido en la localidad valenciana en 1992. Es evidente que la crónica negra siempre ocupará un espacio muy amplio en los medios de comunicación debido al interés que suscitan estos temas, pero ¿hasta qué punto influyen estos productos en la opinión pública e incluso en el trascurso de la investigación oficial?