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No hubo fiesta para Blas en un Festival de Eurovisión que nos hizo olvidar la pandemia
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CRÍTICA EUROVISIÓN 2021

No hubo fiesta para Blas en un Festival de Eurovisión que nos hizo olvidar la pandemia

El regreso del Festival se ha saldado con la victoria de Italia en una gala muy reñida dominada por la absoluta normalidad

Foto: Blas Cantó en la gran final de Eurovisión. (ESC)
Blas Cantó en la gran final de Eurovisión. (ESC)

La mayor superproducción televisiva del mundo, el Festival de Eurovisión, por fin regresó a las pantallas de los 200 millones de hogares que suelen disfrutar del espectáculo en todo el continente. Una edición, la número 65, que no pudo celebrarse el pasado año porque Eurovisión se hace a lo grande o no se hace y las lentejuelas no brillan con la misma intensidad por Skype.

La organización del evento, a cargo de la delegación holandesa tras la victoria de Duncan Laurence en la pasada edición, quiso que nos olvidemos durante un rato de la pandemia y regalarnos un 'show' casi como los de antes: con una muchedumbre coreando en directo a los artistas sin mascarillas ni distancias de seguridad. Cuatro horas de música en directo que nos hicieron sentir que la vida es cada vez más parecida a como la conocíamos.

placeholder Hurricane, las representantes de Serbia en Eurovisión 2021. (ESC)
Hurricane, las representantes de Serbia en Eurovisión 2021. (ESC)

El espectáculo, que tuvo lugar en Róterdam, arrancó con los cuatro maestros de ceremonia versionando la famosísima canción de 1969 'Venus', de la banda neerlandesa Shocking Blue, un tema que en 1989 volvió a popularizar Bananarama. Un gran número inaugural que nos avisaba de que no se iba a escatimar en gastos. Al legendario escenario de Eurovisión volvieron los fuegos artificiales, los efectos visuales imposibles y los estilismos centelleantes en una ceremonia marcada por temazos electropop bailables, baladas épicas, la habitual cuota rockera y alguna que otra excentricidad, como la divertida propuesta de Islandia. Eurovisión volvió para darnos exactamente lo que necesitábamos: entretenimiento y evasión.

Como auguraban varias de las encuestas en los últimos días, la ceremonia se saldó con la victoria de la banda italiana Måneskin gracias a su canción 'Zitti E Buoni'. La banda de rock apostó por un estilo irreverente y desenfadado que suele arrasar entre el voto del público, a pesar de las reticencias del jurado profesional. Mahmood, el representante de Italia de la anterior edición, se quedó a las puertas de conseguir el triunfo y sus sucesores han culminado su éxito.

Sin embargo, quizás fue la francesa Barbara Pravi la que consiguió brillar por encima del resto. Una artista intachable que supo salirse del molde y, al mismo tiempo, representar el espíritu clásico del festival. Su 'Voilà' consiguió que el tiempo se parase absolutamente durante tres minutos. Sin coreografía, sin un estilismo memorable, con un foco sobre su rostro como puesta en escena. A Pravi le bastó con su fuerza vocal y su arrollador carisma, que recuerda a las grandes damas de la 'chançon francaise' como Edit Piaf, para dejar a Francia al borde de la gloria.

placeholder Barbara Pravi, la representante de Francia en Eurovisión 2021. (ESC)
Barbara Pravi, la representante de Francia en Eurovisión 2021. (ESC)

No se comprende que sesenta y cinco años después de su creación haya tanta gente en nuestro país que siga expresando sin reparos que Eurovisión es irrelevante y superficial, que no interesa a nadie y que las votaciones están condicionadas por la política. Tópicos que mueren lentamente y que probablemente respondan a la superioridad moral de cierto tipo de espectador. Lo cierto es que Eurovisión arrasa entre los jóvenes, domina durante semanas las conversaciones en las redes sociales y cada año aumenta su audiencia global. Un espectáculo sin miedo a abrazar el 'mamarracheo' en el que también hay espacio para la buena música y que, pese a lo que digan los 'haters', suele premiar la autenticidad y el talento por encima de todo.

Talento como el que vimos sobre el escenario en bastantes ocasiones. Porque hay que tener mucho dominio escénico para moverse con la gracia de Elena Tsagrinou, la representante chipriota, o para levantar al público de la grada como lo hizo el trío que representó a Serbia, Hurricane, con su hit 'LOCO LOCO'. ¿Y cuántos artistas serían capaces de mantener durante casi veinte segundos una nota tan aguda como lo hizo la representante de Moldavia, Natalia Gordienko?

Al margen de los números rompepistas que suelen dominar el festival, en el escenario de Róterdam también presenciamos otros números que marcaron la diferencia. Hablamos, por ejemplo, de la elegante propuesta de The Black Mamba, la banda que representó a Portugal; el 'Growing Up Is Getting Old' de la búlgara VICTORIA o el épico 'Tout l'universe' de Gjon Tears, convertido en un himno en nuestro país gracias al documental de Rocío Carrasco en Telecinco y que también estuvo a punto de alzarse con la victoria final tras arrasar entre el jurado, quedando finalmente en tercera posición.

El festival supo estar a la altura de las circunstancias, sorteando las restricciones y sin lamentar incidentes, con el aislamiento de la banda islandesa Daði og Gagnamagnið como único contratiempo, que se solventó emitiendo una actuación grabada previamente. El primer Eurovisión postpandémico resultó ser todo un acierto y abre las puertas a eventos similares que miraban con lupa la organización del macrofestival europeo.

placeholder Destiny, la representante de Malta. (ESC)
Destiny, la representante de Malta. (ESC)

Menos mal que sabemos perder

España lleva años anclada a la parte baja de la tabla. A pesar de que nuestra música siempre ha funcionado muy bien internacionalmente, la delegación española no termina de dar con la tecla y nuestras propuestas son ignoradas sin miramientos por los eurofans y por el jurado. La charanga verbenera de Miki Nuñez, nuestro último representante, pasó con más pena que gloria por el festival y Blas Cantó tenía el reto de acabar con nuestra mala racha. Lo intentó con todas sus fuerzas con 'Voy a quedarme', una emotiva balada dedicada a su abuela, fallecida por covid hace unos meses. El resultado: solo Reino Unido y Bulgaria se acordaron de nosotros al repartir los puntos. Pero no pasa nada, si algo sabemos en España es perder. El fracaso nos alimenta y algún día utilizaremos toda la frustación acumulada para tomarnos la revancha.

Blas Cantó puede dormir tranquilo. Ha vuelto a demostrar que es un artista muy solvente y que se implica al 100% con los retos que la vida le presenta, incluso cuando todo rema en su contra. El murciano exhibió un absoluto control vocal en el escenario, con todas las notas en su sitio y derrochando la emoción que requería el tema. No fue suficiente porque en Eurovisión nunca es suficiente. Pero seguiremos intentándolo. Sin distancias ni mascarillas.

La mayor superproducción televisiva del mundo, el Festival de Eurovisión, por fin regresó a las pantallas de los 200 millones de hogares que suelen disfrutar del espectáculo en todo el continente. Una edición, la número 65, que no pudo celebrarse el pasado año porque Eurovisión se hace a lo grande o no se hace y las lentejuelas no brillan con la misma intensidad por Skype.

Blas Cantó