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El miedo y el deseo del primer Kubrick
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El miedo y el deseo del primer Kubrick

Antibelicismo, frialdad analítica, pesimismo vital. Todas esas constantes son las que definieron el cine de Stanley Kubrick, el director misterio, el niño mimado de Warner hiciese

Antibelicismo, frialdad analítica, pesimismo vital. Todas esas constantes son las que definieron el cine de Stanley Kubrick, el director misterio, el niño mimado de Warner hiciese lo que hiciese y el hombre que convirtió su propia existencia y su escueta filmografía un enigma. Su primera película, Fear and desire, no es ninguna excepción. El debut de un genio marcado por su carácter cerebral y su insufrible exhaustividad a la hora de rodar podrá verse, por primera vez en España, este domingo por la noche en TCM.

Para imaginar el impacto que esta pequeña película tuvo en su momento hay que viajar un poco en el tiempo hacia el cine y la sociedad americana de aquellos primeros años 50. Los musicales producidos por Arthur Freed, las estrellas voluptuosas al estilo de Betty Grable o los embrollos domésticos de Doris Day llenaban las pantallas. Eran tiempos de conservadurismo y ‘estado de bienestar’, del ‘baby boom’ y de los anuncios de una América próspera que se despedía de los macabros tiempos de la Segunda Guerra Mundial con los idealizados dibujos de Norman Rockwell. Pero la realidad y los temas más sombríos empezaban a asomar tras la idealización. Ahí estaban Elia Kazan y su tranvía llamado deseo o el primerizo Nicholas Ray de En un lugar solitario para demostrarlo.

Kubrick fue más allá de ese realismo. Con apenas 22 años había trabajado para la revista Life como fotógrafo y había arriesgado su propio dinero para rodar varios documentales. Ya por entonces estaba obsesionado con la técnica y su análisis milimétrico de las imágenes era más propio de un obsesivo compulsivo que de un jovencito que escuchase ‘rock and roll’ en la plácida América de los 50. Con 40.000 dólares que pidió prestados a sus familiares acabó gestando una película distinta a cualquier film que hubiese salido de la factoría de Hollywood. Su película se rodó en California y le costó una relación. Se había casado con una compañera de instituto, Toba Metz, en 1948. Toba no aguantó la obsesión de su compañero sentimental por rodar un largo y acabó rompiendo con él y dejándole solo en discursos que incluían palabras como ‘travelling’ o ‘fuera de campo’. Ella prefería a alguien más ‘normal’.

Pese a la ruptura, para un debutante que se saltaba las normas, la experiencia también fue feliz. Casi nadie vio la película, que contaba la historia de cuatro soldados atrapados en líneas enemigas y obligados a bascular entre sus miedos y deseos. Sin embargo, para pocos pasó desapercibido el talento del joven realizador, que también hizo las veces de editor y guionista. En ‘Fear and desire’ no solo estaba presente el antibelicismo de Senderos de gloria, sino también el carácter paranoico del protagonista de El resplandor o la precisión visual de La naranja mecánica. Para muchos estaba claro que había nacido un genio. Y como todo buen genio que se precie, Kubrick siempre se avergonzó de su primera ‘peliculita’ y trató de utilizar todo su poder, a lo largo de los años, para destruir cualquier copia que circulase por ahí. Vano intento, y más aún en tiempos en los que cualquier resquicio de pasado es aprovechado hasta límites insólitos. Y precisamente esa sana curiosidad por el germen de un genio es la que tendrán los espectadores que se enfrenten, por primera vez, ante esta película que ofrece TCM.

Las semillas de otros genios

El de Kubrick no fue el primer debut accidentado y ‘low cost’ de la historia del cine. El tópico del director primerizo que invierte todo su esfuerzo y su dinero en poder rodar se cumple con la mayoría de los grandes directores. A falta de un estudio que patrocinase a sus jóvenes cachorros a base de meterlos en otros departamentos antes de llegar a la dirección, eran ellos mismos los que tenían que buscar el modo de ponerse tras las cámaras.

Que se lo pregunten a John Carpenter, que tuvo que sacarse de la nada el vestuario de Halloween. Jamie Lee Curtis, la protagonista, llevaba ropa de su propio armario y la máscara de Michael Myers que más tarde pasó a ser santo y seña del género ‘slasher’, se compró en una tienducha de pueblo. Fueron medio millón de dólares que se acabaron transformando en una película alabada en el Festival de Chicago y, finalmente, en la cinta más rentable de la historia del cine.

Alfred Hitchcock fue otro que tampoco lo tuvo fácil. Cuando rodó El número 13 se tuvo que quedar a medias porque Paramount decidió cerrar sus estudios en Gran Bretaña. Tal vez fuese cosa del número del título, que le dio mala suerte. Tarantino también lo tuvo difícil. Reservoir Dogs no iba a pasar de ser una broma entre amigos en la que todos ellos interpretarían cada uno de los personajes. Sin embargo, el productor Lawrence Bender acabó leyendo el guión y enamorándose de su trama. Y de ahí a enseñárselo a Harvey Keitel, que aceptó encantado el reto de protagonizar la cinta, solo hubo un paso. Había nacido otro genio, aunque para muchos sigan considerándole un ‘maestrillo de la casquería’.

Y si hablamos de directores cuya entrada en la historia del cine está aún en pañales, un paseo por sus cortometrajes o por sus primeros pasos cinematográficos puede ser clarificador. El visionado de La cabeza o Luna, los cortos que hizo Alejandro Amenábar antes de ser considerado un genio gracias a Tesis da pistas de lo que más tarde se convertiría en garantía de éxito. Por no hablar de Una lección de cine o Código 7, las joyas de pequeño formato del Vigalondo que más tarde enfurecería al diario El país o sorprendería con sus Cronocrímenes.

Lo mismo le pasó a este amoral nihilista con su Fear and Desire. En ella se pueden ver los rasgos y las manías de un futuro megalómano caprichoso, los primeros ecos de un artista excéntrico que, como muchos de ellos, acabó resultando ser un genio. 

Antibelicismo, frialdad analítica, pesimismo vital. Todas esas constantes son las que definieron el cine de Stanley Kubrick, el director misterio, el niño mimado de Warner hiciese lo que hiciese y el hombre que convirtió su propia existencia y su escueta filmografía un enigma. Su primera película, Fear and desire, no es ninguna excepción. El debut de un genio marcado por su carácter cerebral y su insufrible exhaustividad a la hora de rodar podrá verse, por primera vez en España, este domingo por la noche en TCM.