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El suspense cabe en un ataúd
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El suspense cabe en un ataúd

Ya se ve como un pequeño milagro de nuestro cine. Buried (Enterrado) se ha convertido en la película española con mayor distribución internacional jamás estrenada: 8.000 copias; y

Ya se ve como un pequeño milagro de nuestro cine. Buried (Enterrado) se ha convertido en la película española con mayor distribución internacional jamás estrenada: 8.000 copias; y seguramente se convierta en la más rentable: costó apenas dos millones de euros. Rodrigo Cortés es el hacedor de tan triunfal proyecto. El director de la artificiosa Concursante supo verle las posibilidades a un guión que llevaba un tiempo circulando por Hollywood sin que nadie se atreviera a hacerlo. El reto era considerable: contar la historia de un hombre atrapado en un ataúd.

Buried apunta desde sus títulos de crédito estilo Saul Bass hacia el suspense hitchcockiano. Pero si bien se la puede asociar a alguno de sus experimentos de espacio reducido como Náufragos, la película trae a la memoria otras historias. Entre ellas figura la mejor escena de Kill Bill 2, con Uma Thurman intentando salir del mismo tipo de caja, o la del catalépsico Ray Milland atrapado en la suya en La obsesión. Sea como fuere, este ejercicio no apto para claustrofóbicos –que algún truco se saca de la manga para no agobiar demasiado- sabe agotar las posibilidades de su original planteamiento, y hasta se puede decir que en algunos momentos lo hace en extremo, abusando de un cierto efectismo.

El elemento fundamental en la historia es un móvil que amenaza con dejar a su protagonista con la palabra en la boca y algo más. Desde él se dan a conocer una serie de secundarios bien definidos que ayudan a que haya un relato bien desarrollado. A través de esta serie de conversaciones, la película se erige como un ejercicio crítico sobre la falta de escrúpulos que rige muchas organizaciones, si bien el subrayado es bastante grueso en una metáfora de por sí muy evidente: el ser humano atrapado en un sistema asfixiante.

 
Eso sí, hay dos bandos –que no voy desvelar, para no estropear el factor sorpresa-, y el tratamiento que se hace de cada uno de ellos, por más justificaciones que se den, resulta desigual. A falta de imagen posible, alguna voz cuela en ese pequeño espacio algún que otro estereotipo malicioso. Tengan muy en cuenta que el guionista es estadounidense.
 
Pero Buried descubre por encima de todo a Ryan Reynolds, un actor en el que muchos no hubiesen confiado -entre ellos, la que aquí escribe- y que, sin embargo, ofrece una buena interpretación que aterroriza especialmente con su ansiosa respiración. Un elemento a sumar a el gran suspense conseguido, potenciado por un montaje que es obra del propio Cortés. Aunque nos falte algo de emoción, el director, a diferencia de su protagonista, puede estar tranquilo: el resultado es más que recomendable.  .
 
LO MEJOR: Su tono sostenido y la interpretación de Reynolds.
 
LO PEOR: Alguna trampa y salida de tono.

Ya se ve como un pequeño milagro de nuestro cine. Buried (Enterrado) se ha convertido en la película española con mayor distribución internacional jamás estrenada: 8.000 copias; y seguramente se convierta en la más rentable: costó apenas dos millones de euros. Rodrigo Cortés es el hacedor de tan triunfal proyecto. El director de la artificiosa Concursante supo verle las posibilidades a un guión que llevaba un tiempo circulando por Hollywood sin que nadie se atreviera a hacerlo. El reto era considerable: contar la historia de un hombre atrapado en un ataúd.