La DANA cesa pero vienen más. ¿Qué zonas corren riesgo de inundarse con la próxima?
Gran parte de la franja más próxima al mar de las provincias más pobladas del Mediterráneo (destacan Valencia, Barcelona y Málaga) corre el riesgo de quedar anegadas
La última DANA (depresión aislada en niveles altos) deja por el momento un fallecido y cinco desaparecidos en Cataluña. Hace poco más de un mes, otro intenso episodio de gota fría inundó Murcia, causó siete víctimas mortales en el sudeste de la península, dejó miles de evacuados y arrasó los campos de cultivo. Son cifras duras, pero sabemos que estos episodios ocurren, han ocurrido y seguirán ocurriendo porque buena parte de la población española vive en zonas inundables.
Desde 1995 el Ministerio del Interior contabiliza más de 360 fallecidos por estos desastres naturales. Según el Consorcio de Compensación de Seguros y el Instituto Geológico y Minero de España, se estima que los daños que provocan cuestan unos 800 millones de euros anuales de media. Además, los expertos creen que el cambio climático aumentará la frecuencia de las lluvias torrenciales. Y lo peor es que muchas zonas de nuestro país seguirán corriendo grandes riesgos cada vez que se acerce un fenómeno similar.
Un informe elaborado recientemente por el Observatorio de la Sostenibilidad analiza el riesgo de inundaciones en la España peninsular y Baleares en la franja de los 10 primeros kilómetros de todas las costas. Y los resultados demuestran que algunas de las provincias más pobladas de la costa mediterránea, como Valencia, Barcelona y Málaga, se llevan la peor parte.
A pesar de que las zonas potencialmente inundables se reparten por toda la geografía, Fernando Prieto, director del Observatorio de la Sostenibilidad, explica que el informe sobre las zonas costeras era más urgente porque “es donde más gente vive, donde cada vez se asienta más población y donde son más importantes las inundaciones porque al riesgo de las crecidas de los ríos se unen los embates del mar”. De hecho, a menudo la combinación de las dos situaciones, lluvias torrenciales y tormentas en el litoral, produce los peores efectos.
El informe diferencia las zonas que se inundan de media una vez cada 10 años, cada 100 y cada 500. Técnicamente, lo llaman “periodo de retorno”. No obstante, “eso no quiere decir que los 500 años empiecen a contar a partir de ahora, sino que la inundación va a ser poco frecuente, pero se puede producir en cualquier momento”.
De hecho, cuanto menor es la frecuencia mayor es el potencial destructivo. “Una inundación que tiene lugar una vez cada 500 años es brutal, porque significa que el caudal del río es más ancho, que la superficie que abarca es muy grande y que las zonas más cercanas al centro de la crecida quedan anegadas a gran profundidad”, comenta el experto. Además, en estos casos extremos las zonas afectadas estarán aún menos preparadas que las que se inundan con frecuencia porque nadie espera que el agua pueda llegar hasta ellas.
Para elaborar este estudio, que incluye mapas detallados por provincias, los especialistas han combinado dos fuentes de datos. Por una parte, el Sistema de Información de Ocupación del Suelo de España (SIOSE, cuya última actualización data de 2014), que identifica todas las superficies artificiales: casco urbano, suelo industrial, suelo artificial de uso agropecuario, usos terciarios, equipamientos y otras infraestructuras, como las carreteras. Por otra parte, la información que ofrece el Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO) sobre las zonas que se deberían inundar en función de la geografía y de las lluvias esperables en los plazos elegidos (una década, un siglo o 500 años).
Valencia, la provincia más afectada
Al cruzar los datos en un sistema de información geográfica (SIG), obtienen la lámina de inundación (superficie que quedará anegada) para cada uno de los periodos temporales. Los resultados indican que Valencia es la provincia más afectada con diferencia. Cuenta con una superficie artificial total de 22.793 hectáreas en su la franja de los 10 kilómetros más próximos a la costa. En el periodo de retorno de 500 años, el 23,40% quedará bajo las aguas en algún momento. En el periodo de 100 años, el 15,65%. Y en el de 10 años, el 4,61%.
Aunque en términos relativos Cádiz y Girona superan a Valencia en este último periodo de 10 años (8,81% y 6,79%, respectivamente), la superficie construida en Valencia que queda en la lámina de inundación es muy superior, con 1.051 hectáreas afectadas. Las mayores incidencias se ubican en el extremo meridional de la provincia valenciana, entre Gandía y el límite con Alicante.
En términos absolutos, Barcelona se sitúa por detrás de Valencia. Su superficie artificial llega a 32.385 hectáreas y, aunque sólo se espera que en el periodo de 10 años se inunde el 2,88%, eso supone 933 hectáreas. Los problemas se concentran en la desembocadura del río Llobregat, lo que incluye los alrededores del aeropuerto, construido en una sobreelevación de la marisma.
Con otras provincias ocurre algo similar, aunque su porcentaje de superficie inundable no destaca, la cantidad de hectáreas que pueden quedar inundadas con frecuencia es muy notable. “Málaga tiene una población muy importante dentro de zonas de ramblas que se inundan periódicamente”, pone como ejemplo el director del Observatorio de la Sostenibilidad.
A más población más zonas de peligro
No es casualidad que las provincias que acumulan más zonas peligrosas estén entre las más pobladas: “Se ha edificado mucho y se ha hecho sobre las zonas inundables, lo cual es un error”, comenta Fernando Prieto. “Esto también está indicando una falta de control de las políticas públicas, se ha permitido edificar en ciertas propiedades que suponen un peligro”, añade. A veces, los nombres de algunas zonas, barrios y calles de ciertas localidades dan pistas sobre su situación: “rambla” o “marina baja” aluden sin duda a lugares por los que pasan las aguas o que pueden quedar bajo ellas.
Por otra parte, el informe diferencia entre la costa cálida española (todo el litoral mediterráneo, incluyendo Baleares, y el litoral atlántico sur, es decir, Huelva y Cádiz) y la costa fría (Galicia y el Cantábrico). El riesgo de inundación en la cálida es mucho mayor para todos los periodos de retorno, pero especialmente el de 100 años: el 8,17% de la superficie artificial se inundará en algún momento, frente a sólo un 2,89% en el norte.
No obstante, hay zonas de peligro en Asturias y País Vasco y solo las provincias costeras gallegas pueden presumir de tener un riesgo muy bajo de inundación de las áreas artificiales cercanas a la costa en todos los periodos de tiempo estudiados.
En concreto, los autores del informe identifican 14 “puntos calientes” que se reparten por toda la costa. Son lugares especialmente conflictivos porque en caso de inundación la superficie afectada tendría una gran extensión. Entre ellos encontramos ciudades de gran tamaño, como Palma de Mallorca, Cartagena y Gijón.
También están las zonas de Isla Cristina-Ayamonte (Huelva), Palmones-Guadarranque (Cádiz), Bajo Guadalhorce (Málaga), Bajo Andarax (Almería), San Javier-Los Alcázares (Murcia), Costa de Marina Alta (Alicante), Gandía-Oliva (Valencia), Alaquas-Catarroja (Valencia), Vinaroz-Peñíscola (Castellón), Empuribrava-Santa Margarida (Gerona) y Bajo Urumea (Guipúzcoa).
El acierto de los investigadores al señalar estas zonas se demuestra con los datos: tan sólo en lo que va de año ya se han inundado tres de estos lugares. Zonas señaladas en Valencia, San Javier-Los Alcázares (Murcia) y Gijón.
Las recomendaciones
A partir de los datos, los expertos realizan una serie de recomendaciones para tratar de minimizar los riesgos. “Hasta ahora lo único que nos dicen es que ha habido una mala planificación urbanística, pero eso ya lo sabemos todos, y no podemos coger un barrio entero y cambiarlo de sitio”, señala Prieto. Además, hay que tener en cuenta un componente socioeconómico que hace que, con frecuencia, las tragedias se ceben con los más pobres: “Las capas de población más desfavorecidas suelen vivir en las zonas más bajas de las ciudades y, por lo tanto, las que se inundan con más facilidad y tradicionalmente han tenido un suelo más barato”.
En su opinión, lo fundamental es informar a la población, que los propietarios sepan que están en una zona peligrosa y que deben tomar precauciones, además de tenerlo en cuenta en operaciones de compra y venta. “Sería interesante que a partir de ahora registradores y notarios certificaran de alguna forma el riesgo que puede tener cada una de las propiedades. Si te vas a comprar una casa y te dicen que es una zona inundable, es probable que te la compres en otro lugar o con otro precio, porque sabes que cada cierto número de años va a inundarse”, comenta.
En esta línea, el Observatorio de la Sostenibilidad propone crear una etiqueta similar a la de eficiencia energética de los electrodomésticos, que iría desde la A hasta la G y del color verde al rojo en función del riesgo de inundación de un edificio. La escala se construiría en función del periodo de retorno o recurrencia: prácticamente nula, muy escasa, 500 años, 100 años, 50 años, 10 años, 10 años+zona costera. “Es una aproximación general, habría que matizarlo por parte de las administraciones regionales y locales. En realidad esta información existe pero no está llegando al ciudadano”, señala Prieto.
El alarmante caso de los campings
No obstante, aparte de los edificios de viviendas, hay que tener en cuenta todas las infraestructuras. En particular, los expertos llaman la atención sobre la situación de los campings: “En España ya ha habido tragedias importantes, todos nos acordamos de Biescas, pero en las inundaciones de hace menos de un mes en el camping del Cabo de Gata, en Almería, también lo pasaron muy mal. Habría que ver cómo recolocar estas actividades”, advierte Raúl Estévez, miembro del Observatorio que ha estudiado específicamente esta cuestión.
Al analizar los datos de la Comunidad Valenciana, identificó 90 campings situados en la franja de los 10 kilómetros más cercanos a la costa y 30 de ellos, exactamente la tercera parte, se ubican en una zona inundable cada 10 años de media. En la lámina de inundación de los 500 años están dos terceras partes. Como curiosidad, en la provincia de Valencia no hay ni uno solo que esté totalmente fuera de peligro.
De forma paralela, además de informar habría que realizar intervenciones para que disminuyan las láminas de inundación. Una de las principales propuestas es reforestar la parte alta de las cuencas de los ríos, lo que ayudaría a retener los cauces y hacer que disminuya su velocidad. Otra medida es crear zonas de inundación más seguras. Por ejemplo, “en Alicante hay proyectos piloto muy interesantes. Cuando el río se desborda inunda parques o campos de fútbol y el agua se va filtrando”, afirma Fernando Prieto. De esta forma, se ataja parte del problema, mientras que una calle asfaltada sólo contribuiría a aumentarlo.
También hay que tener en cuenta que muchos ríos están canalizados por debajo de las ciudades. “Tienen que recuperar la luz en la medida en que se pueda. En general, se trata de soluciones basadas en la naturaleza y es ineludible avanzar por ahí en los próximos años”, comenta el experto.
“No se trata sólo de tener en cuenta los riesgos para la construcción de zonas nuevas, que también, sino hacer algo en las que ya sabemos que son inundables. Hay que ver cómo solucionamos el problema”, apunta, “sobre todo teniendo en cuenta que las previsiones de cambio climático nos dicen que estas situaciones van a ser cada vez más recurrentes”.
La última DANA (depresión aislada en niveles altos) deja por el momento un fallecido y cinco desaparecidos en Cataluña. Hace poco más de un mes, otro intenso episodio de gota fría inundó Murcia, causó siete víctimas mortales en el sudeste de la península, dejó miles de evacuados y arrasó los campos de cultivo. Son cifras duras, pero sabemos que estos episodios ocurren, han ocurrido y seguirán ocurriendo porque buena parte de la población española vive en zonas inundables.