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La ingeniera española que 'salvó' su empresa familiar y ahora factura 30M con robots
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La ingeniera española que 'salvó' su empresa familiar y ahora factura 30M con robots

Verónica Pascual cambió París por Madrigalejo del Monte para llevar la empresa familiar. Lo que no esperaba era convertirla en una multinacional que ha multiplicado por 20 su facturación

Foto: Verónica Pascual es la CEO de ASTI Mobile Robotics
Verónica Pascual es la CEO de ASTI Mobile Robotics

La vida de Verónica Pascual cambió un día del verano de 2003, cuando recibió una llamada de su familia desde Madrigalejo del Monte, un municipio de apenas 168 habitantes en la provincia de Burgos. En la empresa que regentaban, dedicada a hacer proyectos de artesanía tecnológica, había serios problemas de motivación y eso estaba afectando a las cifras del negocio. Ella, ingeniera aeronáutica de formación, atravesaba la veintena y vivía en París, donde trabajaba en la constructora Bouygues por el día y estudiaba un MBA por la noche.

Foto: Eva Martín es la CEO y cofundadora de Tiendeo.

Poco antes de esa llamada, Pascual recibió una oferta de la empresa en la que trabajaba para montar un 'spin-off' financiero en Londres. Era una oportunidad única en su carrera, pero las circunstancias familiares le cambiaron los planes: "Era un cambio. No era lo que esperaba, pero me debo a mi familia y no me lo pensé", nos cuenta. Esta es la historia de cómo una ingeniera aeronáutica española abandonó una gran compañía para irse a Burgos, coger una pequeñísima pyme, cambiar por completo su modelo de negocio, multiplicar por 20 su facturación y convertirla en una empresa que vende tecnología robótica en medio mundo.

Cómo multiplicar por 20 la facturación

En septiembre de 2003, Pascual abandonó París e inició una nueva vida en Madrigalejo del Monte al frente de Automatismos y Sistemas de Transporte Interno SAU, la compañía que sus padres fundaron en 1982, cuando ella era apenas una niña. Sus planes eran más bien a corto plazo: "Iba a estar ahí solo dos años, lo suficiente para remontar la situación y volver a mi carrera profesional".

Ante ella había una plantilla de algo más de 20 empleados y una lista de clientes a los que debía contentar. La compañía vendía desarrollos tecnológicos a empresas de España, pero una de sus primeras medidas fue darle un vuelco al modelo de negocio: "Además de recuperar la posición con los clientes, me centré especialmente en una nueva línea de negocio: los vehículos de guiado automático para los procesos industriales de grandes fábricas y empresas. Creamos dentro de la compañía una división que se dedicaba exclusivamente a eso".

La empresa cambió el modelo de negocio y apostó por los vehículos automáticos para los procesos industriales de grandes fábricas

Esta línea funcionó: la compañía no solo fue remontando sus cifras de negocio, sino que además se había metido de lleno en uno de los sectores con más futuro del mundo: la robótica enfocada a la maquinaria industrial y los vehículos autónomos. Verónica Pascual debería haber abandonado la empresa entre finales de 2005 y principios de 2006, cuando se cumplían los dos años que se marcó como plazo para reflotar la empresa y marcharse, pero, como quien no quiere la cosa, su estancia se alargó: "Yo pensaba que iba a salvar la empresa familiar; quién me iba a decir que sería la empresa familiar la que me salvase a mí".

En 2008 llegó el cambio definitivo: Pascual compró el 100% de las acciones de Automatismos y Sistemas de Transporte Interno SAU y la convirtió en ASTI Mobile Robotics SA.

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De pyme a empresa multinacional

Desde entonces el cambio ha sido radical. En 15 años ASTI ha pasado de ser una pequeña pyme de 20 empleados que hacía modestos proyectos de artesanía tecnológica a una empresa internacional de 240 empleados que vende soluciones de robótica móvil a grandes compañías presentes en 17 países. ¿La clave? Aportar por la fabricación, instalación y mantenimiento de vehículos sin conductor para la automatización de procesos industriales en sectores como la manufactura, el automóvil, la cosmética, la farmacéutica, la alimentación y el aeroespacial. Entre sus clientes, compañías como Pfitzer, Citroën, Volvo, Nestlé o Campofrío.

Las cifras hablan por sí solas: "Desde 2004 hemos multiplicado la facturación por 20 y el equipo humano por 10". El Registro Mercantil deja huella de parte de este proceso: ASTI facturaba 9,1 millones de euros en 2015 y en apenas tres años esta cifra subió hasta los 29 millones, sin contar las delegaciones en Francia y Latinoamérica. Y la compañía cuenta con bordear los 40 millones de facturación a finales de este 2019.

Además, se trata de una empresa rentable: su último ejercicio registrado dejó un beneficio de 3,6 millones de euros.

Verónica Pascual no puede negar el orgullo de esta trayectoria: "Es una satisfacción. Es cierto que siempre estoy pensando en lo que tengo por delante y no en todo lo recorrido, pero el salto en este tiempo ha sido tanto cuantitativo como cualitativo. Antes el vehículo automático era una división de la empresa y ahora es el 100% del negocio".

¿Y ahora qué? Por lo pronto, ASTI dio entrada en su accionariado en febrero de 2019 a Keensight Capital, un fondo de capital riesgo especializado en la inyección de capital para expansiones internacionales: "De cara a 2023 buscamos volver a multiplicar por 5 nuestra facturación, consolidar nuestra posición en Europa, crecer fuertes en Estados Unidos y seguir expandiéndonos a nivel internacional", nos reconoce la emprendedora. Y todo eso desde una compañía instalada en un municipio burgalés de poco más de 160 habitantes.

El tiempo dirá si la compañía consigue sus objetivos, pero lo más difícil ya está hecho. Verónica Pascual no solo ha conseguido transformar la empresa familiar, sino que además la ha convertido en un proyecto internacional conocido en medio mundo. Una situación que, a buen seguro, le resultaría imposible de creer cuando en el verano de 2003 recibió la llamada que le cambió la vida.

La vida de Verónica Pascual cambió un día del verano de 2003, cuando recibió una llamada de su familia desde Madrigalejo del Monte, un municipio de apenas 168 habitantes en la provincia de Burgos. En la empresa que regentaban, dedicada a hacer proyectos de artesanía tecnológica, había serios problemas de motivación y eso estaba afectando a las cifras del negocio. Ella, ingeniera aeronáutica de formación, atravesaba la veintena y vivía en París, donde trabajaba en la constructora Bouygues por el día y estudiaba un MBA por la noche.

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