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Trece años después de filtrarse en internet su vídeo íntimo: "Me arruinaron la vida"
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hablamos con víctimas años después de su infierno

Trece años después de filtrarse en internet su vídeo íntimo: "Me arruinaron la vida"

Hace años se enfrentaron a un infierno: un vídeo sexual suyo volaba por todo internet. Ahora hablamos con ellas para abordar el asunto con perspectiva y los 'juicios paralelos' a los que fueron sometidas

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Marzo de 2005. Ciudad Real. Conversación telefónica:

–Laura, ¿dónde estás?
–En mi habitación, ¿por?
–Voy para allá. No salgas.
–¿Pero qué pasa?
–Que el cabrón de Santi ha pasado un vídeo contigo y lo tiene toda la residencia, joder.

Ese fue el segundo que cambió la vida de Laura (nombre modificado), una universitaria de 21 años que en aquel momento estudiaba en Ciudad Real. Ella nunca se había grabado manteniendo relaciones sexuales con su novio, Santi (nombre modificado), o al menos nunca había sido informada de ello. Pero lo peor no era eso: lo peor es que su vídeo había empezado a circular en internet por todas partes. Laura entró en pánico y fue trasladada a Urgencias. La directora de su residencia llamó a la Policía Nacional, que detuvo a Santi, lo dejo en libertad hasta el posible juicio e interrogó a gran parte de su entorno universitario para saber qué había pasado.

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Para entonces, el vídeo de Laura había traspasado las fronteras de Ciudad Real: miles de personas en todo el mundo ya lo tenían en su disco duro o lo veían en internet. Todavía no había llegado la época de los smartphones ni de la mensajería instantánea a través del móvil, que ha ampliado el acoso sexual 'online', pero era casi peor, por dos motivos: en primer lugar, el vídeo estaba circulando por eMule; en segundo, Laura había sido expuesta dentro de una ciudad pequeña (Ciudad Real tiene 75.000 habitantes) y un entorno (el universitario) aún más pequeño, así que cualquier persona reconocería por la calle a la chica que acababan de ver manteniendo relaciones sexuales con su novio en un vídeo casero.

"Me fui a mi pueblo y no volví"

Los padres de Laura llegaron al hospital al día siguiente. Mientras esperaban el alta definitiva, sus amigas volvieron a la residencia para coger todas sus pertenencias. Ese mismo día, apenas 24 horas después de que todo empezase, Laura y sus padres se fueron a su pueblo, una localidad de unos 15.000 habitantes dentro de la misma provincia. Laura no volvería a vivir en Ciudad Real nunca más.

"Yo no entendía nada, era incapaz de entender qué había pasado, pero no quería volver a pisar la residencia. Unas amigas se vinieron a mi pueblo, mis padres no paraban de hablar con la directora de la residencia, la Policía vino a mi casa y, poco a poco, empecé a asimilar lo que había pasado. Es lo peor que me ha pasado en mi vida", asegura a este diario 13 años después de aquel episodio.

Quedaban tres meses para acabar el curso, pero yo no quería volver a Ciudad Real

Laura tenía clara una cosa: "Ni de broma me volvía a estudiar a Ciudad Real, pero ni a las clases ni a nada. Quedaban tres meses para acabar el curso, pero yo no quería volver. Con los profesores tuve suerte: tras hablar con mis padres, algunos me dejaron no hacer los exámenes, sino un trabajo; otros me examinaron en su despacho en fin de semana, para no estar con más gente; y otra incluso se vino a mi pueblo a hacerme un examen oral en casa".

Al curso siguiente, Laura hizo un traslado de expediente y se cambió de universidad y de ciudad para intentar rehacer su vida.

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El juez: "No hay delito"

Laura no quería poner una denuncia, solo quería olvidar lo sucedido, pero fue la Policía Nacional de Ciudad Real la que inició el proceso. En el juicio, tanto ella como su exnovio tenían que dilucidar la pregunta principal que se hacía el juez y de la que dependería la condena: ¿ese vídeo publicado en internet había sido grabado de manera consentida?

La cuestión no era menor, ya que, en 2005, el Código Penal español recogía que la difusión de un vídeo sexual privado solo era delito si había sido grabado o recibido sin el consentimiento de la víctima; en caso de que todo hubiera sido consentido, la difusión del contenido solo era una mera falta.

En 2005, la difusión de un vídeo sexual privado era delito solo si había sido grabado o recibido sin el consentimiento de la víctima

Laura mantuvo que en ningún momento dio su consentimiento: "Él me había insistido muchas veces en que nos grabásemos, pero yo no lo tenía claro, no estaba convencida, ya que tenía miedo de que luego se difundiese por cualquier sitio. Lo más que le dije es que podría estar bien, pero que me lo pensaría". Su expareja, que reconoció ante el juez que escondió la cámara entre la ropa que había sobre su mesa, acudió a un fotograma –en el que Laura estaría mirando a la zona de la cámara, aunque no se aprecia si miró directamente al objetivo– para defender el consentimiento. Finalmente, fue hallado culpable, pero no de un delito de vulneración de la intimidad (penado con hasta cinco años de cárcel en caso de difundir el vídeo), sino de una falta contra la integridad moral.

Laura se encontró con un Código Penal obsoleto para el que el consentimiento (o no) era una pieza clave. A día de hoy, esto ha cambiado: tras el revuelo que supuso la difusión en internet del vídeo sexual de Olvido Hormigos, el nuevo Código Penal que entró en vigor el 1 de julio de 2015 considera delito la difusión de vídeo sexuales privados incluso si el acusado los grabó con el consentimiento de la víctima o si fue ella quien se lo proporcionó. La filosofía de la ley ahora es diferente: una persona puede consentir que la grabes o puede enviarte un vídeo sexual, pero en ningún caso podrás difundirlo. La ley también afecta a las terceras personas que reciban ese material y decidan difundirlo.

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"Si fue tan traumático, ¿por qué tienes hijos?"

Han pasado 13 años desde aquello, pero a Laura no se le olvida: "Estuve más de tres años yendo al psicólogo. Ahora estoy totalmente recuperada, pero no vuelvo a Ciudad Real ni de turismo. Y a mi pueblo intento ir lo menos posible: es un pueblo pequeño, así que ahí voy a ser siempre 'la guarra del vídeo porno', que aún me lo siguen diciendo. Me arruinaron la vida, y eso se puede superar, pero no se olvida". Sobre todo por un hecho preocupante: "El vídeo sigue en internet. Si alguien sabe buscar, lo encuentra".

Pero hay algo que a día de hoy aún le duele, porque lo tiene muy presente: los juicios paralelos. "Unos años después tuve un novio al que me daba miedo contarle esto. Cuando lo hice me apoyó, pero acababan entrándole las dudas: insistía en preguntarme si yo di consentimiento o no para que me grabasen, por qué quise olvidarme del tema, por qué no quise destrozarle la vida a mi exnovio... Sé que él no era consciente de ello, pero en realidad me estaba cuestionando, es como si algo no le encajara, como si yo tuviese que ir llorando por las esquinas cinco años después".

Ni trece años, ni cinco, ni uno: no hay que culpar a una persona por intentar recuperar su vida, hay que animarla a ello y no cuestionarla

Los prejuicios, a día de hoy, aún no han acabado. "Ahora estoy casada, tengo dos hijos y soy feliz. Bueno, pues cuando vuelvo al pueblo, o una vez que quedé con unos viejos amigos de la universidad, todavía tienen dudas. No es que tengan dudas de lo que pasó en su momento, sino de 'lo rápido que se me ha pasado'. Mucha gente le quita importancia. Un amigo de la universidad me llegó a decir: 'Bueno, pero tan traumático no sería, ¿no? Que parecía que te ibas a morir, pero lo superaste y ahora estás casada y tienes hijos, así que igual no fue para tanto, mujer'".

Para ella, esta actitud es intolerable: "No solo es que se metan en un asunto del que no tienen ni idea, es que además se creen con el derecho a juzgarte. Mira, pon esto en el artículo: me cabreo mucho cuando a la víctima de La Manada la critican por salir con sus amigas, eso es una vergüenza. No hay que culpar a una persona por intentar recuperar su vida, hay que animarla a ello. Y, sobre todo, respetar su tiempo y sus decisiones. En mi pueblo igual: me han dicho más de una vez que, si aquello fue tan terrible, como es que ahora (¡trece años después!) llevo una vida normal. Ni trece, ni cinco, ni uno: cada persona es distinta y tiene sus ritmos. Si la vas a cuestionar, para eso cállate".

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Sonia: "Mandé un vídeo sexual a mi novio y lo vio medio mundo"

El caso de Laura guarda algunas diferencias con el de Sonia (nombre modificado), una madrileña de 29 años que en 2014 sufrió una situación similar: "Llevaba unos meses con mi novio y de vez en cuando nos mandábamos vídeos privados, tanto él como yo". Hasta que un día le llegó una sorpresa: "Un montón de amigas, casi a la vez, me dijeron que un vídeo mío se estaba moviendo por los WhatsApps de todo el mundo".

Sonia ni siquiera sabe el alcance que pudo tener. "No lo puedo medir, pero todo el mundo se lo iba pasando de móvil en móvil, así que imagínate. Me dio por buscar en internet y vi foros en los que gente de toda España decía que ya le habían pasado mi vídeo. Incluso lo habían subido a una web de porno".

Decidí que por qué iba a tener que estar amargada. Soy una mujer y me grabo lo que quiero, y al que le parezca mal, que se joda

La reacción de Sonia se dirigió en dos direcciones y con dos preguntas: qué hacer frente a la gente que la juzgó por haberse grabado desnuda y qué hacer respecto a su exnovio. En el primer aspecto pudo salir pronto adelante: "Estuve dos días destrozada, no hablaba con nadie, ni siquiera con mi familia (que se enteró enseguida), porque todos los comentarios que me llegaban por internet eran que por qué era tan idiota, que a quién se le ocurre hacer eso, que qué guarra. Pero al tercer día decidí que por qué coño iba a tener que estar yo amargada. Soy una mujer y me grabo lo que me da la gana, y al que le parezca mal, que se joda".

Respecto a su expareja, su sensación ha cambiado con el tiempo: "Solo me arrepiento de una cosa: de no denunciarle. Como quería demostrar a todos que las críticas no iban a poder conmigo, no le denuncié, a pesar de que mis amigas y mi familia me decían que lo hiciese, pero pensé que eso sería una 'victoria' para él y para los que se estaban riendo de mí y criticándome. Ahora sé que me equivoqué: debí haberlo denunciado, pero me echaba a temblar solo de pensar en un juicio".

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"No tengo que dar explicaciones a nadie"

Sonia también fue sometida a juicios paralelos de su entorno cercano y de la gente que hablaba de su vídeo en internet: "Una antigua amiga filtró una conversación de WhatsApp en la que yo le dije que me daba igual todo, que quien criticase mi vídeo, que me daba igual. Y claro, cuando a la gente le llegó eso, me criticaron más. Si no tenía ya bastante con lo mío, encima más críticas".

La joven madrileña es tajante: "Yo no tengo que dar explicaciones a nadie, absolutamente a nadie. Ni de por qué me grabo, ni de por qué se lo mando a alguien, ni de por qué a los tres días ya estoy saliendo a la calle e intentando divertirme... ¿Vienes a ayudar? Perfecto. ¿Vienes a criticarme? Lárgate de aquí".

"Hay que ser mala persona para decirle a alguien cuánto tiene que estar de 'luto'"

Le contamos a Sonia el caso de Laura y no tarda en solidarizarse con ella: "Que tarde lo que tenga que tardar en recuperarse, y que rehaga su vida cuando pueda, con quien quiera y como quiera. Quien le diga que no sería tan traumático si ha acabado casándose y teniendo hijos es un imbécil que se mete donde nadie le llaman. Hay que ser mala persona para decirle a esta chica si tiene que estar más o menos tiempo de 'luto'. Yo estuve dos días y ella varios años, ¿y qué? ¿Qué les importa a los demás lo que haga una persona después de que le pase algo así? Cuando hables con ella le dices que tiene todo mi apoyo".

Los casos de Sonia y Laura son significativamente distintos, pero tienen dos cosas esenciales en común: en primer lugar, que un vídeo sexual suyo acabó inundando internet sin su consentimiento; en segundo, que todo el mundo se creyese con el derecho a juzgarlas por el mayor o menor tiempo que tardaron en recomponerse. Una situación que afecta cada vez a más mujeres, porque en el terreno de los prejuicios no solo hay que ser víctima, también hay que parecerlo.

Marzo de 2005. Ciudad Real. Conversación telefónica:

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