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Quince días viviendo en un hogar conectado: ¡esta casa es una ruina!
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Quince días viviendo en un hogar conectado: ¡esta casa es una ruina!

De Amazon Echo a las bombillas de Philips, pasando por cámaras conectadas o equipos de sonido que funcionan por wifi. ¿Funciona de verdad el internet de las cosas?

Foto: Foto: J. E.
Foto: J. E.

La casa conectada. Esa arcadia digital y tecnológica que las grandes marcas nos están vendiendo en los últimos meses parece todavía un poco lejos, si nos atenemos a la oferta actual del mercado. En Teknautas nos hemos liado la manta a la cabeza y hemos tratado de exprimir varios cacharritos que prometen automatizar nuestra vida y hacerla mejor. Ese mantra tan manido de Silicon Valley del 'make a world a better place' (hacer del mundo un lugar mejor) que tanto suena en 'keynotes' y presentaciones. ¿Es mi casa un lugar mejor después de dos semanas? La cruda realidad: en algunas cosas sí y en muchas otras no.

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Todo comenzó hace unas semanas cuando, en un viaje a Londres, me animé a hacerme con un Amazon Echo Dot. Sí, ya sabía que solo estaba disponible en inglés o alemán y que gran parte de sus funcionalidades (la previsión del tiempo, el tráfico o ciertas 'apps' de terceros) no las iba a poder disfrutar. Pero el hecho de poder hablar con Alexa y pedirle cosas sin interacción alguna con el móvil o el reloj me parecía interesante. Y, ya puestos, ¿por qué no probar otros cacharritos que prometen hacernos la vida más sencilla? Dicho y hecho. Nos hicimos con una cámara 'indoor' de Nest, un equipo de sonido Sonos, una torre Energy Sistem y unas bombillas Hue. Y comenzamos a conectar todo a lo loco en el hogar. Este fue el resultado.

Alexa: mejor conocerte dentro de unos meses

El Echo Dot es la estrella de la función. Esta versión en miniatura del Echo tiene las mismas funciones, aunque asumo que la calidad del audio es algo peor que en el original. El sonido no es precisamente envolvente, más si lo comparo con el UE Boom que preside mi salón, pero la diferencia de precio me echaba para atrás en este experimento si tenemos en cuenta las 100 libras extra que había que pagar por el asistente original.

Hacerse con un Echo hoy es hacerse con un producto capado. Con mucho potencial, pero capado por todas partes. De primeras, es necesario saber que solo se le puede hablar a Alexa en inglés o en alemán, y habrá que darse de alta en la Appstore o Google Play de alguno de los países (Estados Unidos, Reino Unido, Alemania) que de momento soportan al asistente.

placeholder El Echo Dot cabe en la palma de la mano y pasa prácticamente desapercibido en el salón. (J. E.)
El Echo Dot cabe en la palma de la mano y pasa prácticamente desapercibido en el salón. (J. E.)

Olvida pedirle a Alexa información del tiempo, del tráfico o de las noticias locales. No te las va a dar. Si eres un tipo al que le gusta seguir la actualidad de alguno de los países citados, sí que puedes hacerlo con algo tan sencillo como pedirle a Alexa que te recite las noticias.

¿Qué puede hacer Alexa? Podemos controlar Spotify a través del asistente (pedirle música de un grupo, pasar de canción, controlar el volumen) sin tener que estar pendientes del teléfono en todo momento, e incluso hay aparatos, como las bombillas Philips a las que llegaremos, que se pueden controlar por voz. Quizá lo más útil que he encontrado han sido los temporizadores y las alarmas cuando estoy en la cocina y necesito pedirle una cuenta atrás de 15 minutos.

Alexa esconde potencial, pero hasta que el 'software' no esté adaptado no se podrá disfrutar plenamente en nuestro país

Como siempre, la pregunta salta de primeras en cuanto algún amigo o conocido pasa por casa: ¿merece la pena? Por el momento no, más allá de la curiosidad tecnológica si te gusta estar a la última. Pero que el día de mañana pueda pedir un Uber sin tener que interactuar con el móvil es uno de mis sueños húmedos tecnológicos.

¿Qué hay de la privacidad? Aquí el problema es real y palpable, ya que el Echo está pendiente de todo lo que suena para saltar en cuanto escuche el nombre de Alexa. Si no te hace ni pizca de gracia, tienes un botón para que no te escuche, pero eso convierte al Echo en una pieza de tecnología tan eficiente como un coche con ruedas cuadradas.

Philips Hue: mi placer culpable

Con las Hue de Philips me cuesta mucho ser imparcial. Me encantan. Estoy enamorado de ellas. Y, pese a todo, me costaría mucho recomendárselas a alguien que no esté convencido del todo de sus bondades, ya que hablamos de unas bombillas cuyo 'pack' básico (tres luces y un 'bridge' para conectarlas) cuesta alrededor de los 165 euros con cada bombilla, en función del tipo, entre los 17 y los 59 euros.

¿Qué decir de las Hue? Como otras bombillas de color que se pueden comprar, prometen millones de colores para tu salón que puedes configurar de manera manual o mediante las llamadas escenas para lograr ese naranja que lograste captar en un atardecer en El Cairo. Puro 'marketing'. Pero más allá, las bombillas tienen cuatro o cinco ideas que he utilizado con frecuencia en mi día a día.

placeholder Foto: Philips.
Foto: Philips.

Puedes pedirle a la 'app' que te geolocalice para que las luces estén encendidas cuando llegas a casa si ya se ha puesto el sol y también puedes decirle que las apague en cuanto abandonas el hogar. Puedes incluso programarlas cuando te vas de vacaciones para que se enciendan a horas determinadas o le puedes pedir que lo haga de manera aleatoria para que parezca que hay alguien en casa. También lo puedes programar para que la luz de tu habitación se atenúe hasta apagarse por completo a una hora determinada o que se encienda progresivamente a la hora a la que te acostumbras a levantar a diario.

Y por último, existe una pestaña en la aplicación llamada Hue Labs en la que se pueden probar 'hacks', todavía en fase de testeo, que te permiten chorradas monumentales como lograr que la intensidad de las bombillas suba y baje de manera que imiten la luz creada por una vela. ¿Absurdo? Muy probablemente. Pero mi salón nunca ha estado mejor iluminado que durante estos días.

Sonos: el mejor sonido viene con tara

Da gusto enchufar un altavoz Sonos y un 'subwoofer' a la red de casa en cuanto empiezan a escupir notas musicales. Para una persona que había tirado hasta la fecha de un altavoz bluetooth y poco más en el hogar, la diferencia es considerable, como considerable es el precio de cada pieza del 'hardware' que hemos probado. Un altavoz Sonos 1 cuesta 229 euros, mientras que el 'subwoofer' se va a los 799 euros.

La ventaja es que el sistema es modular y escalable, por lo que puedes ir comprando altavoces de manera individual para montar tu propio equipo de sonido en casa. La configuración es sencilla y en pocos minutos tienes enlazada tu cuenta de Spotify, pero el problema, al funcionar por wifi, es que en nuestra prueba hemos encontrado un pequeño 'lag' a la hora de escuchar música que se ha convertido en un ligero contratiempo. ¿Arruina la experiencia? Para nada, pero limita las posibilidades de un sonido excelente.

placeholder (Carmen Castellón)
(Carmen Castellón)

Porque al funcionar conectados al wifi de casa, los Sonos que hemos probado no se pueden utilizar en un televisor, por lo que se pierde cualquier opción de convertir el sistema en un 'home cinema' (sí que hay opciones Sonos para conectar a la tele, e incluso algunas incluyen un Sonos 1, pero no la que hemos probado). Si me voy a gastar cerca de 1.000 euros en un equipo de sonido inteligente, es probable que opte por otra configuración de Sonos que sí incluya la televisión. Me gusta la música, sí, pero no sé si me gusta tanto como para dedicar ese dinero a un equipo específico.

En este punto, es importante señalar que existen otras soluciones en el mercado que pueden ofrecerte ambas vías para escuchar audio, ya sea vía wifi o bluetooth para conectarlo a un televisor. Estos días también he podido probar una torre Multiroom de Energy Sistem que ofrece sonido por diferentes entradas: es más, puedes incluso conectarlo por cable a la antigua usanza. Y el uso que finalmente le he dado ha sido eso. Llámalo paradoja tecnológica o ignorancia frente al televisor, pero tras un primer experimento desviando el sonido de la televisión a la torre por bluetooth, no he sido capaz de lograr que conectara de nuevo. Por cable, eso sí, ha sido impecable.

Y, ojo, porque Energy Sistem también tiene equipos que funcionan vía wifi. La experiencia de uso ha sido similar a la de Sonos con una calidad de sonido algo inferior pero que, vista la diferencia de precio, es totalmente comprensible: el Multiroom Portable Wifi cuesta 89 euros, por los 195 de un Play 1 de Sonos, y además cuenta con un añadido a su favor. Al tener batería, es un altavoz portátil que no está atado a una toma de corriente, como sí sucede en el caso de su competidor.

Nest: fundido a negro

El último de los aparatos que han entrado en casa en esta quincena fantástica de la tecnología inteligente ha sido una cámara de seguridad Nest. Un 'gadget' que me interesaba por pura curiosidad 'voyeur': poder espiar a mi perra durante las horas de soledad en casa. Es más, la cámara, cuyo aspecto no difiere de lo que es una webcam con un diseño adaptado a nuestros días, tiene algunos añadidos interesantes: detecta movimientos en casa de personas sospechosas y te envía alertas si cree que se ha colado un intruso en tu hogar.

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Desgraciadamente, no ha habido forma de probarlo. Después de configurar la cámara en dos casas diferentes, con sus dos redes diferenciadas, no he pasado del punto en el que la aplicación trata de conectarse a la cámara y un círculo azul en movimiento indica que la señal de vídeo está a punto de aparecer... aunque nunca lo haga.

Según el FAQ, es probable que el problema se deba a una baja tasa de transferencia de datos (o que el wifi no tiene la potencia suficiente), pero tras probarlo en dos redes de 50MB y 300MB, no parece ser el caso. Si de algo es significativo el caso de Nest, al que no puedo juzgar sin haber probado, es que es un buen ejemplo de lo desesperante que puede ser conectar uno de estos dispositivos hoy. El concepto del 'plug & play' tan característico de la tecnología tradicional, con cables, queda muy lejano.

¿Merece la pena el hogar inteligente?

Tal y como está el mercado en la actualidad, merecen la pena algunos 'gadgets' conectados a la red. El hogar conectado está lejos de convertirse en realidad, pero hay algunos aparatos que, conectados a la red, te pueden ser útiles según el uso que les quieras dar. Como decía unos párrafos más arriba, atenuar las luces o cambiar de color para ver una película es un capricho, algo caro, que no puedo lograr con unas bombillas convencionales.

Puede que algún 'gadget' suelto pueda solucionarte algún problema. Más allá, la idea del hogar conectado todavía está muy lejana

El Echo de Amazon, por ejemplo, esconde un gran potencial, pero que no esté disponible en España todavía le lastra hasta el punto de convertirlo en un añadido exótico para las visitas y que en mi casa me ayuda a poner música en el salón sin moverme del sofá.

¿El consejo de Teknautas? Revisa caso a caso qué te ofrece cada tecnología y dónde puedes sacar provecho de los 'gadgets' conectados a la red. Que cada uno tenga su propio protocolo de instalación y que en algunos casos el proceso pueda ser tedioso (la instalación de Nest o los problemas para conectar la torre Energy Sistem al televisor) son significativos si tenemos en cuenta que la persona encargada de probar todos estos aparatos está acostumbrada a lidiar con tecnología de consumo a diario. En otras palabras: mamá, no, no te compres un asistente de voz para casa. Todavía no.

La casa conectada. Esa arcadia digital y tecnológica que las grandes marcas nos están vendiendo en los últimos meses parece todavía un poco lejos, si nos atenemos a la oferta actual del mercado. En Teknautas nos hemos liado la manta a la cabeza y hemos tratado de exprimir varios cacharritos que prometen automatizar nuestra vida y hacerla mejor. Ese mantra tan manido de Silicon Valley del 'make a world a better place' (hacer del mundo un lugar mejor) que tanto suena en 'keynotes' y presentaciones. ¿Es mi casa un lugar mejor después de dos semanas? La cruda realidad: en algunas cosas sí y en muchas otras no.

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