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Los inventos de Houdini: cómo el escapista patentaba sus trucos sin desvelarlos
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también ejerció de actor y cineasta

Los inventos de Houdini: cómo el escapista patentaba sus trucos sin desvelarlos

Para protegerse de sus imitadores, el húngaro registró los derechos de algunos de los mecanismos y artilugios que utilizaba en sus arriesgados números

Foto: El maestro del escapismo Harry Houdini nació en Budapest en 1874. (Wikipedia)
El maestro del escapismo Harry Houdini nació en Budapest en 1874. (Wikipedia)

Si Harry Houdini se enteraba de que otro mago había copiado uno de sus trucos, no recurría a abogados ni tribunales. Prefería la venganza. El famoso escapista de origen húngaro se disfrazaba de anciano con una barba falsa, un sombrero y un bastón. De esta guisa se infiltraba entre el público del espectáculo de su contrincante.

“Cuando su rival presentaba el número como propio, Houdini se levantaba, revelaba su identidad y le ridiculizaba frente a la audiencia”, describe a Teknautas Eduardo Caamaño, autor de ‘Houdini’ (2016), la primera biografía del mago en castellano. El ilusionista invertía mucho tiempo y dinero en conseguir que sus argucias funcionaran, y no estaba dispuesto a que otros se llevaran el mérito. Por eso, además de desmoralizar a los tramposos, protegía algunos de sus trucos para evitar plagios: “Pensaba que patentando sus números podía blindarlos contra los imitadores”, dice el escritor gallego.

Cuando su rival presentaba el número como propio, Houdini se levantaba, revelaba su identidad y le ridiculizaba frente a la audiencia

El escapista, cuyo verdadero nombre era Erik Weisz, tenía una faceta de inventor que plasmaba en los increíbles números que representó durante la primera mitad del siglo XX. “Podía tardar años hasta que los llevaba a los escenarios; tenía que asegurarse de que todas las piezas y mecanismos funcionaban correctamente”, indica Caamaño.

Houdini sabía que el plagio era algo habitual entre los magos e ilusionistas de la época, así que se decantó por utilizar el peligro como elemento disuasorio. Pero había veces que ni siquiera él mismo se atrevía a llevar a cabo sus propias ideas. En 1912, según otra biografía del escapista (‘Houdini!: the career of Ehrich Weiss’), solicitó una patente en Alemania para un tanque hermético que se introducía en otra arca cerrada a cal y canto. Sin embargo, nunca llegó a representar el espectáculo en el que debía escapar de ambos recipientes llenos de agua.

En 1926, el húngaro obtuvo los derechos en Estados Unidos de un diseño para una “figura de juguete”. El esquema mostraba a un individuo atrapado en una camisa de fuerza, la representación de un truco de escapismo en el que él conseguía liberarse de las ataduras. El escapista utilizaba la prenda en algunas de sus demostraciones públicas, aunque no sobre los escenarios.

Houdini sabía que no bastaba con echar un vistazo a las patentes para copiar su espectáculo. Al menos si el imitador quería seguir con vida

Otro documento registrado en Alemania describía un invento que tampoco usó en sus espectáculos. Se trataba de un sistema de andamios y soportes que potencialmente le habrían ayudado a escapar de un bloque de hielo. En el hipotético número, Houdini debía meterse en un tanque de agua que sus ayudantes congelaban. “Aquello era imposible”, afirma Caamaño. Necesitaban demasiado tiempo y mucha energía para congelar tantos litros de agua. “Y luego está la dificultad de salir de allí con vida, porque no podía respirar”, detalla el escritor.

Junto con la solicitud de las patentes, el mago debía entregar un esquema descriptivo de los artilugios que quería proteger, una obligación que podía amenazar el secretismo de su obra. Sin embargo, el maestro sabía que no bastaba con echar un vistazo a aquellos croquis para copiar su espectáculo. Al menos si el imitador quería seguir con vida.

Por un lado, “los dibujos solo muestran el sistema mecánico y las piezas que hacen posible el truco, no su ejecución”, señala Caamaño. Por otro, además de la capacidad para fabricar y encajar todos los mecanismos, los posibles copiones necesitaban valor y fortaleza física para llevarlos a cabo.

En el caso de la celda de tortura acuática, su espectáculo más conocido, prefirió proteger el número con un ‘copyright’, ya que así no tenía que desvelar ningún detalle. El biógrafo explica en qué consistía el arriesgado desafío: “Se metía en un tanque lleno de agua boca abajo y atado de pies y manos, y cerraba la tapa con candados”. Su asistente corría a continuación una cortina que ocultaba el depósito, esperaba unos pocos minutos y volvía a descorrerla para mostrar al asombrado público que el mago había salido de su prisión acristalada.

El truco acuático, el que más beneficios y fama proporcionó a Houdini, tuvo dos estrenos. La primera vez lo representó en privado, ante una sola persona. “Esto le sirvió para registrarlo, necesitaba un testigo para firmar los papeles”, cuenta el escritor. Una vez obtuvo los derechos de propiedad, organizó otra función multitudinaria para dar a conocer públicamente su hazaña en el Circo Busch de Berlín. “En realidad nadie usó nunca la cámara de tortura acuática porque era demasiado arriesgado, la gente tenía miedo de copiar sus trucos”, dice Caamaño.

A pesar de que Houdini concebía los enrevesados números, el mago no tenía conocimientos técnicos para diseñar los engranajes y complejos mecanismos que le permitían ejecutarlos sin morir en el intento. Por eso trabajaba con un ingeniero que le acompañó durante toda su carrera: “El británico Jim Collins era la persona que se encargaba de hacer realidad las ideas y artilugios”, explica el biógrafo. Houdini dio con él tras poner un anuncio con los requerimientos del puesto.

Aparte del fiel Collins, que permaneció con el escapista húngaro hasta su muerte, este tenía un equipo de asistentes que iba cambiando porque ser ayudante de mago no estaba bien pagado y exigía mucha dedicación.

Houdini el actor y cineasta

El genio del ilusionismo tenía otros intereses más allá de los escenarios, aunque siempre relacionados con sus actuaciones. En 1921, el húngaro obtuvo una patente por un traje de buceo que, según Caamaño, diseñó a raíz de uno de sus films. “En la película había un submarino y durante el rodaje se dio cuenta de que los trajes de buceo que se utilizaban en la época eran trampas mortales, si había problemas con el suministro de oxígeno la persona no tenía tiempo de salir”, relata el escritor.

Los dibujos solo muestran el sistema mecánico y las piezas que hacen posible el truco, no su ejecución

Por eso, durante la época en que trabajaba en una exhibición de saltos, Houdini ideó una indumentaria dividida en dos piezas: se separaba por el medio para que su portador pudiera liberarse más fácilmente. “Su proyecto nunca pasó del papel debido al escepticismo demostrado por la Marina americana, que optó por no apostar por su idea”, relata el escritor.

El mago tuvo su propia productora cinematográfica, aunque se inició en el séptimo arte como actor. Entre otras cintas, protagonizó el serial ‘The master mystery’ (1919), en el que aparecía también el primer robot de la gran pantalla representado con la imagen clásica. Se llamaba Autómata y era el villano de la película, que contaba precisamente la historia de una empresa que firmaba contratos con inventores para luego deshacerse de sus patentes. La máquina era más bien un cíborg, pues tenía un cerebro humano.

Según el libro ‘Houdini!: the career of Ehrich Weiss’, el húngaro intentó atribuirse la invención del autómata, describiéndolo como una “figura controlada por un sistema de solenoides, similar al de los torpedos aéreos”. Una afirmación que nada tenía que ver con la realidad, porque el papel estaba interpretado por un actor de carne y hueso disfrazado.

“Houdini no tenía ninguna ambición como actor de cine”, asegura Caamaño. Lo que le interesaba era promocionar su espectáculo, y las películas le permitían mostrar sus habilidades al público sin tener que recorrer el país. “Los estudios de Hollywood no le querían porque era muy malo, así que montó su propia productora para financiar sus propias cintas”, prosigue el escritor.

A pesar de sus esfuerzos, el mago acabó por renunciar a seguir haciendo algunos de sus trucos, como aquellos en los que utilizaba unas esposas, por la proliferación de imitadores. Aun así, su creatividad y atrevimiento le permitieron convertirse en uno de los escapistas más famosos de la historia.

Si Harry Houdini se enteraba de que otro mago había copiado uno de sus trucos, no recurría a abogados ni tribunales. Prefería la venganza. El famoso escapista de origen húngaro se disfrazaba de anciano con una barba falsa, un sombrero y un bastón. De esta guisa se infiltraba entre el público del espectáculo de su contrincante.

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