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Mileurista para siempre: la verdadera generación perdida
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PADRES EN EL PARO E HIJOS QUE NUNCA SALDRÁN DE ÉL

Mileurista para siempre: la verdadera generación perdida

Dominique Strauss Kahn avisó la pasada semana de que esta crisis estaba causando consecuencias muy negativas para la estabilidad social, ya que los padres se estaban

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Mileurista para siempre: la verdadera generación perdida

Dominique Strauss Kahn avisó la pasada semana de que esta crisis estaba causando consecuencias muy negativas para la estabilidad social, ya que los padres se estaban quedando en el paro, y los hijos tienen pinta de no salir nunca de él; de que estábamos a las puertas de crear una generación perdida. Las malas noticias, avisan los expertos, no tienen que ver con las previsiones del Director Gerente del FMI sino con el hecho de que su aviso llega tarde. Porque generaciones perdidas ya tenemos unas cuantas.

En primera instancia, porque ya poca gente aspira a ganarse profesionalmente  la vida con aquello en lo que se formó (o en lo que se está formando). Según José Manuel Sánchez Duarte, profesor de Ciencias de la Comunicación de Universidad Rey Juan Carlos, casi todos quienes integran su generación, cercana (por arriba o por abajo) a la treintena, han tenido que buscar empleo en tareas que nada tienen que ver con su titulación, agarrándose a cualquier oportunidad laboral para poder subsistir. “Quienes han tenido más suerte se han tecnificado o han encontrado un espacio en los recursos humanos o en la gestión de empresas. Quienes no han sido tan afortunados, se emplean en trabajos ocasionales, esperando que les llegue una oportunidad de situarse en lo suyo”. Hasta que, como asegura Amparo Serrano Pascual, profesora de Psicología Social de la Universidad Complutense, “llega un día en que terminan por asumir que ya nunca podrán trabajar en aquello para lo que han estudiado. Suelen ganarse la vida con una batería de trabajos polivalentes, de esos que pueden realizar quienes poseen estudios primarios o medios, y que les permiten ir subsistiendo”. Sin embargo, tampoco esa descualificación trae como contrapartida una mayor estabilidad, ya que bajar peldaños en la escala profesional no asegura ser contratados con frecuencia.

En segundo lugar, esta situación genera estancamiento profesional y, con él, salarial. El mileurismo, que se pensaba como un elemento transitorio, como una etapa de la vida que se superaría conforme pasasen los años y se ascendiesen escalones profesionales, se está convirtiendo para una parte importante de la población en una situación de la que difícilmente se sale. Según Duarte, no son muchos los graduados universitarios de menos de 40 años que a pesar de contar con masters y, en algunos casos con dos carreras, logran pasar la barrera simbólica de los mil euros. Algo que achaca a que “se ha abierto una brecha importante entre esa franja de los mil euros y las retribuciones que perciben los cargos intermedios. Entre los 1000 y los 3000-4000 € hay un desierto. Y es justo el estar en esa zona intermedia la que la que te permitía, al ganar un poco más, poder trazar planes de futuro. Hoy, o estás arriba o estás abajo”.

Lo peor, asegura Serrano, ni siquiera es que se gane poco, sino que se carece por completo de estabilidad. “Nuestro modelo productivo funciona con políticas de empresa que imponen una alta rotación laboral, especialmente entre los jóvenes, lo que dificulta enormemente dibujar proyectos vitales. Y a partir de determinadas edades, tanta rotación da pánico”. Aun cuando hablemos de hogares con dos sueldos, (algo en general necesario para alquilar o comprar una vivienda y hacer frente a los gastos que generan los hijos), “la posibilidad de perder el trabajo, cuando se tienen 35-40 años, causa mucha angustia. Es cierto que muchos de ellos se han acostumbrado a la inestabilidad, pero también lo es que, cuando hay un 20% de desempleo, ese sentimiento de vulnerabilidad hace mucho daño”.

Solían explicarse este tipo de problemas por la preparación insuficiente, siendo la mano de obra poco cualificada la que, ante las variaciones en las exigencias productivas, sufría situaciones de exclusión. Sin embargo, lo que vemos hoy es que titulados universitarios con sus correspondientes posgrados o no acceden al empleo o si encuentran trabajo es por debajo de sus capacitaciones profesionales. En estos casos, suele argumentarse que la precariedad se da entre aquellos que apostaron por las carreras equivocadas, en general todas las relacionadas con humanidades, y que quienes cursaron carreras técnicas aún tienen la vida asegurada porque el mercado sigue demandando sus conocimientos. Y aunque haya profesiones que tienen mejor salida que otras, tampoco esta realidad puede tomarse literalmente. Como asegura Ramón Durantez, vicesecretario general del Sindicatos de Arquitectos de España, la crisis ha cambiado las cosas. “Por primera vez desde hace muchos años, hay arquitectos que no pueden incorporarse al mercado laboral. El retroceso es generalizado, tanto en las posibilidades de desarrollo de carrera, ya que quienes comenzaron a trabajar hace pocos años no han progresado nada laboralmente, como en las retribuciones, que han disminuido de forma apreciable. Además, como muchas empresas de arquitectura cuentan con trabajadores que son falsos autónomos, y por lo tanto no tienen compromisos contractuales firmados, bajan los sueldos sin mayor problema”.

Esta situación, sin embargo, no es patrimonio de un tipo de empleo o de un sector profesional determinado sino que está causada por nuestro modelo productivo. Como afirma Amparo Serrano, “el modelo competitivo español se ha especializado en sectores muy intensivos en manos de obra descualificada, de modo que no puede absorber a los titulados, porque no hay empleo para tantos, y sí mucho trabajo mal pagado. Nos hemos centrado en productos que requieren de poca inversión de capital humano y que se basan mucho más en la disciplina que en el valor añadido que aportaría la mano de obra cualificada”.

Así las cosas, en un entorno en el que cuesta mucho ingresar en el mercado de trabajo, donde es complicado sobrepasar la barrera de los mil euros, y más aún mantenerse, porque rápidamente se pasa a estar obsoleto, “la generación perdida no es una posibilidad, sino un estado habitual”.  Y lo peor, avisa Duarte, es que “la situación no tiene ninguna pinta de ir a mejor”. La solución, para Serrano, es evidente. Sólo tendríamos que seguir el modelo de otros países europeos, como Holanda, “donde han apostado por el contrato moral con el trabajador y por fomentar la fidelidad a la empresa, y donde, a través de la estabilidad, están sacando mucho más partido de los conocimientos y de la formación de sus trabajadores”.

Dominique Strauss Kahn avisó la pasada semana de que esta crisis estaba causando consecuencias muy negativas para la estabilidad social, ya que los padres se estaban quedando en el paro, y los hijos tienen pinta de no salir nunca de él; de que estábamos a las puertas de crear una generación perdida. Las malas noticias, avisan los expertos, no tienen que ver con las previsiones del Director Gerente del FMI sino con el hecho de que su aviso llega tarde. Porque generaciones perdidas ya tenemos unas cuantas.

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