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¿Encontrar un trabajo decente? Fuera de España
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LOS SENIORS DE MÁS DE 50 TAMBIÉN EMPRENDEN LA DIASPORA

¿Encontrar un trabajo decente? Fuera de España

J M. lleva ya varios años trabajando en el Reino Unido. Está muy satisfecho de haberse marchado a trabajar al extranjero, donde dice haber encontrado oportunidades

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¿Encontrar un trabajo decente? Fuera de España

J M. lleva ya varios años trabajando en el Reino Unido. Está muy satisfecho de haberse marchado a trabajar al extranjero, donde dice haber encontrado oportunidades laborales que ni de lejos le hubieran ofrecido aquí, y no sólo en cuanto a remuneración. Por eso insistió a un amigo suyo, A. C., para que invirtiese la indemnización por despido que acababa de recibir en trasladarse a Londres y buscar allí trabajo. El caso de J.M. era relativamente frecuente en algunos sectores profesionales españoles, en el que jóvenes cercanos a la treintena pretendían dar un impulso a su carrera con un puesto en una empresa foránea. El de A.C., que está ya cerca de los 40, comienza a serlo, toda vez que la crisis está obligando a valorar muchas más opciones.

Como explica Jon Zárate, experto en liderazgo y recursos humanos y profesor de Deusto Business School, “las personas de 40 años solían tener condicionantes familiares que dificultaban un traslado fuera del país (colegios de los niños, empleo de los cónyuges, etc.), por lo que a partir de esas edades muy pocas personas se decidían a dar el paso”. En la actualidad, sin embargo, esa tendencia se está invirtiendo. En un sentido, porque hay personas que una vez superada la etapa de crianza de los hijos están animándose a  terminar su vida profesional en otros países.

“Hay un núcleo significativo de personas de 55 años o más que se han decidido a marcharse fuera”. En otro, porque la necesidad obliga a aventurarse en nuevos territorios laborales. Como asegura Jorge Hernández, Account Manager Spain de Hays, si lo tradicional era que se marchasen los juniors, en algunos sectores los que se están yendo fuera son los seniors, “personas con más de 20 años de experiencia que se han visto obligadas a buscar empleo en otros países”.

Así ha ocurrido, explica Hernández, en la construcción. “Cuando golpeó la crisis, los primeros en sentirla fueron los arquitectos y los aparejadores. No fue así con los ingenieros, que no se movían de aquí porque la obra pública todavía funcionaba”. Pero desde hace un año, y especialmente desde que se terminaron la T1 y la T4, les ha ocurrido lo mismo que a los arquitectos, y “han tenido que emigrar al Norte de África, al sudeste asiático o a  Latinoamérica, a países en vías de desarrollo que están invirtiendo mucho en infraestructuras. Además, como todas las grandes constructoras españolas están consiguiendo contratas fuera, en ocasiones para realizar obras de gran complejidad, como la del Canal de Panamá, también han tenido que marcharse profesionales con mucha experiencia, ya sea como encargados, jefes de obra o jefes de producción”. Desde 1975, asegura Hernández, España siempre ha tenido obra pública que realizar. “Ahora no. El trabajo ya no está aquí”.

Sin embargo, y más allá de que la crisis esté generando mucho movimiento en algunos sectores, la tendencia a emprender la vida profesional fuera de España es ya algo generalizado. En gran medida porque se suele ganar más, asegura Zárate, quien explica las disparidades en la retribución “bien porque se trata de países donde el salario base es superior al nuestro, como en la mayoría de los occidentales, o porque quienes se marchan como expatriados suelen cobrar pluses (de vivienda, de automóvil, de colegios, etc.) que les permiten ahorrar buena parte del salario”.

Además, fuera de España suele haber más posibilidades de futuro. Antes, asegura María Fernanda Díaz, responsable de Carreras Profesionales de IE Business School, un español emigraba porque se lo exigía su empresa como parte de su desarrollo profesional, ya que “para crecer había que tener experiencia internacional. Mucha gente lo veía como el mejor medio para alcanzar sus metas. Si en tu empresa o en tu mercado habías llegado al tope, irte a una oficina regional con responsabilidad, por ejemplo, sobre el sur de Europa o sobre el mercado latinoamericano, representaba una oportunidad de crecimiento que no ibas a tener aquí”.

No todo se reduce al dinero

Ahora, según la industria en la que el profesional se mueva, a veces es imprescindible salir a buscar en otros países para tener alguna posibilidad de futuro. Y en muchos otros casos, asegura Díaz, prima otra clase de motivaciones. “Muchos directivos no se marchan para ganar más, sino que además de experiencia internacional y más responsabilidades, buscan el desarrollo personal, vivir una experiencia diferente, tomar contacto con otras culturas y pelear en entornos profesionales más desafiantes que el propio mercado”. Sus destinos preferidos son los mercados emergentes, “como Brasil, China (Asia en general) y Sudáfrica, además de los más habituales, como Alemania, Francia, Europa del Norte o EEUU”.

Y no parece que esta tendencia vaya a invertirse en el futuro próximo. Más al contrario, el entorno productivo está exigiendo una movilidad hasta la fecha inédita, que será todavía más notoria en un país como España, que no logra dar empleo a la mayoría de sus titulados. De modo que, afirma Zárate, nos veremos obligados a cambiar de mentalidad y plantearnos la salida al extranjero como una parte más de nuestra trayectoria.

“Hasta ahora nos ha costado mucho salir de nuestro país, ya que todo el mundo quería un trabajo al lado de casa al que pudiera ir en zapatillas. En otros lugares, caso de EEUU, el movimiento cruzado de profesionales ha sido  muy frecuente, con mucha gente desplazándose miles de kilómetros para encontrar empleo. De modo que nos toca ponernos al día, porque esta tendencia, a la que nos  ha llevado la globalización, será cada vez más insistente”. La movilidad actual, causada por la crisis, nos ayudará a prepararnos mejor para los nuevos tiempos, asegura Hernández. 

“Tradicionalmente hemos exportado poco personal cualificado porque en muchos sectores, como en la construcción, la salida laboral en España estaba asegurada. Ahora no, y esto va a hacer que cambie la perspectiva de unos profesionales que sólo estaban acostumbrados a moverse dentro de una provincia o dentro del territorio nacional”.

Se trata, asegura Díaz, de una tendencia muy positiva para España, en tanto servirá para aumentar nuestro caudal de talento. Así como en las décadas centrales del siglo XX veíamos bien la emigración porque aportaba divisas, ahora nos puede beneficiar con un mucho mayor contacto con la innovación. “Las políticas más avanzadas de gestión y de liderazgo, así como las expertise muy definidas, se están desarrollando en otros países. De modo que las personas que se marchen volverán con un nuevo bagaje de gestión que enriquecerá a las empresas españolas”. 

Aunque eso será si regresan porque, como avisa Zárate, a menudo es difícil la vuelta para estos profesionales que gozan de posiciones predirectivas o directivas, “ya que las ofertas de trabajo que pueden encontrar aquí están por bastante por debajo de las que ocupan, tanto en la remuneración como en el nivel de relaciones institucionales”.

J M. lleva ya varios años trabajando en el Reino Unido. Está muy satisfecho de haberse marchado a trabajar al extranjero, donde dice haber encontrado oportunidades laborales que ni de lejos le hubieran ofrecido aquí, y no sólo en cuanto a remuneración. Por eso insistió a un amigo suyo, A. C., para que invirtiese la indemnización por despido que acababa de recibir en trasladarse a Londres y buscar allí trabajo. El caso de J.M. era relativamente frecuente en algunos sectores profesionales españoles, en el que jóvenes cercanos a la treintena pretendían dar un impulso a su carrera con un puesto en una empresa foránea. El de A.C., que está ya cerca de los 40, comienza a serlo, toda vez que la crisis está obligando a valorar muchas más opciones.

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