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Navalón, retrato de un superviviente ilustrado
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PRESENTA UN LIBRO SOBRE LA GLOBALIZACIÓN

Navalón, retrato de un superviviente ilustrado

Pasea sus 57 años a medio camino entre México, España y Estados Unidos bajo la condición de “emigrante perfecto”. Así se define el propio Antonio Navalón,

Foto: Navalón, retrato de un superviviente ilustrado
Navalón, retrato de un superviviente ilustrado

Pasea sus 57 años a medio camino entre México, España y Estados Unidos bajo la condición de “emigrante perfecto”. Así se define el propio Antonio Navalón, el ahora ensayista, columnista e historiador, según exija la ocasión, desde que emprendió nueva vida de emigrado al otro lado del Atlántico hace ya más de cinco años. El que fuera uno de los hombres más famosos del mundo de los negocios en la España de los años ochenta y noventa cultiva ahora una faceta ilustrada, a medio camino entre el conferenciante multidisciplinar y el profesor viajado con despacho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

A pesar de la distancia, Navalón no ha estado nunca ausente o desinformado de la actualidad española. Aquí mantiene muchos amigos y enemigos, probablemente a partes iguales, “por suerte, todos somos consecuentes”, desliza con unas gotas de cinismo. En el bando de los afines, la nómina de sus contactos sigue estando repleta de personajes ilustres, caso del ex juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, del ex presidente del Gobierno, Felipe González, o del consejero delegado de Prisa, Juan Luis Cebrián, tres de los nombres más conocidos que figuran en la lista de agradecimientos del último libro que acaba de publicar.

Esta vez, la excusa para hablar de Antonio Navalón es la presentación de Paren el mundo que me quiero enterar (Editorial Debate), una manual o guía “para comprender los conflictos de nuestro tiempo” que ha venido a presentar a Madrid esta semana. Hablamos de una obra cuyo contenido, buena parte de los temas de actualidad internacional, puede haber sido objeto de sus conferencias, aunque aquí se recoge, agrupa y enriquece con explicaciones de clave histórica. Y aunque a Navalón le gusta hablar, en este caso hacerlo sobre su libro, el interés que despierta el autor sigue siendo el de sus relaciones de poder.

Curado ya de cualquier espanto, con una espalda suficientemente ancha para cargar con todo, el que ha sido hombre de Prisa en México hasta fechas recientes decidirá al término de este año qué tipo de relación seguirá manteniendo con el grupo de medios de comunicación. Su papel como asesor del fallecido Jesús Polanco en el polémico caso Sogecable, que estuvo a punto de dar con el poderoso editor en el banquillo, le sirvió para consolidar su leyenda de hombre de servicios especiales, sobre todo para intermediar en aquellos asuntos complejos donde confluyen política, justicia y negocios de forma poco transparente.

“Puedo considerarme un superviviente, cierto”, afirma recordando los obstáculos judiciales a los que ha tenido que hacer frente. De todos ha salido limpio, aunque con la etiqueta de conseguidor, intermediario o comisionista colgando de la pechera. Dan buena fe de ello personajes como José María Ruiz Mateos o Mario Conde, protagonistas de aquellos años, para los que trabajó en sus distintos frentes judiciales y de quienes obtuvo retribuciones millonarias. Eran tiempos de dinero fácil, donde como broker, por ejemplo en la fusión eléctrica entre Hidrola e Iberduero, el encantador Navalón siempre estaba en el lugar oportuno.

El autor de Paren el mundo que me quiero enterar tiene la misma versatilidad para hablar del pasado como del presente, incluso para hacerlo sobre temas tan dispares como las redes sociales, el imperio azteca y las consecuencias del 11-S sin solución de continuidad. Sin duda, maneja los resortes de la persuasión con la soltura de un “grillo profesional”. Tal vez por eso se permite el lujo de “hacer lo que me divierte” y reírse de todo cuanto se dice de él, aunque sea mentira, como si al final estuviera agradecido a la contribución que todas esas historias hacen para agrandar su figura y el poder que se atribuye a su agenda de contactos.

En realidad, uno de los libros que Navalón tiene por escribir es sobre México. El nuevo estado fallido de Latinoamérica, agujereado por la extrema violencia del narcotráfico “después de que se haya perdido el objetivo nacional”, es su casa desde hace años. De hecho, tiene pasaporte mexicano y, de manera intermitente, mezcla acento y giros coloquiales de aquel país. Opina y escribe sobre los asuntos nacionales como si fueran propios. Allí ha hecho y deshecho como hombre fuerte de los Polanco y hasta allí ha paseado a Garzón como conferenciante, el juez al que “se ha convertido en víctima”, un mártir que puede resultar caro a España.

Sobre su país de origen, Navalón tiene opiniones listas para despachar tanto a derecha como a izquierda. En España, como ocurrió en otros países, el problema es que “cambiamos dictaduras por euros y ladrillos”. A la hora de escarbar en las responsabilidades del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en la actual coyuntura, el controvertido Navalón evita comparaciones con el PSOE de su amigo Felipe González, “son tiempos distintos”, aunque reconoce que al Ejecutivo actual le ha faltado grandeza para saber cómo incorporar a la oposición, un gesto que le habría mantenido más cerca del centro electoral. O no.

Pasea sus 57 años a medio camino entre México, España y Estados Unidos bajo la condición de “emigrante perfecto”. Así se define el propio Antonio Navalón, el ahora ensayista, columnista e historiador, según exija la ocasión, desde que emprendió nueva vida de emigrado al otro lado del Atlántico hace ya más de cinco años. El que fuera uno de los hombres más famosos del mundo de los negocios en la España de los años ochenta y noventa cultiva ahora una faceta ilustrada, a medio camino entre el conferenciante multidisciplinar y el profesor viajado con despacho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Baltasar Garzón