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Adiós al 'padrino' de la política japonesa: cómo Abe transformó el Japón del siglo XXI
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El político más influyente del país

Adiós al 'padrino' de la política japonesa: cómo Abe transformó el Japón del siglo XXI

Shinzo Abe fue el primer ministro más joven de Japón y el que más tiempo ha estado en el cargo, además de ser el ideólogo de la receta económica neoliberal del país de las últimas décadas

Foto: Shinzo Abe. (Getty)
Shinzo Abe. (Getty)
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El asesinato de Shinzo Abe supone un 'shock' sin precedentes para una política y una sociedad que él mismo había ayudado a modelar. Abe tenía en su vitrina los títulos honoríficos de haber sido, a la vez, el primer ministro más joven de Japón y el que más tiempo ha estado en el cargo, además de ser el ideólogo de la receta económica neoliberal del país de las últimas décadas, algo que lo convirtió en una especie de gurú para los conservadores nipones.

El siglo XXI en Japón no se puede entender sin la figura del ex primer ministro, principal promotor de los numerosos y profundos cambios políticos y sociales que ha vivido el país del sol naciente desde el cambio de milenio. Como mandatario, impulsó a Japón a jugar un papel global más destacado y a abandonar décadas de pacifismo y aislacionismo. Nunca ocultó su deseo de poner fin a las limitaciones militares de su país, impuestas por el Ejército estadounidense después de la derrota en la Segunda Guerra Mundial, y cambiar el artículo 9 de su constitución para permitir que el país pueda disponer de un Ejército.

Foto: Shinzo Abe tras ser disparado con una escopeta en un acto electoral. (Reuters/Kyodo)

Otro de sus grandes hitos fueron las Abenomics, una estrategia económica coordinada con el banco central nipón ideada para sacar a la tercera economía mundial de su largo ciclo deflacionario a base de un cuantioso gasto público y de tipos de interés ultrabajos, entre otras medidas flexibilizadoras. Su legado en materia económica perdura hasta estos días, dado que, pese a que el actual primer ministro, Fumio Kishida, apuesta por lo que define como "un nuevo capitalismo", en la práctica su programa es un calco de la política de Abe. Una que, actualmente, se encuentra más cuestionada que nunca debido a la inflación acelerada en Japón por factores externos. El ex primer ministro también lideró los esfuerzos por reformar la ultraconservadora cultura corporativa japonesa, intentando transformarla en una más moderna e inclusiva para las mujeres en uno de los países desarrollados con mayor desigualdad laboral del mundo. Sin embargo, los avances en este apartado continúan siendo muy limitados.

En paralelo a su labor como "halcón", Abe trató de ser la cara amable del nacionalismo conservador japonés en el mundo. Aunque la pieza angular de su política exterior continuó basándose, como sus predecesores, en su alianza con los Estados Unidos, intentó mantener buenas relaciones con actores aparentemente antagónicos como Xi Jinping o Vladímir Putin, a quien regaló un perro de raza japonesa. A pesar de ello, las relaciones con sus vecinos se fueron tensando durante su tiempo en el cargo debido a su política nacionalista —que revivía ecos del imperialismo japonés— y las frecuentes visitas al controvertido Santuario Yasukuni, que honra, entre otros, a los criminales de guerra de la Segunda Guerra Mundial. También promulgó leyes para permitir que las Fuerzas de Autodefensa de Japón luchen junto a sus aliados en el extranjero, en un movimiento que alarmó a Corea del Sur y enfureció a China.

La política en las venas

Uno de los secretos de la longevidad de Abe como primer ministro y como líder 'in pectore' del país hasta la fecha fue que conocía a la perfección como funcionaba el poder gracias a las enseñanzas de su abuelo materno, el ex primer ministro Nobusuke Kishi, conocido durante la ocupación de Manchuria como el “Monstruo de la era Shōwa”. Kishi, uno de los líderes que unió en los años cincuenta al partido demócrata y al liberal en una fórmula que ha permitido un casi-monopolio del poder, enseñó a su nieto el sentido de jerarquización del estado y la sociedad del país. No es por casualidad que de los 30 primeros ministros de la democracia, solo tres no eran procedentes de una familia con altos cargos políticos en Tokio.

Otra de las enseñanzas del abuelo Kishi fue la resiliencia gracias a un equipo sólido y creciente de colaboradores fieles, con su jefe de gabinete, el futuro primer ministro Yoshihide Suga, como principal y más fiel escudero, capaz de hacer frente a un diplodocus burocrático en cada departamento. En 2014, Abe creó una nueva Oficina de Asuntos de Personal del Gabinete, con la potestad de nombrar directamente a 600 altos funcionarios y colocar a más cargos políticos de su confianza dentro de los ministerios. Al mantener más tiempo a los ministros, también los dotó de mayor poder sobre sus subordinados, acostumbrados a ver desfilar un carrusel de políticos ante los que era perfectamente factible adoptar una resistencia pasajera.

Foto: El exprimer ministro de Japón, Shinzo Abe. (Reuters/Kyodo)

En paralelo, Abe logró disponer de una pléyade de consejos asesores a su alrededor, dando lugar a lo que algunos calificaron como el “nuevo triángulo de hierro” formado por el gabinete, las grandes empresas y un selecto grupo de expertos de alto nivel y de élite. Toda esta jerarquización estricta del núcleo de decisión del estado permitió que Abe se mantuviera en el poder durante tanto tiempo, un cargo en el que hasta los primeros compases del siglo XXI su principal característica era la fugacidad.

Pero esta longevidad no se podría atribuir únicamente a las enseñanzas del abuelo Kishi o a la habilidad política del propio Abe, sino también a su primer predecesor y mentor, Junichiro Koizumi, primer ministro entre 2001 y 2006, y muy conocido por su curioso parecido con el actor Richard Gere y su pasión por Elvis Presley. Koizumi, un rompedor de moldes en la escena política japonesa con su tono provocador y directo para una sociedad japonesa demasiado formal, apostó por la reforma económica, la privatización de servicios esenciales, como el de correos, y fue el primero en asistir al polémico santuario sintoísta de Yasukuni, conectando en el plano doméstico con las bases conservadoras y más nacionalistas del electorado.

En verano de 2020, en plena pandemia y con un país con unos índices bajísimos de contagios respecto a otros países, Abe presentó su renuncia al cargo por un problema de salud crónico. El ex primer ministro sufría una colitis ulcerosa desde que era un adolescente y su condición debía ser controlada con un tratamiento médico. Después de su retirada, pasó un tiempo prudencial de descanso junto a su mujer, ya que no tenía hijos ni mucha familia más allá de la política.

Foto: Imagen: Learte

Pasados los Juegos Olímpicos, Abe regresó poco a poco a la esfera pública después de haber avalado a su jefe de gabinete, Suga, como primer ministro del país, liderando nuevamente la facción mayoritaria del gobernante Partido Liberal Democrático, ligada a un sector más conservador y nacionalista y de donde provienen la mayor parte de ministros y responsables ejecutivos. Durante la primera mitad de 2022, Abe había regresado a la escena pública de un modo discreto, con apariciones puntuales en medios de comunicación, pero sin intención alguna de hacer sombra a otro de sus delfines, el actual primer ministro, Fumio Kishida.

Aparte de su visión jerárquica de la sociedad y de su exigencia con los resultados —suya es la frase “la política pide producir resultados”—, era una persona entrañable en la distancia corta. Uno de los que conoció en primera persona la cercanía y talante de Abe fue el expresidente del Gobierno español Mariano Rajoy, cuando en una de las visitas de ex primer ministro a España, en Santiago de Compostela, Abe rompió el protocolo en la misma catedral para saludar a unos compatriotas que se encontraban de visita en tierras gallegas.

placeholder Shinzo Abe, junto a Mariano Rajoy en la Catedral de Santiago. (EFE)
Shinzo Abe, junto a Mariano Rajoy en la Catedral de Santiago. (EFE)

El pueblo japonés y gran parte del mundo recuerda cómo el ex primer ministro no dudó en disfrazarse de Mario, el famoso personaje de videojuegos, en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro anunciando la sede de Tokio 2020. Un hombre que, para aquellos ciudadanos no repelidos por su nacionalismo y su aparente defensa de la era imperial, representaba en gran medida al japonés medio, alguien resolutivo y trabajador en los que muchos se quisieron inspirar. Abe nunca se rindió ante su enfermedad. Fue el disparo en el pecho de una escopeta de fabricación casera el único que pudo acabar con la carrera estelar del 'padrino' de la política japonesa.

El asesinato de Shinzo Abe supone un 'shock' sin precedentes para una política y una sociedad que él mismo había ayudado a modelar. Abe tenía en su vitrina los títulos honoríficos de haber sido, a la vez, el primer ministro más joven de Japón y el que más tiempo ha estado en el cargo, además de ser el ideólogo de la receta económica neoliberal del país de las últimas décadas, algo que lo convirtió en una especie de gurú para los conservadores nipones.

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