Miseria al apagarse los neones: dentro del ocaso de la 'ciudad burdel' tailandesa
La capital de la prostitución tailandesa languidece después de que la pandemia cortara el flujo de turistas. El Gobierno prefirió proteger Phuket antes que Pattaya, que se enfrenta a un destino incierto
Timmy atusa su larguísima barba con insistencia y no duda en rebatir la idea de que la capital del sexo en Asia esté pasando por un momento complicado. “Algunos dicen que Pattaya está en horas bajas, pero para otros el momento es único, ¡muchas chicas se acuestan contigo por 15 dólares!”, apunta, bravucón, entre risas. La localidad tailandesa es considerada por muchos el gran destino del turismo sexual en el mundo. Hoteles de lujo a precios de derribo, clima tropical junto a la playa y, según cifras oficiales, más de 27.000 prostitutas. Eso es una de cada cinco personas en la ciudad. O más bien era. En la 'Gomorra' de Tailandia, lo que ahora florecen son el polvo y las persianas cerradas.
Porque Pattaya fue un destino que vivía por y para el turismo, en el que el sexo sin control no se escondía, más bien se celebraba. Las farmacias solo anunciaban Viagra y las clínicas ofertaban tratamientos contra las venéreas. Mientras los bares lucían neones despampanantes en los que se hablaba de “muñequitas” o “gatitas ardientes”, y en los que ejércitos de mujeres con poca ropa trataban de atraer al personal. Eran otros tiempos.
El millón y medio de turistas mensuales se ha esfumado y muchas de las trabajadoras sexuales tuvieron que volver a sus lugares de origen en zonas rurales del país. En cifras, Pattaya recibió en enero de 2021 un 2% del número de visitantes que logró en el mismo mes del año anterior. Este 2022 no ha sido mucho mejor.
Sin embargo, ¿cuál es la alternativa para muchas de las gentes de Pattaya sin el turismo de noche? El Gobierno de Tailandia avisa que pretende alejar el sexo de la popular ubicación costera y cambiarlo por un entretenimiento "más familiar". Y, además, en la última década, han florecido opciones para tailandeses en busca de una playa cerca de la capital a buen precio, pero el enorme centro de la ciudad sigue siendo lo que se anuncia como “el mayor lugar mundial de entretenimiento para hombres”. Aunque ahora parezca un solar abandonado.
“Monte su bar de chicas por 1.500 euros al mes”
El paseo marítimo de Pattaya, epicentro turístico de la zona, sirve para comprobar cómo la decrepitud se ha adueñado del lugar. Un puñado de occidentales residentes tuestan sus pieles al sol junto a varios indigentes que tratan de sobrevivir al día a día. Los taxistas se apostan en las estaciones donde no hay nadie ni se espera que ningún viajero llegue. Y los vendedores callejeros de Viagra montan sus tenderetes como si aún hubiera paseantes necesitados. “Es lo que hemos hecho siempre”, dice un comerciante ambulante en cuyo mostrador sobran vibradores y faltan compradores.
Quienes siguen apostando por el modelo tradicional del comercio del sexo son los emprendedores que montan bares de chicas. Como Timmy (seudónimo), que no dudó en celebrar que el precio de la prostitución se hundiera. Desde un sillón del Starbucks pegado a la zona del sexo, comenta, aposentando sus más de 100 kilos de peso en un sillón enorme, que “la verdadera amenaza” es internet.
—El reto va a ser encontrar más carne dispuesta a trabajar.
—¿Carne? ¿Se refiere a trabajadoras?
—Claro —comenta el californiano—, las gallinitas ahora prefieren dedicarse a internet en lugar de trabajar en el bar.
La mesura no es una de las cualidades de Timmy, y por eso el tipo que le acompaña le hace un gesto para que se deje de esos comentarios a quien mañana puede publicarlos. El acompañante, apodado como señor Rosa, es quien le alquila buena parte de sus locales. Es, además, uno de los mayores empresarios en la noche de Pattaya.
Rosa (cuyo nombre no es real) es un tipo muy popular entre los hombres extranjeros de la ciudad que visitan los 'bares de chicas'. Nacido en Inglaterra, su éxito se basó en entender que Pattaya debía normalizar la prostitución como algo tan común como lo puede ser la restauración. Además de bares y clubes, creó medios de comunicación y despachos legales cuya finalidad fue limpiar la imagen de la prostitución para mantener al Gobierno a raya y lejos de amenazar su forma de enriquecerse.
“Sigue siendo un buen negocio”, comenta Rosa en relación con los bares, ya que su cliente Timmy está presente y ha de mostrarle confianza en lo que vende, “a la gente le gusta socializar y un club es el mejor lugar”.
Los precios por emprender en la noche, eso sí, no acompañan. Montar un bar en la zona de chicas de la calle 6 es, según Rosa, un 50% más caro que hace cuatro años. El alquiler son unos 1.500 euros mensuales, pero el traspaso puede llegar a los 60.000 euros. “Al menos la policía no nos pide mordidas mientras sigamos en pandemia”, comenta. Antes pagaba a los agentes unos 500 dólares mensuales por cada bar.
El cambio de modelo de internet
La industria del sexo en Pattaya tiene pavor a internet. Muchas de las trabajadoras sexuales prefieren buscar clientes en aplicaciones como Tinder o páginas específicas a pasar horas y horas en un bar. Es, sin duda, comprensible; Rosa explica que las chicas no tienen salario por estar en el bar: “Si no se acuestan con nadie, no facturan”. Aunque se pasen el día aguantando las gracias de los clientes y bebiendo copas forzosamente para arañar alguna comisión.
Cada día más chicas en Pattaya prefieren ser autónomas a operar en locales. El problema de la ciudad, empero, es el de la escasez de clientes y la nula presencia de turistas en pandemia. Sin bares ni turistas, no se aguantan los restaurantes, los comercios o los taxis.
En parte, las políticas de Tailandia tienen mucho que ver. Durante la pandemia de covid, el Gobierno tailandés ha optado por favorecer a la isla de Phuket como destino no solo de playa, sino también de noche. Mientras allí se permitía operar a los bares de noche, en Pattaya se prohibió incluso el consumo de alcohol.
Phuket renació en detrimento de otros destinos de Tailandia, y el que más lo notó fue Pattaya, donde, además, se arrestó constantemente a quien se le viera con una copa en un bar. Mientras la isla del sur festejaba, en la anterior capital del sexo se encerraba a quienes quisieran tomarse algo.
La crisis de la ciudad tiene también su lado bueno: en las zonas alejadas del ocio nocturno hay quienes han encontrado la paz al esfumarse dicho mercado, además de que las playas lucen más limpias que nunca.
“Todo volverá, cuando abran las fronteras regresarán nuestros clientes”, augura Rosa desde uno de sus locales, que abre ilegalmente con el beneplácito de la policía de la ciudad. Eso mismo espera la gran cantidad de personas empleadas en abastecer a dichos viajeros en busca de sexo a cambio de dinero. Pero no tienen claro que puedan volver a ser lo de antes.
Timmy atusa su larguísima barba con insistencia y no duda en rebatir la idea de que la capital del sexo en Asia esté pasando por un momento complicado. “Algunos dicen que Pattaya está en horas bajas, pero para otros el momento es único, ¡muchas chicas se acuestan contigo por 15 dólares!”, apunta, bravucón, entre risas. La localidad tailandesa es considerada por muchos el gran destino del turismo sexual en el mundo. Hoteles de lujo a precios de derribo, clima tropical junto a la playa y, según cifras oficiales, más de 27.000 prostitutas. Eso es una de cada cinco personas en la ciudad. O más bien era. En la 'Gomorra' de Tailandia, lo que ahora florecen son el polvo y las persianas cerradas.