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La mano tendida (y tramposa) de Xi Jinping para limar asperezas con Joe Biden
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La mano tendida (y tramposa) de Xi Jinping para limar asperezas con Joe Biden

El presidente chino defiende el multilateralismo en un discurso en el foro digital de Davos cargado de mensajes para la nueva administración estadounidense

Foto: Xi Jinping en un mensaje en vídeo para la conferencia de Davos. (EFE)
Xi Jinping en un mensaje en vídeo para la conferencia de Davos. (EFE)

Era su primer gran evento diplomático del año y el presidente chino no lo desaprovechó. Mientras el mundo continúa sumido en la batalla contra la pandemia y se enfrenta a la peor recesión en casi un siglo, Xi Jinping se dirigió el lunes a la audiencia de la edición virtual del Foro Económico Mundial (Davos) con un mensaje claro: China defiende la búsqueda de soluciones globales. Aunque el más importante iba pensado para un interlocutor en concreto. “El enfoque equivocado de antagonismo y confrontación, bien sea en la forma de una guerra fría, guerra caliente, guerra comercial o guerra tecnológica, acabará dañando los intereses de todos”, advirtió Xi al nuevo inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden.

Fue un discurso de 30 minutos que empezó con una afectada proclamación sobre la pandemia —“no hay duda de que la humanidad prevalecerá sobre el virus y emergerá incluso más fuerte del desastre”— y continuó con una enardecida defensa de la globalización. Como ya hiciera en 2017 en su intervención en el foro de Davos —por la estación suiza donde se celebra la reunión anual—, Xi abogó por el multilateralismo —entonces frente a las amenazas proteccionistas de un recién investido Donald Trump— y la cooperación en materia macroeconómica para “luchar juntos contra los retos mundiales”.

Foto: Montaje: iStock/EC.

Unas palabras previsibles que daban paso a un rosario de avisos dirigidos a la nueva administración estadounidense, la relación bilateral más importante del mundo, sin referirse de forma explícita ni a Estados Unidos ni a Biden. “Otros países deben evitar inmiscuirse en los asuntos internos de los demás”, previno durante el encuentro digital, que no fue seguido por el nuevo presidente estadounidense, pero sí por una docena de líderes mundiales, entre ellos la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; el dirigente francés, Emmanuel Macron; la canciller alemana, Angela Merkel, y los primeros ministros de India, Narendra Modi; Japón, Yoshihide Suga, y Corea del Sur, Moon Jae-in.

China planta cara

“Otros países deberían estar comprometidos con adaptarse al ritmo de los tiempos en vez de intentar evitar los cambios”, advirtió Xi, en la que supone la antesala de la reunión física que el Foro Económico Mundial celebrará de forma excepcional en Singapur entre el 13 y el 16 de mayo, ante el mayor control de los contagios en la ciudad-Estado asiática. “Las diferencias en sí mismas no son causa de alarma. Lo que es alarmante es la arrogancia, los prejuicios y el odio”, consideró, a la vez que abogó por que China juegue un “rol más activo en promover una globalización abierta, inclusiva y equilibrada”.

Un lenguaje medido con el que vino a subrayar que China no se va a dejar ningunear ni permitirá las injerencias de terceros, sobre todo por parte de su mayor rival. Y que va en línea con el objetivo de Pekín de convertirse en una nación fuerte frente a terceros, tras décadas de desarrollo económico, pero perfil bajo internacional, mantenido desde la época de Mao Zedong hasta que Xi tomó el relevo de su predecesor, Hu Jintao, en 2012. Esa visión de la “gran nación socialista moderna”, la que aspira a ser en 2049, cuando la República Popular de China cumpla un siglo de vida, fue evocada por Xi, constatando que los discursos de los líderes chinos son, más que meras palabras, instrucciones políticas.

placeholder Xi Jinping y Donald Trump. (Reuters)
Xi Jinping y Donald Trump. (Reuters)

Sobre todo, porque Xi no hablaba solo para la audiencia internacional, sino también para la doméstica. Cuando China hace frente a un repunte de contagios en algunas provincias tras meses de estabilidad en las transmisiones de coronavirus, el presidente quiere dejar claro que la situación está bajo control y transmitir un liderazgo sólido de cara a una importante efeméride: el próximo julio se cumple el centenario de la fundación del Partido Comunista de China (PCCh), aniversario que Pekín quiere celebrar sin grandes sobresaltos.

Respaldado por unas buenas cifras de crecimiento —el PIB chino repuntó un 6,5% en el último trimestre de 2020, que lo lleva a la nada desdeñable marca anual del 2,3%, siendo la única gran economía que cerró el año en positivo—, Xi quiere presentar a su país como un socio que “traiga más oportunidades de cooperación a otros países y dé ímpetu a la recuperación global”, como afirmó este lunes. Pero también como una potencia irreductible que hará frente a lo que crea que son ataques externos, una obsesión de Pekín tras lo que llama el “siglo de humillaciones” por parte de potencias occidentales, Rusia y Japón, del que los comunistas consideran haber rescatado a China y que comenzó con la primera guerra del Opio en 1839.

Así, si bien Xi conminaba de forma indirecta a Estados Unidos a “mantener su compromiso con las leyes y normas internacionales en vez de buscar la supremacía”, por su parte hacía más bien lo contrario. China anunció este martes que esta semana va a llevar a cabo maniobras militares en el mar de China Meridional —donde se disputa territorios con países vecinos y que reclama casi en su totalidad con argumentos poco reconocidos internacionalmente—, apenas días después de que un portaaviones de EEUU se adentrara en la zona para promover la libertad de navegación.

Foto: EC.

No es la única demostración de fuerza. El pasado fin de semana, solo días después de la toma de posesión de Biden, China envió aviones de combate al estrecho de Taiwán, en una clara señal de que Pekín piensa mantener la presión sobre la que llama “la isla rebelde”. La situación de Taiwán, que Pekín considera parte inalienable de su territorio y que no descarta tomar por la fuerza, promete ser un gran escollo en las relaciones entre China y EEUU, después de que Washington asegurara poco después del envío de los aviones chinos que su compromiso con la isla es “sólido como una roca”.

También lo será la región autónoma occidental china de Xinjiang, hogar de la minoría musulmana uigur, tras la decisión de Mike Pompeo de elevar de forma deliberada la tensión bilateral acusando a China de cometer un “genocidio” contra dicha comunidad en el último día de su cargo como secretario de Estado. Un término que ya utilizó el propio Biden durante la campaña electoral para referirse a las políticas de Pekín en Xinjiang, donde alrededor de un millón de uigures han sido forzados a ingresar en “centros de reeducación”, que China promociona como espacios de “formación profesional”. Las draconianas medidas de vigilancia, detenciones arbitrarias y esterilizaciones forzosas en Xinjiang han sido documentadas por medios de comunicación y organizaciones de derechos humanos, si bien Pekín lo niega.

Mientras Xi rechazó las “sanciones” por parte de terceros durante su discurso, está por ver si Biden mantendrá las tomadas por su predecesor, entre otras contra un grupo de funcionarios chinos, en respuesta a la detención de más de cincuenta personas en Hong Kong el 6 de enero en el marco de un operativo de Pekín contra el movimiento prodemocracia de la excolonia británica. Un movimiento puesto contra las cuerdas desde que el pasado junio Xi firmó la nueva ley de Seguridad Nacional para la región autónoma china, que prevé la cadena perpetua para quienes planeen actividades “terroristas”, “sediciosas” o “subversivas” en Hong Kong.

Hace unos días Pompeo decidió elevar de forma deliberada la tensión bilateral acusando a China de cometer un “genocidio” contra los uigures

China, pues, tiende la mano a Estados Unidos para buscar lugares de entendimiento —Xi mencionó brevemente la necesidad de impulsar el Acuerdo de París sobre el clima, retomado por Biden en una de sus primeras medidas como presidente—, pero delimita a fuego lento sus múltiples líneas rojas y no titubea a la hora de defender sus intereses en lo que parece ser su ahora o nunca para crecer como potencia hegemónica.

“Debemos superar nuestros prejuicios y salvaguardar juntos la paz y la estabilidad”, exhortaba Xi el lunes. No obstante, días antes, cuando Biden tomaba posesión en Washington, tropas chinas e indias volvían a protagonizar una escaramuza en la frontera, en el este del Himalaya, después de que en 2020 ambos ejércitos vivieran su peor enfrentamiento en décadas. “Dejemos que el multilateralismo alumbre nuestro camino”, concluía su discurso Xi. Lo que no dijo es que China va a pelear, con quien sea y sin descanso, por sostener la antorcha.

Era su primer gran evento diplomático del año y el presidente chino no lo desaprovechó. Mientras el mundo continúa sumido en la batalla contra la pandemia y se enfrenta a la peor recesión en casi un siglo, Xi Jinping se dirigió el lunes a la audiencia de la edición virtual del Foro Económico Mundial (Davos) con un mensaje claro: China defiende la búsqueda de soluciones globales. Aunque el más importante iba pensado para un interlocutor en concreto. “El enfoque equivocado de antagonismo y confrontación, bien sea en la forma de una guerra fría, guerra caliente, guerra comercial o guerra tecnológica, acabará dañando los intereses de todos”, advirtió Xi al nuevo inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden.

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