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El país en el que todo cambió en 2018
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una nueva era comienza en armenia

El país en el que todo cambió en 2018

Si en primavera una revuelta popular en Armenia acababa con el Gobierno de Serzh Sarkhisián tras una década en el poder, las últimas elecciones han erradicado a su partido del Parlamento

Foto: Opositores armenios bloquean una calle de Ereván el pasado mayo. (EFE)
Opositores armenios bloquean una calle de Ereván el pasado mayo. (EFE)

Si ha habido un año decisivo en la historia reciente de Armenia, ese ha sido 2018. En primavera, la llamada "Revolución de Terciopelo" logró lo que parecía imposible: forzar la dimisión del primer ministro Serzh Sarghisián, quien tras una década en el poder parecía firmemente asentado en el cargo. Pero con miles de personas paralizando las calles de la capital, Ereván, el mandatario prefirió hacerse a un lado antes que provocar un baño de sangre. Tal vez pensó que, con los mecanismos del Estado firmemente bajo el control de su formación, el Partido Republicano, recuperar el sillón era mera cuestión de tiempo. Se equivocaba de cabo a rabo.

En el calor de las protestas se había forjado un nuevo líder, el ex periodista y parlamentario Nikol Pashinián, que pronto acabaría convertido en el nuevo primer ministro del país. El pasado 9 de diciembre, la alianza electoral de Pashinián, 'Mi paso', ganaba las elecciones parlamentarias con un 70,75% de los votos, confirmando su popularidad. El Partido Republicano ni siquiera ha conseguido el mínimo del 5% de votos necesarios para entrar en el Parlamento. Una nueva era se abre en Armenia, y, según una encuesta del mes de octubre, la mayoría de sus ciudadanos ven con optimismo las reformas anunciadas por el nuevo Gobierno, entre ellas una serie de mejoras económicas y la erradicación de la corrupción.

Foto: Un niño sostiene una bandera armenia durante un mitin de la oposición en Gyumri, la segunda ciudad del país, el 27 de abril de 2018. (Reuters)

En los días previos a las elecciones ha habido debates electorales en la televisión armenia, algo nunca visto en las últimas décadas. Los representantes de los principales partidos, entre los cuales solo se contaba una mujer, cruzaban promesas y acusaciones recíprocas. Pero por primera vez, los resultados de las pasadas elecciones han mostrado que la competición política ha reemplazado la confrontación. Aunque el electorado haya votado más bien por un cambio de régimen y por los nuevos líderes de las protestas que por un programa, “han sido unas elecciones que quieren dar legitimidad al Parlamento”, explica María Karapetyan, una de las mujeres que lideraron las protestas del mes de abril y ganadora en las actuales elecciones parlamentarias.

“Emergen nuevos partidos y los antiguos intentan reformarse para poder competir con la formación de Pashinián. En el futuro es posible que surjan diferentes grupos dentro de su organización. Ahora la gente se encuentra unida tras haber participado en la revolución, pero tienen diferentes ideologías”, explica el analista internacional Mikael Zolyan, que se ha presentado como candidato en las listas de Pashinián.

Nikol Pashinián se perfila como un político liberal, de centro, lejano a los debates ideológicos tradicionales. No han faltado formaciones que surgieron del mismo movimiento de protesta del que emergió Pashinián y que defienden ahora políticas socialdemócratas, como el partido Decisión de los Ciudadanos. “Queremos ser una balanza, porque la mayoría de los partidos tienen programas que se inclinan hacia la derecha. Nosotros defendemos una educación de calidad accesible y acceso a la sanidad para todos”, explica Ashot Kachatryan, uno de los coordinadores de la formación. A pesar de no haber entrado en el Parlamento, su aparición muestra un espectro político que empieza a fragmentarse, al apostar por programas políticos diferentes.

placeholder Nikol Pashinián y su esposa, Anna Hakobyan, celebran su victoria en la plaza de la República en Ereván, el 8 de mayo de 2018. (EFE)
Nikol Pashinián y su esposa, Anna Hakobyan, celebran su victoria en la plaza de la República en Ereván, el 8 de mayo de 2018. (EFE)

El gran cáncer de la corrupción

Una de las prioridades del nuevo Parlamento es la lucha contra la corrupción, en gran medida causa del estancamiento del país. “La corrupción ha sido sistémica y hace falta mejorar la económica y los sueldos para erradicarla”, explica Varuzhan Hoktanyan, de la organización anticorrupción Transparencia Internacional. “Existe una emergencia económica y hay que vigilar que el dinero no acabe en un paraíso fiscal”, sigue el analista: “Cuando en los 90 se colapsó la industria, no se creó nada nuevo. Se debe desarrollar la economía, apostar por la inversión y salir de la economía agrícola”. En este sentido, una de las propuestas es la reducción de las tasas para los inversores, así como la descentralización económica.

Durante sus meses en el Gobierno, el equipo de Pashinián ha orquestado el arresto de varios funcionarios presuntamente corruptos. “En Armenia la corrupción se ha concentrado y funciona de arriba abajo. Con el cambio del antiguo liderazgo, estas redes se han roto y el sistema centralizado de corrupción, lo que era el 'Estado paralelo', ya no funciona”, explica Mikael Zolyan. “Pero es obvio que se necesitan reformas para eliminar el riesgo de corrupción en las instituciones públicas”, añade. Es precisamente una de las metas del nuevo Parlamento. Según María Karapetyan, “el legado del antiguo régimen afecta a todos los niveles” y el cambio será a largo plazo y pasará por crear instituciones públicas independientes.

Foto: Davit, desplazado interno desde hace una década, en una de las residencias temporales facilitadas por el Gobierno georgiano. (C. Tulbure)
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Otra de las líneas prioritarias es la justicia transicional, cuyos mecanismos están pendientes de definir y que se van a centrar sobre todo en reparaciones para las víctimas del régimen anterior. “Hay jueces que han sido nombrados por el Gobierno anterior y algunos han emitido sentencias que han implicado la violación de los derechos humanos.”, explica el analista Zolyan.

Si a nivel interno se apunta a una transformación de todo el país, en política exterior el equipo de Pashinián ya había estrechado los vínculos con la UE y EEUU, manteniendo a la vez sus relaciones tradicionales con Rusia. “Hemos anunciado que Armenia no ejercerá cambios esenciales en su política exterior tras la revolución”, declara Arsen Kharatyan, antiguo consejero de Pashinián. Pashinián ha renovado en las redes sociales su apuesta por “una resolución pacífica del conflicto de Nagorno Karabaj” (un enclave de población armenia escindido de facto de Azerbaiyán tras una guerra en los años 90) mediante negociaciones, empezando por una reducción de la tensión en la zona de frontera.

Con las fronteras con Turquía y Azerbaiyán cerradas, con el conflicto de Nagorno-Karabaj todavía activo, el nuevo Gobierno apuesta por conservar su amistad con Moscú. Sin querer entrar en elecciones excluyentes, Kharatyan defiende que “Armenia debería ser un lugar donde haya diálogo con todos los países, sin tener que estar obligados a escoger continuamente”. Un mensaje inclusivo, en línea con lo que fue la "Revolución de Terciopelo", y con lo que muchos de sus ciudadanos quieren para la nueva Armenia.

Si ha habido un año decisivo en la historia reciente de Armenia, ese ha sido 2018. En primavera, la llamada "Revolución de Terciopelo" logró lo que parecía imposible: forzar la dimisión del primer ministro Serzh Sarghisián, quien tras una década en el poder parecía firmemente asentado en el cargo. Pero con miles de personas paralizando las calles de la capital, Ereván, el mandatario prefirió hacerse a un lado antes que provocar un baño de sangre. Tal vez pensó que, con los mecanismos del Estado firmemente bajo el control de su formación, el Partido Republicano, recuperar el sillón era mera cuestión de tiempo. Se equivocaba de cabo a rabo.

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