Es noticia
Guerra sucia en el Sinaí: el 'paraíso libre de terrorismo' que vende Egipto se desmorona
  1. Mundo
pruebas fabricadas Y CASTIGO A LA POBLACIÓN

Guerra sucia en el Sinaí: el 'paraíso libre de terrorismo' que vende Egipto se desmorona

El peor atentado de la historia de este país pone de manifiesto el fracaso de la estrategia antiterrorista del presidente Sisi, más interesado en perseguir a la disidencia que a los yihadistas

Foto: Un hombre recoge los objetos pertenecientes a las víctimas del atentado de la mezquita Al Rawda, el 25 de noviembre de 2017. (EFE)
Un hombre recoge los objetos pertenecientes a las víctimas del atentado de la mezquita Al Rawda, el 25 de noviembre de 2017. (EFE)

La carretera, estrecha, recta, y mal asfaltada discurre entre edificios y pedregales, con matojos secos bordeándola. Camiones de mercancías adelantan por izquierda y derecha donde la arena del desierto se come algunos tramos del inexistente arcén. De vez en cuando, entre los arbustos, se ve una tienda o un café en los que se juntan vehículos todo terreno y viejos Peugeot de nueve plazas. El Arish, la capital del norte del Sinaí, en Egipto, ha quedado atrás. Unos kilómetros más adelante está la Rafah egipcia, mirando al otro lado del espejo a su gemela palestina en la Franja de Gaza; enclavada justo en la frontera con ese pedazo de tierra aislada del mundo por Israel, con la colaboración egipcia. Bajo tierra, entre las dos, discurren túneles que como una vía intravenosa la mantienen conectada al mundo.

Un control de la policía con sacos terreros estrechando la vía, fuerza la parada. Los oficiales observan pasaportes y documentos de identidad, establecen que están en regla y franquean el paso al vehículo. Unos metros más adelante, tras una curva, el coche toma un desvío mientras el resto de automóviles sigue la marcha. No hay señalización a la vista. Tampoco se ven edificios. Poco a poco cambia el escenario y donde había construcciones mal acabadas hay terrenos delimitados con varas de madera, piedras, alguna duna. Un desierto sembrado de olivos. El conductor, un beduino de la zona, explica en voz alta: “Esta es la carretera de la muerte. Ni el Ejército ni la policía se atreven a pasar por ella. Muchos de estos caminos ni siquiera los conocen. Hay muchas zonas aquí dónde sólo nos adentramos los beduinos”.

Foto: AbdelRahman Saad, dueño de una librería en El Cairo, el 23 de octubre de 2016. (Reuters)
TE PUEDE INTERESAR
El dictador que odiaba la lectura
Nuria Tesón. El Cairo

De aquel viaje en coche a Rafah han pasado 8 años. Hubo muchos después, pero ninguno desde 2015. “Por razones de seguridad” los periodistas y casi cualquiera que no resida en la zona tienen prohibido el acceso. Decenas de controles de policía y Ejército se aseguran de que nadie entre y de que los que salen lo hagan sin portar ninguna información que comprometa la seguridad. Siempre la seguridad. Ese es el argumento.

La zona se ha convertido en el refugio de grupos terroristas de distinto perfil que si bien llevan años operando en la zona, han enraizado en los últimos cuatro. El que más preocupa al Gobierno egipcio es Wilayat Sina, la provincia del Sinaí, previamente Ansar Beit Al Maqdis, aunque cambiaron de nombre al ponerse al servicio del Daesh. Se cree que fueron ellos los que el pasado viernes mataron a 305 personas en Bir al-Abeda, a unos 40 kilómetros de El Arish. Un área similar a la que hay de camino a Rafah: carretera principal, pueblos aislados, y una miríada de caminos que se pierden desierto adentro en la bíblica península. Los beduinos los conocen como la palma de su mano.

Foto: Una de las primeras imágenes difundidas tras el atentado. (EFE)

Nadie ha reivindicado el ataque contra la mezquita sufí de Al Rawda, pero la filial de Al Qaeda en Egipto ha condenado la matanza, y se ha desvinculado del asunto. Casi todos los varones de la localidad fueron exterminados. Una treintena de hombres, según el relato de los testigos al fiscal general, abrieron fuego contra los que huían después de producirse una explosión durante el rezo. Los terroristas prendieron fuego a los coches fuera para dificultar la huida y dispararon contra las ambulancias que se dirigían al lugar. Entre las víctimas hay 27 niños. El atentado más sangriento en la historia de Egipto.

En los últimos años se han perdido cientos de vidas. 2017 ha sido especialmente sangriento. En el Sinaí los ataques se han centrado en las Fuerzas de Seguridad y en la comunidad copta. Decenas de familias tuvieron que huir de sus casas el pasado marzo por amenazas de los islamistas. Pero los integristas han demostrado que pueden actuar fuera del Sinaí. Atentados contra iglesias en Alejandría y el Delta y contra peregrinos en el Egipto Medio, se han sumado a los habituales contra controles policiales y puestos militares. También los musulmanes sufís, una rama espiritual del islam considerada herética por los integristas, han sido objetivo. Tras acosarles, exigirles cesar en sus ritos e incluso después de forzarles a firmar documentos en los que se arrepienten de su herejía, finalmente llegó el atentado. Habían intentado bloquear el acceso por carretera a la mezquita para prevenirlo, pero no fue suficiente. Los testigos afirman que la bandera del Daesh ondeaba mientras les disparaban.

placeholder Bombardeo aéreo contra presuntas bases terroristas en el Sinaí como respuesta al atentado de Al Rawda, en una imagen difundida por el Ministerio de Defensa egipcio. (EFE)
Bombardeo aéreo contra presuntas bases terroristas en el Sinaí como respuesta al atentado de Al Rawda, en una imagen difundida por el Ministerio de Defensa egipcio. (EFE)

Asesinatos extrajudiciales

Con las estrictas medidas de seguridad que el Ejército mantiene en la zona los egipcios se preguntan qué está fallando. Cada vez con más frecuencia las críticas contra el presidente Abdelfatah Al Sisi arrecian. A pocos se les escapa que el rais se esfuerza más en acallar a sus opositores que en luchar contra el Daesh. Y no ven claro que la política antiterrorista esté funcionando. “Desde hace años el Ejército nos alimenta con información extremadamente increíble. No podemos confiar en ella y cuando observamos los números, cuando investigamos un poco, descubrimos que la mayor parte de ello son informaciones fabricadas”, explica Mohannad Sabry, periodista e investigador especializado en el Sinaí.

Uno de los casos más notables fue corroborado por Amnistía internacional (AI). En abril un canal egipcio difundió el vídeo en el que un grupo de militares ejecutaba a sangre fría a supuestos terroristas desarmados (algunos con los ojos vendados) y montaban un escenario en el que se disponían los cuerpos junto a armas. Meses antes, el Ejército a través de su página de Facebook había difundido las fotografías de esos supuestos terroristas junto a sus supuestas armas y asegurado que habían sido “eliminados” en un intercambio de fuego.

Como este, Sabry denuncia que se han producido cientos de asesinatos extrajudiciales. “Algunas veces nos encontramos con el Ejército publicando fotos de terroristas muertos y al día siguiente nos despertamos con la llamada de la familia diciendo que ese es su hijo y que fue arrestado dos semanas antes en su propia casa. Eso pasó por ejemplo en El Arish donde gente inocente fue arrestada y aparecieron seis meses después asesinados en un escena teatral totalmente fabricada”, recuerda aludiendo al caso documentado por AI. El Ejército asegura haber eliminado a 3.000 terroristas, según informaciones publicadas a través de su página de Facebook, una cifra muy superior al número estimado de militantes que previamente había reconocido que hubiera en el Sinaí.

En un café en El Cairo, un hombre que hace negocios en el norte del Sinaí y que prefiere omitir su nombre para evitar represalias, muestra unas fotos en su portátil: olivos arrancados, casas derrumbada, colegios con impactos de bala y en ruinas. Logró sacarlas en su móvil porque “en Rafah ya no hay electricidad”, así que no tenía batería cuando le pidieron mostrar su contenido. “Lo han borrado todo del mapa”, lamenta.

La política que Sisi está empleando es un “castigo colectivo”, explica el especialista, que vive en el exilio desde que se publicó su libro "Sinaí: Eje de Egipto, línea vital de Gaza, pesadilla de Israel". Esa es la principal característica de la estrategia aplicada en los últimos 5 años: “Castigo colectivo a la comunidad en general y no preocuparse de cuales van a ser los resultados. No importa. Destruyen casas, destruyen pueblos, desplazan a miles de personas. Borran del mapa una ciudad histórica como es Rafah y los resultados son nulos. Los terroristas continúan operando. Mueven sus armas, mueven a sus militantes, matan a militares y a civiles y seguimos oyendo lo mismo por parte del régimen de Sisi. Están oprimiendo a cientos de miles de personas y no están logrando ningún éxito en términos de seguridad”.

El encarcelamiento y los abusos sobre la comunidad beduina durante décadas es lo que ha permitido que el terrorismo se haya hecho fuerte en el Sinaí históricamente. Reprimen a la población local que sería fundamental para las labores de inteligencia y provocan con sus asesinatos extrajudiciales de supuestos terroristas que los jóvenes se unan a los extremistas. Especialmente en estos últimos años esa política de tierra quemada está demostrando ser contraproducente. “Ha creado el caldo de cultivo perfecto para que prospere el radicalismo. El Gobierno sigue sin darse cuenta de que es una política contraproducente y que esa política es parte del problema. Y en lugar de revisarla o de cambiarla [cuando la denunciamos] nos imputan y nos fuerzan al exilio”, subraya Sabry.

Miles de millones de ayuda internacional

Las quejas no se oyen sólo dentro de Egipto. Resuenan también en el vecino Israel, que observa cómo la situación en su frontera se deteriora. “La ineficacia clama al cielo, especialmente teniendo en cuenta los informes de que Israel ayudó a Egipto con la inteligencia y el uso de drones contra los bastiones de ISIS”, publica esta misma semana el diario israelí Hareetz. Nadie entiende por qué a pesar de los miles de millones de ayuda que recibe Egipto para la lucha antiterrorista no se ven mejoras en la seguridad.

La respuesta de Sabry es clara: “Fallo absoluto de inteligencia en términos de control de movimiento de armas y terroristas y despreocupación por proteger a la comunidad”. La especial orografía del Sinaí y el conocimiento profundo que las tribus beduinas tienen de ella sería un activo a utilizar que el Gobierno ignora. La respuesta de los analistas dentro y fuera del país es que el presidente egipcio está invirtiendo más en aplastar a la oposición que al Daesh, y su política en el Sinaí empieza a parecer más un problema que una solución.

La comunidad internacional sigue apoyando sin embargo a un régimen que ha demostrado que no le preocupan los derechos ni los libertades de los egipcios y probado su ineficacia para atajar el problema del radicalismo. Sólo en los últimos dos años Francia y Egipto han firmado contratos armamentísticos por valor de 6.000 millones de dólares. En 2015-2016 Gran Bretaña dio 2 millones de libras en ayuda y fondos de defensa a proyectos de seguridad que despertaron preocupación sobre el uso que se les habría dado ya que incluía apoyo a la policía, el sistema de Justicia penal y el tratamiento de jóvenes detenidos (que según denuncia Human Rights Watch sufren torturas sistemáticas en las cárceles). Alemania y Egipto firmaron en agosto un acuerdo de cooperación en seguridad. Un curso de formación para vigilancia digital fue cancelado sin embargo por temor a que pudiera usarse contra opositores y no contra terroristas. El Gobierno tiene censuradas más de 400 páginas web en este momento incluyendo la de Reporteros Sin Fronteras (hay 60 periodistas encarcelados), Human Rights Watch, La Red Árabe para la información de Derechos Humanos y la del diario digital Mada Masr.

“Sisi es un paranóico. El régimen cree que dar poder a la comunidad es algo negativo y que si los líderes tribales ganan influencia eso fortalecerá a la oposición y sus demandas de justicia y desarrollo económico. El Gobierno no quiere que la sociedad civil trabaje porque creen que se convertirán en oposición o fortalecerán a la comunidad para convertirse en la oposición”, concluye el periodista. “No puedes convencer a un Gobierno de trabajar con una comunidad si ese gobierno ve a la comunidad como una oposición en potencia”. Sabry habla sobre el Sinaí pero el patrón se hace extensivo al resto del país. Con más de 40.000 prisioneros políticos (hay quien eleva la cifra a 65.000) las cárceles son otro caldo de cultivo para la radicalización en el que se mezclan terroristas del Estado Islámico, islamistas de los Hermanos Musulmanes, jóvenes y activistas de izquierdas, y cualquiera que haya pasado por el lugar equivocado en el momento equivocado. Por ejemplo, Mahmud Abu Zied, Shawkan, un fotógrafo que lleva cuatro años en la cárcel acusado de terrorismo por cubrir la masacre de Rabaa el Adawiya.

Aquel 14 de agosto de 2013 las fuerzas de seguridad egipcias desalojaron una plaza en la que los islamistas defendían la legitimidad del presidente Morsi tras el golpe de Estado de Abdel Fatah Al Sisi. La cifra de muertos ronda el millar, aunque no hay cifra oficial por el elevado número de desaparecidos. Una de las mayores masacres de civiles en la historia reciente de Egipto que marcó un punto de inflexión. Desde entonces los islamistas de los Hermanos Musulmanes han sido demonizados y acusados de terrorismo y cualquier acusado de pertenencia a la organización puede acabar en prisión. Más aún desde que en abril, tras el atentado contra dos iglesias, se declarara el Estado de Emergencia. El régimen parece ciego y sordo, empeñado en una lucha antiterrorista que afecta más a miembros de la sociedad civil que a radicales. Y no da muestras de que el ataque a la mezquita, el más sangriento ejecutado por un grupo terrorista, vaya a hacerles cambiar de táctica.

“Si la política fuera a cambiar, lo habría hecho mientras cientos de militares eran asesinados estos años, pero nunca ha cambiado”, argumenta Sabry. Hablamos de un Gobierno “al que no le importan ni le preocupan las pérdidas de civiles”. A Sabry le parece que “es ingenuo pensar que el Ejército egipcio, al que no le ha importado las víctimas civiles mientras bombardeaba las villas del sur de Rafah, de repente cambiará su política por la muerte de civiles en un ataque terrorista.

La carretera, estrecha, recta, y mal asfaltada discurre entre edificios y pedregales, con matojos secos bordeándola. Camiones de mercancías adelantan por izquierda y derecha donde la arena del desierto se come algunos tramos del inexistente arcén. De vez en cuando, entre los arbustos, se ve una tienda o un café en los que se juntan vehículos todo terreno y viejos Peugeot de nueve plazas. El Arish, la capital del norte del Sinaí, en Egipto, ha quedado atrás. Unos kilómetros más adelante está la Rafah egipcia, mirando al otro lado del espejo a su gemela palestina en la Franja de Gaza; enclavada justo en la frontera con ese pedazo de tierra aislada del mundo por Israel, con la colaboración egipcia. Bajo tierra, entre las dos, discurren túneles que como una vía intravenosa la mantienen conectada al mundo.

Terrorismo Al Qaeda Derechos humanos
El redactor recomienda