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El dictador que odiaba la lectura
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sisi cierra los últimos reductos de libertad

El dictador que odiaba la lectura

La represión que impera en Egipto ha convertido las bibliotecas en refugios donde poder expresarse con libertad. Al Sisi ha cerrado media docena de librerías y puesto bajo control estatal otras 35

Foto: AbdelRahman Saad, dueño de una librería en El Cairo, el 23 de octubre de 2016. (Reuters)
AbdelRahman Saad, dueño de una librería en El Cairo, el 23 de octubre de 2016. (Reuters)

La policía ha irrumpido en una biblioteca pública de Port Said. Los libros han quedado desmembrados y esparcidos por el suelo en la calle. “Hace menos de dos horas de esto”, subraya Gamal Eid enarcando las cejas y dando una profunda calada a un pitillo que acaba de prender. El fundador de la Red Árabe para la información de Derechos Humanos (ANHRI, en sus siglas en inglés) ha sufrido personalmente esta nueva forma de represión del Gobierno Egipcio. A finales de 2016 varias de sus bibliotecas Karama (dignidad en árabe) fueron cerradas por la policía. “Sin orden judicial y sin abrir ningún caso”, explica el abogado. La orden llegó directamente del Amm el Dawla, la Seguridad Nacional, un órgano que “no tiene potestad para tomar esa decisión”.

Eid había fundado dichos centros de lectura para fomentar el hábito en poblaciones en las que los niños no tienen recursos para acceder a los libros. “Desligadas de cualquier afiliación política o religiosa”, subraya, los centros pretendían “apoyar la educación” que, en las escuelas, los menores no reciben de forma adecuada y “servir de refuerzo”. Sin notificación o papeles oficiales, sin problemas financieros que les dieran la excusa para proceder a la clausura, Eid se vio obligado a cerrar todas las bibliotecas que había abierto con el dinero que recibió al ser galardonado con el premio Roland Berger De la Dignidad Humana en 2011.

No es fácil criticar al régimen de Al Sisi en el Egipto de 2017. En cuatro años se ha encarcelado a más de 35.000 prisioneros políticos

El abogado explica la medida en función de las represalias que el régimen toma contra él por ser una de las principales figuras de la oposición en su defensa de la libertad de expresión y los derechos humanos. Eid tiene prohibido viajar fuera del país, sus activos fueron congelados por orden judicial y se ha abierto un caso contra él. Pero también lo achaca al “esfuerzo del Estado por bloquear la información o los centros de debate”.

Otro caso reciente, el del cierre de la librería Al-Balad, es sintomático de la importancia que da el régimen del exgeneral Abdel Fatah El Sisi a la restricción de los espacios que fomentan la cultura y el pensamiento. El 24 de septiembre, el local, fundado por el secretario del partido Egyptian Socialist Democratic, Farid Zahran, recibió también la visita de las fuerzas de seguridad. “Discutieron con los encargados de la librería, que intentaba que no se llevaran los libros y acabaron arrestando a dos de ellos”, explica. Todos los permisos están en regla, según Zahran, de hecho el único documento esgrimido por las fuerzas de seguridad fue una orden administrativa firmada 90 minutos antes de irrumpir en Al-Balad.

“Es una forma de castigar al dueño, por mi actividad política, pero también a los que acuden e interactúan y discuten ideas en ella. El régimen es cada vez menos tolerante con los espacios donde los jóvenes pueden reunirse”, explica. “Empezaron cerrando los cafés del Borsa [que los jóvenes usaban como lugar de reunión antes y durante la revolución de 2011], ahora cualquier lugar donde puedan hablar o discutir”. Aunque Zahran defiende igual que Eid que las librerías y bibliotecas no tienen un perfil político y albergan actividades culturales como firmas de libros, la represión que impera en el país los ha convertido en refugios donde poder hallar lugares comunes en los que expresarse con libertad. “En el último año la esfera pública se ha ido reduciendo como demuestran las más de 400 páginas webs [entre ellas las de medios de comunicación independientes como Mada Masr o de derechos humanos como la de la organización que lidera Gamal Eid] que han sido cerradas”.

Foto: El fotoperiodista egipcio Mahmoud Abu Zeid, durante su juicio en El Cairo, el 31 de mayo de 2016. (Reuters)
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Las autoridades egipcias también tomaron en agosto el control de otras 35 librerías de la cadena Alef, que tiene una filial en Londres, tras acusar a su cofundador y copropietario, Omar el Shenety, de supuesta pertenencia a los Hermanos Musulmanes, la organización islamista que el Gobierno declaró terrorista en 2013 y a la que pertenece el depuesto presidente Mohamed Morsi.

En mitad de esta cruzada contra la cultura y el libre pensamiento muchos se preguntan cómo Egipto ha tenido el valor de nominar un candidato para liderar la UNESCO. Mosheera Khattab. Aunque finalmente Khattab se ha caído de la clasificación, la nominación suscitó el debate sobre su silencio ante estos ataque a la cultura. Zahran la excusa porque considera que se encuentra entre la espada y la pared. “Si no dice nada sobre lo que está ocurriendo, muchos la van a criticar, pero si lo hace podría perder el respaldo del Gobierno”.

No es fácil criticar al régimen de Al Sisi y sus acciones en el Egipto de 2017. En los últimos cuatro años se ha encarcelado a más de 35.000 prisioneros políticos; se suceden los juicios militares a civiles; organizaciones de derechos humanos denuncian que ha habido más de 600 desapariciones forzosas, incluida la del abogado que lleva los casos y que finalmente apareció bajo arresto. En la cárcel están también 60 periodistas como el fotógrafo Shawkan, encarcelado desde hace cuatro años y cuyo juicio se ha pospuesto más de 40 veces. Cualquier voz es susceptible de ser una amenaza para un dictador que no parece amar la cultura ni el libre pensamiento.

El activista Alaa Abdel Fatah, que cumple una condena de cinco años por convocar una protesta, encontraba en sus libros una ventana al mundo. Hasta que se los prohibieron. Y no solo los de cuestiones políticas. No vetan determinados temas o libros, todo lo que venga de fuera de los muros de la cárcel de Tora está prohibido. “Incluso las publicaciones del Ministerio de Cultura están prohibidas”, explicaba Fatah en una entrevista concedida al Huffington Post Árabe. Para el activista encarcelado no hay duda de que “forma parte de un aislamiento intelectual de la sociedad”.

Gamal Eid coincide: “Hay desde luego un interés político, pero también demuestra que este régimen es contrario a la enseñanza y la educación porque siempre es más fácil controlar a los ignorantes”.

La policía ha irrumpido en una biblioteca pública de Port Said. Los libros han quedado desmembrados y esparcidos por el suelo en la calle. “Hace menos de dos horas de esto”, subraya Gamal Eid enarcando las cejas y dando una profunda calada a un pitillo que acaba de prender. El fundador de la Red Árabe para la información de Derechos Humanos (ANHRI, en sus siglas en inglés) ha sufrido personalmente esta nueva forma de represión del Gobierno Egipcio. A finales de 2016 varias de sus bibliotecas Karama (dignidad en árabe) fueron cerradas por la policía. “Sin orden judicial y sin abrir ningún caso”, explica el abogado. La orden llegó directamente del Amm el Dawla, la Seguridad Nacional, un órgano que “no tiene potestad para tomar esa decisión”.

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