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El obispo español que hizo (otra vez) de escudo humano para musulmanes
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Juan José aguirre: "Les disparaban como a conejos"

El obispo español que hizo (otra vez) de escudo humano para musulmanes

El prelado puso en riesgo su vida para defender la del millar de fieles que se refugiaban en la mezquita de Bangassou y huían de los 'anti-balakas', que disparaban sin piedad

Foto: Los cuerpos de las víctimas del ataque en Bangassou yacen en la explanada de la mezquita. (JJ. A.)
Los cuerpos de las víctimas del ataque en Bangassou yacen en la explanada de la mezquita. (JJ. A.)

Juan José Aguirre no es solo el obispo de Bangassou. También 'ejerce' a menudo de escudo humano, como cuando el pasado 14 de mayo defendió a un millar de musulmanes que se habían refugiado en la mezquita de esa ciudad de la República Centroafricana. Un hombre ante los disparos de cientos de guerrilleros de la milicia ‘anti-balaka’, predominantemente cristiana, que llegaron a Bangassou hace 4 años y atacan sin piedad a los musulmanes. El obispo arriesgó su vida para evitar que matasen a “500 mujeres y niños” musulmanes que se encontraban refugiados dentro del templo.

El ataque en el que el obispo Aguirre se vio envuelto comenzó el pasado domingo cuando un millar de musulmanes huían de la masacre que estaban perpetrando los ‘anti-balaka’, en el barrio de Tokoyo en Bangassou, donde la población musulmana es mayoritaria. Tras esta ofensiva, “un contingente de la ONU” aconsejó a los musulmanes refugiarse en la mezquita de Tocoyoko, y hasta allí decidieron desplazarse Aguirre y “dos de sus curas”, incluido el cardenal nativo Nzapalainga, según cuenta el propio Aguirre a El Confidencial.

Mataban a musulmanes por el simple hecho de serlo, les disparaban como a conejos

Los musulmanes refugiados en la mezquita estaban “rodeados por francotiradores con armas de caza”, y visto que “el contingente [de la ONU] les abandonó a su suerte a las dos horas”, Aguirre y sus dos compañeros decidieron hacer de escudo humano frente a la mezquita “pidiendo a gritos a los 'snipers' [francotiradores] que dejasen de disparar a niños, mujeres y ancianos”. Los milicianos, “unos 1.500 rebeldes 'anti- balaka', ejecutaron un ataque ya “preparado de antemano” y tenían un objetivo claro: matar a toda persona musulmana “por el simple hecho de serlo”. Les disparaban, en palabras de monseñor Aguirre, “como a conejos”.

A pesar del riesgo asumido por el obispo y sus compañeros, los religiosos no pudieron evitar que el tiroteo se saldase con 80 muertos, incluido el imán de la mezquita, quien “salió al baño y le mataron de un tiro en el pecho”, cuenta Aguirre.

“Todo hierve. Los tiros no cesan"

Tras el ataque, Aguirre cuenta en los mensajes enviados a su familia que continuaba protegiendo la mezquita y que la zona se encontraba en esos momentos 'asegurada' por soldados portugueses de la ONU. Los 'anti-balaka', no obstante, continuaron cercando el templo durante tres días con el punto de mira puesto en los musulmanes allí refugiados. “Todo hierve. Los tiros no cesan. Hay miedo en el aire”, concluye Aguirre en uno de sus mensajes.

La gran mayoría de los musulmanes refugiados en la mezquita lograron ser evacuados "en camiones y trasladados al seminario de Bangassou, donde se les ha dado acogida, al igual que en la catedral de la Diócesis de la ciudad. “Hemos traído a los musulmanes de la mezquita hasta el seminario. Son más de 1.000”, cuenta a su familia el obispo.

Mientras, el obispo continuó 'escoltando' el templo de Tocoyoko hasta que los atacantes se alejaron de la mezquita. Recuerda ahora que allí dentro se respiraba un “hedor horrible”, puesto que se trataba de "más de 1.500 personas” y todos “se hacinaban como sardinas. Hombres, mujeres, niños, muertos y vivos”. “Era un infierno”, reconoce el obispo.

Negociación con los milicianos

En los días posteriores al enfrentamiento, y durante la acogida de los desplazados, Aguirre medió con los guerrilleros, junto al cardenal Nzapalainga, e intentó sin descanso llegar a un acuerdo con los 'anti-balaka' para lograr el desarme e intentar “apaciguar los ánimos”. La milicia, según cuenta Aguirre a su hermano en un mensaje enviado el viernes, quieren que todos los musulmanes se vayan de Bangassou, algo que, desde el punto de vista del obispo, "es un fracaso y tendrá consecuencias graves".

Algo que parece haberse conseguido tras la llegada de los cascos azules portugueses: los 'anti-balaka' se han retirado “ante los esfuerzos de la MINUSCA [Misión de la ONU]”, tal y como informó el obispo Aguirre a sus familiares el pasado lunes.

El prelado también ha confirmado que en su casa acoge a decenas de musulmanes que tienen miedo a la milicia y a quienes ahora no les queda nada: “Los musulmanes lo han perdido todo. Esta noche [la noche del martes] robarán sus comercios, mañana sus casas, otro día sus planchas de zinc”, a lo que se suma la destrucción de su barrio: “Ha sido saqueado y quemado”, afirma el obispo.

Hoy, la mezquita se encuentra “destruida”, el barrio de Tocoyoko “saqueado” y hay más de 2000 musulmanes ocupando el seminario y la catedral, sin contar las decenas de personas que se refugian en la casa del obispo. Después de un ataque en el que se han registrado 80 muertos y cientos de heridos.

No va a ser la última vez que sienta ese deseo de interponerse entre las armas y las personas en estado de vulnerabilidad

No obstante, aunque el grupo de autodefensa ha dejado de disparar a los refugiados en la mezquita, ellos insisten en el exilio de todos los musulmanes, lo que empeora el clima y provoca que el mundo musulmán ponga el foco a los acontecido en la ciudad centroafricana: "Todavía hay mucha tensión. Los 'anti-balakas' no cejan y quieren que los 2000 refugiados se vayan directamente de Bangassou". "Hay fractura, miedo, rumores... y los rumores aliñados con miedo son como fuego con gasolina..." apunta Aguirre en su último mensaje, enviado este sábado a su hermano Miguel, quien hace llegar las informaciones a El Confidencial.

Todo ello son las consecuencias de un ataque que no ha dejado más muertos gracias a la intervención de Aguirre. No es la primera vez que el obispo pone en riesgo su vida… tampoco será la última: “No puede quedarse con los brazos cruzados […] No va a ser la última vez que sienta ese deseo de interponerse entre las armas y las personas que estén en una situación vulnerable”, confiesa su hermano Miguel Aguirre.

Conflicto ‘anti-balaka’–‘seleka’

El conflicto en la República Centroafricana excede al motivo únicamente religioso. La milicia ‘anti-balaka’ es conocida como un grupo predominantemente cristiano, pero en él se integran aquellos a los que el propio obispo denomina ‘desheredados’, que incluye bandidos, expresidiarios, delincuentes o criminales.

El detonante del conflicto se inicia en 2013 cuando los ‘seleka’, fundamentalmente de religión musulmana, se hicieron con el control de Bangui, la capital centroafricana, y dieron un golpe de Estado, en el que Michel Djotodia, uno de los líderes de la milicia, se autoproclamó presidente y con ello provocó la salida del país del presidente, François Bozizé. Desde ese momento, la crisis política se activa y ambos grupos, los ‘anti- balaka’ y los ‘seleka’, comienzan una espiral de violencia desmesurada y arrasan con todo aquello que es contrario a la ideología que representan.

Aguirre cuenta a El Confidencial que “los ‘anti-balakas’ surgieron como respuesta a los ‘seleka’” y que estos “son los responsables” de lo que viven hoy allí. “En marzo de 2017 los ‘anti-balaka’ se formaron para luchar contra los ‘seleka’ y hoy “meten a todos los musulmanes en la misma cacerola, todos son golpeados por igual”, aclara Aguirre.

Los ‘anti-balaka’ han reaccionado a los asesinatos que cometieron los ‘seleka’ con odio y matanzas sin pudor. Ahora el ‘ojo por ojo’ es lo único que los mueve para cometer estos ataques.

Aguirre, un luchador incansable

Juan José Aguirre, misionero cordobés y obispo de Bangassou, lleva 35 años entregado a África. Su vínculo con su gente es 'ad vitam'. Conoce como pocos la resistencia de los africanos, su capacidad de sobrevivir, de superar sufrimientos y enfermedades. Como muchos misioneros, padece malaria crónica, porque cayó enfermó seis meses después de llegar al continente, la única manera de desarrollar los anticuerpos.

Ha sido asaltado muchas veces, ha visto morir a amigos y aunque en el pasado ha reconocido con rabia que sus historias caen en saco roto, no baraja la rendición. No tiene más opciones. "Todos dicen: 'Oh, qué barbaridad', pero todo sigue igual. Vivimos caminando sobre una cuchilla de afeitar y soportando los golpes bajos de la economía mundial, como la lucha por el control del coltán para fabricar móviles u ordenadores. En realidad, estamos asistiendo a una depredación sistemática del continente africano", reconoce el obispo.

Su hermano Miguel cuenta a El Confidencial que ya en el año 87 se enfrentó a varios guerrilleros que intentaban asaltar su parroquia, en un ataque del que también salió ileso, pero por poco: “Le dispararon a los pies y le dijeron que tuviese cuidado”. Y por suerte ya no volvieron a aparecer. “Le pueden las injusticias”, reconoce Miguel.

Aguirre mantiene 25 proyectos humanitarios, como orfanatos o programas de asistencia a antiguas esclavas sexuales, a través de la Fundación Bangassou. Su misión en esta ciudad centroafricana es lograr la convivencia entre cristianos y musulmanes, algo que se antoja difícil, dado el clima de hostilidad entre los grupos milicianos de una y otra religión.

Juan José Aguirre no es solo el obispo de Bangassou. También 'ejerce' a menudo de escudo humano, como cuando el pasado 14 de mayo defendió a un millar de musulmanes que se habían refugiado en la mezquita de esa ciudad de la República Centroafricana. Un hombre ante los disparos de cientos de guerrilleros de la milicia ‘anti-balaka’, predominantemente cristiana, que llegaron a Bangassou hace 4 años y atacan sin piedad a los musulmanes. El obispo arriesgó su vida para evitar que matasen a “500 mujeres y niños” musulmanes que se encontraban refugiados dentro del templo.

ONG Religión Noadex
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