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Sanders, el senador (muy) de izquierdas que puede ser presidente de EEUU
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Sanders, el senador (muy) de izquierdas que puede ser presidente de EEUU

Luchó por los derechos civiles, apoyó a los sandinistas y se hermanó con una ciudad de la URSS. Es el político que más ha recaudado en donaciones individuales, y el que más gente arrastra a los mítines

Foto: Un voluntario de la campaña del demócrata Bernie Sanders con una camiseta decorada con imágenes del senador, en Fort Dodge, Iowa (Reuters).
Un voluntario de la campaña del demócrata Bernie Sanders con una camiseta decorada con imágenes del senador, en Fort Dodge, Iowa (Reuters).

Si uno juntase todo lo que ha dicho y escrito Bernie Sanders durante su vida y le quitase las fechas, sería imposible reconocer el año o el contexto de las citas. “Un puñado de gente lo posee casi todo", apuntó en una ocasión, "y casi todo el mundo no posee nada”. Lo escribió en 1972, pero podría haber sido en 2016, o en 1981, o en 1997. Su discurso está como fosilizado, congelado en el tiempo.

Este militante curtido a la izquierda de la izquierda, que hasta hace un año no pertenecía a ningún partido político, se ha colocado al acecho de Hillary Clinton en pocos meses. Casi empata con ella en las primarias de Iowa, le saca 23 puntos de ventaja en New Hampshire, según las estimaciones de CNN/WMUR, y le pisa los talones a nivel nacional. Pero a Sanders no le gusta que le traten de advenedizo. “Soy un senador de EEUU; gané mis últimas elecciones con el 71% de los votos”, declaró a 'The Guardian'. “Así que no soy alguien que llegó de la calle y de repente es el primer adversario de Clinton. Hemos estado haciendo esto desde hace algunos años”.

La figura de Sanders, antaño tocada con gafas de pasta bajo un arbusto de rizos negros, resucita hoy en viejas fotografías de protestas. A los 21 años, lideró la acampada frente a la oficina del rector de la Universidad de Chicago para denunciar la segregación racial: 32 estudiantes permanecieron allí hasta que el rector accedió a crear una comisión para investigar la discriminación. Fue la primera sentada por los derechos civiles en la historia de Chicago.

Cuando Martin Luther King pronunció su famoso discurso 'I have a dream', en Washington DC, en 1963, Bernie Sanders estaba allí. El mismo año fue arrestado por manifestarse contra el racismo. Sanders fue militante de la Liga de Jóvenes Socialistas, del Movimiento de los Derechos Civiles, del Congreso de la Igualdad Racial, de la Unión de Paz y del Comité No Violento de Coordinación Estudiantil. Acabada la carrera, se fue a un 'kibbutz' de Israel a practicar el socialismo en esencia.

El joven Sanders vivió siempre a salto de mata; se empleó de carpintero, asistente social, ayudante de un psiquiátrico, y ocupó con su primera esposa una casa de madera sin electricidad. Su primer sueldo fijo le llegó con 40 años, cuando fue elegido alcalde de Burlington, la ciudad más poblada de Vermont, por 10 votos de margen. Aquella fue su primera victoria electoral tras una década de derrotas, y, según ha reconocido, ni siquiera tenía un traje que ponerse en la investidura.

El alcalde puso a funcionar un programa socialdemócrata inédito en EEUU, hacia dentro y hacia fuera. Hacia dentro, rehaciendo el código fiscal y sustituyendo la construcción de apartamentos de lujo y espacios comerciales junto al lago por un centro de ciencias, un puerto y una playa pública. Burlington tiene hoy la mayor ONG de vivienda social en EEUU, que maneja 2.600 pisos, y el supermercado central es una cooperativa de empresas que ofrecen, por acuerdo, precios asequibles.

'República Popular de Burlington'

La ciudad se conocía como la 'República Popular de Burlington' y los colaboradores de Sanders, como los 'sanderistas'. “Le recuerdo de sus días como alcalde de Burlington”, dice a El Confidencial Donald P. Green, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Columbia. “De hecho, había una broma en la época: dado que Sanders fue elegido al mismo tiempo que el socialista François Mitterrand en Francia, se decía: lo que pase en Burlington, pasará en Francia”.

Hacia afuera, mandando cartas a la Casa Blanca, Downing Street y el Palacio del Elíseo advirtiendo sobre algo que, por entonces, no estaba en boga: el cambio climático. “Como una fuerza inconsciente e incontrolable, nuestro planeta parece deslizarse hacia la autodestrucción”, escribió una vez. “Los burlingtonianos no podemos sentarnos tranquilamente y ver cómo nuestro planeta es destruido”. Otro territorio en el que su discurso no ha cambiado en 30 años.

El alcalde apoyó al Gobierno sandinista de Nicaragua, enfrascado en una guerra encubierta contra la Administración Reagan. Viajó allí a saludar al presidente, Daniel Ortega, y a hermanar Burlington con la ciudad clave de Puerto Cabezas. Después hizo lo mismo con la soviética Yaroslavl. Al día siguiente de casarse con su segunda mujer, Sanders y ella fueron allí con una comisión para hermanar las poblaciones, de manera que pasaron su luna de miel en la Unión Soviética. A día de hoy, habitantes de Yaroslavl siguen viniendo a pasar temporadas en Burlington, y viceversa.

Tras ser reelegido cuatro veces consecutivas en mandatos de dos años, renunció a presentarse en 1988 y pasó por un breve periodo lectivo en la Universidad de Harvard. Entre 1990 y 2006 fue miembro de la Cámara de Representantes, y desde 2006, senador de Vermont. Hoy es el representante independiente que más tiempo ha servido en el Congreso de EEUU. En 2015 se afilió al partido demócrata para dar el último paso: intentar ocupar el despacho oval de la Casa Blanca.

Bernie es hoy un señor de 74 años, vivaracho y encorvado, que habla con un fuerte acento judío de Brooklyn. Un 'new yawker' de voz cavernosa, con dos matas de pelo blanco a los lados que siempre, siempre son descritas en la prensa: dos llamas agrestes que le brotan de las sienes como una metáfora de las ideas que bullen en su cabeza, inamovibles desde hace más de medio siglo. El senador propone invertir un billón de dólares en renovar las infraestructuras, crear una sanidad pública universal, eliminar el coste de matrícula de la universidad pública, crear un millón de empleos para los jóvenes, expandir la seguridad social y blindar las pensiones.

El programa de Sanders ha sido criticado por impreciso y “fantasioso”, en palabras de 'The Washington Post'. El consejo editorial del diario lo define, irónicamente, como un “incorruptible cruzado 'antiestablishment”, alguien que “promete grandes beneficios y pocos costes". "Es un político que vende su propia marca de ficción a una porción del país que está ansiosa por comprarla”, asegura el rotativo.

A pesar de su tono, Bernie Sanders ha sido acusado de promover leyes tradicionalmente opuestas al progresismo, como en el caso del control de armas. En 2005, el entonces representante de la Cámara Baja votó a favor de una ley que protegía a los fabricantes y vendedores de armas de posibles denuncias ligadas a la violencia.

Hastío con los políticos tradicionales

Sea como fuere, el 'socialista democrático', un término considerado 'kriptonita política' en EEUU, no deja de recortar distancia. En diciembre, los sondeos de la Universidad de Quinnipac daban a Hillary Clinton un 61% de intención de voto nacional frente al 31% de Bernie Sanders. Después de Iowa, le dan un 44% a Clinton y un 42% al senador: dos puntos de diferencia. La exsecretaria de Estado, presionada por Sanders, ha endurecido sus propuestas para no perder al votante joven.

Los analistas consultados por El Confidencial explican parte del éxito sanderista por la atmósfera que define 2016 y que evidencia, también, el ascenso de Donald Trump y Ted Cruz en la derecha: el cansancio, la frustración del votante con la política tradicional. Según una encuesta de CNN y ORC, siete de cada 10 norteamericanos están “enfadados” o “muy enfadados” con la manera en que van las cosas en el país, y el 75% está “insatisfecho”. Un estudio de NBC/'The Wall Street Journal' refleja una humor parecido: el 69% de los ciudadanos cree que el sistema “parece funcionar solo para las personas con dinero y poder, como los de Washington y Wall Street”.

“Los dos partidos se han vuelto más polarizados e ideologizados”, declara a este periódico Jessica Duffy, editora sénior del 'think tank' independiente The Cook Political Report. “El éxito de Sanders es un reflejo de ello. En su caso, parece que tiene más que ver con la ideología que con la insatisfacción respecto al 'establishment”.

La campaña de Bernie Sanders tiene una de sus patas en Occupy Wall Street, el 15-M americano. Sus principales reclamos y los del movimiento que sacudió la zona financiera de Nueva York en 2011, y que ha generado una vasta red de grupos militantes por todo el país, son idénticos: la creciente desigualdad (con su mantra: el 1% explotador contra el 99% explotado), los recortes sociales y la deuda estudiantil. Cabezas visibles de Occupy, experimentados en el uso de las redes sociales, apoyan hoy a Sanders, que arrastra más gente a los mítines que ningún otro candidato. El pasado julio reunió a 19.000 personas en un estadio de Portland.

A nivel publicitario, el equipo del senador ha contratado a Revolution Messaging, la misma agencia de comunicación que llevó la campaña de Barack Obama en 2008, y ha recaudado más dinero que cualquiera de los contendientes republicanos: 73 millones de dólares en donaciones individuales.

“Va a tener su momento de prominencia durante las primarias, porque atrae al ala izquierda del partido demócrata, de la misma manera que Ted Cruz atrae al ala derecha de los republicanos”, declara Donald P. Green. “El problema es su elegibilidad en otoño; los leales del Partido Demócrata van a apoyar a Hillary Clinton”.

Si uno juntase todo lo que ha dicho y escrito Bernie Sanders durante su vida y le quitase las fechas, sería imposible reconocer el año o el contexto de las citas. “Un puñado de gente lo posee casi todo", apuntó en una ocasión, "y casi todo el mundo no posee nada”. Lo escribió en 1972, pero podría haber sido en 2016, o en 1981, o en 1997. Su discurso está como fosilizado, congelado en el tiempo.

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