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El regreso de los reyes yugoslavos (y de sus palacios, mansiones y terrenos)
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YA NO HAY OBSTÁCULOS PARA LOS KARADORDEVIC

El regreso de los reyes yugoslavos (y de sus palacios, mansiones y terrenos)

Podría devolver en manos de la familia real miles de propiedades -palacios, mansiones, terrenos-, por un valor que se estima en decenas de millones de euros.

Foto: Un hombre sostiene fotos del Rey Pedro II Karadordevic, el último monarca de Yugoslavia (junto a imágenes de su mujer, su madre y su hermano Andrej) durante su funeral en Topola, Serbia (Reuters).
Un hombre sostiene fotos del Rey Pedro II Karadordevic, el último monarca de Yugoslavia (junto a imágenes de su mujer, su madre y su hermano Andrej) durante su funeral en Topola, Serbia (Reuters).

Año 2015. El príncipe serbio, primogénito y heredero al trono, Alejandro II Karadordevic, se encuentra en Serbia y, desde allí, afila armas. Su padre, el rey Pedro II, el último monarca de Yugoslavia -que se escapó durante la ocupación nazi de Serbia y murió en exilio en 1970-, ha sido finalmente sepultado este año en Belgrado; a finales de agosto, su nombre fue rehabilitado por el Tribunal Supremo de Serbia. Así, ahora, ya no hay obstáculos para el regreso de la dinastía de Karadordevic, quienes, 98 años atrás, poco antes del fin de la Primera Guerra Mundial, crearon al Reino de los eslovenos, croatas y serbios, convirtiéndolo luego en el Reino de Yugoslavia.

Hoy, a la hora de escribir este reportaje, ya se sabe que los Karadordevic han ganado. Quizá no la guerra, pero sí una batalla histórica. No sólo fue rescatado el nombre de Pedro II, sino también, en julio, el Supremo dictaminó la rehabilitación de Alexander con la sentencia REH 17/15 y, antes, también las de la Reina María y del regente Pablo. Con destreza e incluso maquiavelismo político, tras una década de cabildeos, el príncipe ha conseguido así que todos los miembros de su familia azul fueran vindicados del repudio público. Elimina de esta manera el último impedimento para solicitar la restitución de los bienes que fueron expropiados a su familia en 1947, cuando, en la Yugoslavia socialista de Tito, los Karadordevic fueron depuestos. Y, más aún, también volviendo a poner en la mira un antiguo sueño de Alejandro II: convertir a la Serbia de hoy en una monarquía constitucional.

La ambición de Alejandro II tendrá como preludio una batalla legal contra el Estado serbio por los bienes incautados por Tito. Una pugna por el dinero, en síntesis

Se regocija de ello el príncipe, pero no con demasiado énfasis; usa la retórica y la diplomacia, en entrevista con 'El Confidencial' desde el palacio real de Belgrado en el que vive tras su regreso a Serbia en el año 2000. “Lo he que dicho siempre, una monarquía constitucional es la solución para que Serbia sea un país estable y fuerte y con una buena imagen. Las monarquías constitucionales garantizan unidad, estabilidad, continuidad y defienden la democracia. El rey puede reinar y el primer ministro y su gabinete gobiernan. Hay elecciones justas y libres, como ocurre en Japón, Dinamarca, Reino Unido, España, Bélgica, Canadá,…”, afirma Alejandro II, hoy de 70 años, nacido en Reino Unido y educado en varios países, entre ellos Suiza y Estados Unidos.

“El principio de las monarquías constitucionales es que la familia real no se involucra en el día a día o en los debates de la política. (…) Sin embargo, nuestra familia debe reservarse su derecho de luchar en favor de sus derechos”, declara, ante la pregunta sobre si quiere presentarse como candidato de algún partido político en las próximas elecciones serbias. Y, cuando se le recuerda que la Iglesia ortodoxa apoyó públicamente su proyecto monárquico ya hace una década, cita también un sondeo hecho por un tabloide serbio-suizo. “Una encuesta realizada el mes pasado por el diario 'Blic' demostró que el 49,9% de los serbios están a favor de una monarquía constitucional”, menciona, a pesar de que la cuestión no esté validada por un serio debate dentro la sociedad civil serbia.

Los bienes incautados por Tito

Una ambición, en cualquier caso, que tendrá como preludio una encarnizada batalla legal entre el Estado serbio y los Karadordevic sobre sus bienes incautados por Tito. Una pugna por el dinero, en síntesis. Según explicaba recientemente al diario 'BIRN Strahinja Sekulic', responsable de la Agencia para las Restituciones y Compensaciones de Serbia, empezará este próximo diciembre y podría devolver en manos de la familia real miles de propiedades -palacios, mansiones, terrenos, muebles e incluso obras de arte-, por un valor que se estima en decenas de millones de euros.

Eso, a pesar de que no podrán reclamar todo lo que poseían. Por ejemplo, “no podrán obtener el complejo real (en el suburbio) de Dedjine porque la Ley de Restitución y Compensación lo prohíbe. Seguirá siendo propiedad del Estado”, según el 'Sekulic', que sugiere que el Estado serbio no capitulará con desparpajo. Antecedente es que, hasta la fecha, los únicos que han recuperado algunas propiedades han sido Isabel de Yugoslavia y su hermano, el príncipe Alejandro Karadjordjevic -hijo del exregente de Yugoslavia, el príncipe Pablo-. “Las propiedades que recuperaron habían sido heredadas de su madre, que era de origen rusa y eso no tiene nada que ver con los Karadjordjevic”, dijo Sekulic.

El asunto es con cuánto se conformarían los Karadjordjevic. “La familia continuará fuertemente esforzándose en favor de sus derechos, de manera que lo que fue confiscado en 1947 sea devuelto (…), eso el Estado lo sabe -afirma, determinado, el príncipe heredero Alejandro II-. El Estado tiene que resolver la situación de mi familia lo antes posible”. Pero no contesta sobre cuál es el valor total de las propiedades y si aceptaría una compensación en lugar de una restitución, como recientemente sugirió uno de sus abogados. Eso sí, el aristócrata serbio matiza: “Mis relaciones con nuestro presidente (Tomislav Nikolić) y primer ministro (Aleksandar Vučić) son cordiales”.

No habla en vano Alejandro II. En mayo pasado, durante los fastuosos funerales en Belgrado de Pedro II, cuyos restos viajaron desde Libertyville -la ciudad en Illinois en la que el monarca murió a la edad de 47 años-, hasta la capital serbia, Nikolic se encontraba en primera fila, testigo de su insólita alianza. “No podemos tolerar más divisiones e injusticias”, dijo entonces el presidente serbio, en relación a Pedro II, cuya vida tuvo casi tantas idas y venidas como la de la historia de su país. Vinculado por sangre a la monarquía británica, en efecto, Pedro II tenía sólo 11 años cuando su padre, Alejandro I (el abuelo del hoy príncipe heredero), fue asesinado, y su tío, el príncipe Pablo, tomó el poder como regente, firmando luego un pacto con la Alemania nazi que provocó su caída en un golpe militar en 1941. Fue entonces cuando Pedro II, entonces de 17 años, fue hecho Rey.

Revisionismo histórico

Este revisionismo histórico, no obstante, tiene agitados a los sectores más progresistas de la sociedad serbia. De hecho, desde que la Ley de Restitución y Compensación fue aprobada en 2006, se estima que han sido más de 3.000 las reclamaciones que han sido presentadas ante el tribunal belgradés, de las cuales cerca de la mitad fueron aceptadas. Y, hasta que caduque el plazo para presentar las demandas en 2016, queda aún por saber cuántos casos habrán sido evaluados. Y cuál será la reacción de los serbios.

Emblemático, en este sentido, ha sido el jaleo provocado post mortem por Dragoljub ‘Draza’ Mihailovic, un líder Chetnik que fue ejecutado en 1946 por alta traición y colaboración con el régimen nazi. Mihailovic, quien primero en 1941 se opuso a la invasión nazi -actuando bajo el amparo del gobierno monárquico exiliado en Londres y liderado por Pedro II- y luego, un año después, apoyó a los alemanes por sus ideas anti-socialistas, también fue rehabilitado por “vicios políticos e ideológicos” durante el juicio en su contra, dictaminó la corte de Belgrado. Mihailovic lo consiguió curiosamente gracias a Oliver Antic, un asesor del presidente Nikolic que también figura como promotor de la demanda de Alejandro II. De ahí también que no pasara mucho antes que se desatara la ira de asociaciones de veteranos y jóvenes izquierdistas.

“Se ha borrado la indiscutible contribución de Serbia contra el fascismo y la victoria sobre el Eje hitleriano (…) reescribiendo la historia”, denunció la alianza de las Asociaciones para la Liberación Nacional de los Veteranos de Guerra de Serbia. “Este veredicto es esencial para la reconciliación del país”, afirmó por el contrario en esos días Alejandro II, mientras la sentencia provocaba también la indignación del resto de los países balcánicos, desde Croacia hasta Kosovo. “Ese veredicto borra las atrocidades cometidas por los Chetniks, realizadas conjuntamente con los nazis y fascistas durante la Segunda Guerra Mundial, que provocaron mucho sufrimiento en la región”, clamó la presidenta croata President Kolinda Grabar Kitarovic.

Desde Kosovo, también hicieron hincapié en los crímenes cometidos por el movimiento de los Chetniks, quienes ponían en la mira a todo aquel que amenazase la preservación de una Serbia ortodoxa, unida por la fe y en un único Estado. Lo que incluyó bosnios musulmanes, croatas y comunistas. Circunstancias, esta, que arroja sombras también sobre otro aspecto que está entre bambalinas. O sea, el asunto de nunca acabar de los Balcanes contemporáneos: la obsesión nacionalista. Eso sí, para ello, el príncipe heredero Alejandro II, hijo del último monarca yugoslavo, ha decidido achicar su sueño a Serbia. Esta vez.

Año 2015. El príncipe serbio, primogénito y heredero al trono, Alejandro II Karadordevic, se encuentra en Serbia y, desde allí, afila armas. Su padre, el rey Pedro II, el último monarca de Yugoslavia -que se escapó durante la ocupación nazi de Serbia y murió en exilio en 1970-, ha sido finalmente sepultado este año en Belgrado; a finales de agosto, su nombre fue rehabilitado por el Tribunal Supremo de Serbia. Así, ahora, ya no hay obstáculos para el regreso de la dinastía de Karadordevic, quienes, 98 años atrás, poco antes del fin de la Primera Guerra Mundial, crearon al Reino de los eslovenos, croatas y serbios, convirtiéndolo luego en el Reino de Yugoslavia.

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