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"Si las fuerzas internacionales se marchan de Afganistán, nos mataremos unos a otros"
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tras el voto, ¿ES POSIBLE la RECONCILIACIÓN?

"Si las fuerzas internacionales se marchan de Afganistán, nos mataremos unos a otros"

Los aspirantes para remplazar a Karzai han pactado con señores de la guerra. Tienen que rodearse de poderosos criminales para demostrar su fuerza

Foto: Una mujer afgana mira el interior de un centro electoral mientras espera para votar en Mazar-i-Sharif (Reuters).
Una mujer afgana mira el interior de un centro electoral mientras espera para votar en Mazar-i-Sharif (Reuters).

Los afganos ya han elegido. Ahora sólo queda esperar quién de los tres principales candidatos se convertirá en el hombre capaz de dirigir este país ingobernable y en guerra que perderá la tutela internacional a finales de año. La historia actual está marcada por treinta años de cruentos conflictos, así que aún está por ver si la reconciliación es posible.

Afganistán necesitará un hombre fuerte que pueda mantener la unidad entre los diferentes grupos étnicos para contener otra más que probable guerra civil, similar a la que estalló cuando las tropas soviéticas se retiraron del país. La situación actual no dista demasiado. La transición democrática de Afganistán aún no está a la vuelta de la esquina, aunque se hayan calificado estas elecciones como un triunfo de la democracia.

Las estrictas medidas de seguridad y el despliegue de más de 100.000 policías adicionales dieron cierta confianza a los afganos, que no tuvieron miedo de acudir a los centros electorales, aunque el 14% de ellos no pudieron abrir sus puertas. La participación en los comicios alcanzó un record histórico, con cerca del 60% de un total de 14 millones.

La característica común de los tres aspirantes para remplazar a Karzai es que han pactado con señores de la guerra. Resulta significativo el que tengan que rodearse de poderosos y corruptos criminales para demostrar su fuerza

La característica común de los tres aspirantes para remplazar a Hamid Karzai es que han pactado con señores de la guerra. Resulta significativo el que tengan que rodearse de poderosos y corruptos criminales para demostrar su fuerza. La población de 23 millones de afganos se divide étnica y lingüísticamente en pastunes, hazaras, tadjikos y uzbekos, por citar los grupos más importantes. Por ese motivo, no existe la idea de unidad del país: cada individuo se debe a su clan. La reconciliación nacional será uno de los mayores retos a los que se enfrenta el país.

Para entender Afganistán hay que analizar los contrastes: un laberinto de etnias, tribus y clanes cuyo límite geográfico termina en las montañas de Hindú Kush, al norte de Kabul. Esta división étnica se veía claramente este sábado en los centros de votaciones. En el distrito de Dasht-e Barchi, a las afueras de la capital, la mayoría de los vecinos son hazaras. En este barrio el voto fue para el doctor Abdulá Abdulá, que ha elegido como vicepresidente a Mohamed Mohaqeq, un señor de la guerra hazara, para ganarse el voto de esta etnia.

placeholder Soldados afganos protegen urnas electorales en Kabul (Reuters).

Quizás lo más destacado de estas elecciones fue la alta participación de las mujeres en Kabul y otras capitales de provincia; al igual que la de los jóvenes. Según la Comisión Electoral Independiente, el 40% de los votantes fueron mujeres. Como Zahra, que tiene 18 años y es la primera vez que ejerce su derecho al voto. “Muchas mujeres hemos ido a votar, porque si nosotras nos unimos y somos fuertes se podrán cambiar las cosas”, cuenta a El Confidencial esta estudiante de Derecho.

“El país sigue estando bajo un régimen islámico”

Karima tiene 35 años, un esposo sin trabajo y cinco bocas que alimentar. “Creo en mujeres como Habiba Sarabi (exgobernadora de la provincia de Bamian y vicepresidenta de Ashaf Ghani). “Si Sarabi llega al poder cambiará las leyes y dará más derechos a las mujeres”, anhela. “(Votar) es nuestro derecho y nadie nos lo va a quitar. Prefiero que haya violencia en las elecciones a que no tengamos derecho a ir a votar por ser mujeres”, sentencia Amina, estudiante de Español en la Universidad de Kabul.

Es nuestro derecho y nadie nos lo va a quitar. Prefiero que haya violencia en las elecciones a que no tengamos derecho a ir a votar por ser mujeres, sentencia Amina, estudiante de español en la Universidad de Kabul

Las aspiraciones de estas mujeres, sin embargo, tropiezan con la dura realidad. “La sociedad afgana se enfrenta a una multitud de problemas, especialmente las mujeres. El país sigue estando bajo un régimen islámico”, denuncia la activista Sima Samar.

“Hemos perdido 13 años de democracia. Karzai prometió construir una nación en la que se les garantizaría a las mujeres sus derechos. Pero hoy en día se nos sigue negando el derecho a la educación, la asistencia médica, el trabajo”, critica Samar.

Cuando una mujer está embarazada, los afganos dicen que está enferma. La mayoría de las mujeres en las zonas rurales dan a luz en sus casas porque “tienen prohibido recibir atención de médicos varones y casi nunca disponen de medios de transporte para llegar a un centro médico”, insiste la activista Samar. Aún quedan muchos años para que se empiecen a respetar los derechos de la mujer afgana. Quizás el conocido burka sea su menor preocupación.

Un colegio electoral durante las elecciones presidenciales en Afganistán (Reuters).¿Quiénes son los talibanes?

El otro gran reto al que se enfrentará el futuro presidente será pactar con los talibanes. Pero ¿quiénes son realmente los talibanes? Debido a la pobreza endémica y la alarmante tasa de paro –el desempleo en Afganistán afecta a más del 40% de la población–, “muchos afganos desesperados son reclutados por los talibanes, que les pagan ocho dólares diarios por empuñar un kaláshnikov”, explica a este diario Hamid Sabir, diputado del partido islámico Hizb-e-Islami.

Los talibanes lo tienen todo: el dinero para comprar armas y milicianos y el control sobre las zonas rurales por el apoyo de los mulás locales, subraya un diputado islamista

El comandante Sabir, de 55 años, abandonó el fusil para dedicarse a la política. Según este exmuyahidín, que dirigió las operaciones de Kabul contra los rusos en los ochenta, la insurgencia no está formada sólo por talibanes. “Hay incluso funcionarios del Gobierno que abandonan sus puestos para alistarse a la insurgencia porque ganan más dinero”, asegura. También algunos antiguos señores de la guerra colaboran vendiendo armas a los talibanes. “Estos criminales” controlan, además, el negocio del tráfico del opio, que “mueve millones de dólares”, continua. “Los talibanes lo tienen todo: el dinero para comprar armas y milicianos y el control sobre las zonas rurales por el apoyo de los mulás (líderes religiosos) locales”, subraya el diputado islamista.

Sabir resume poco a pococómo, en su opinión, EEUU creó a los talibanes: “La CIA los instruyó en madrasas (escuelas coránicas) en Pakistán y después los trajo a Afganistán para combatir a los rusos”. La primera generación de talibanes, explica el antiguo guerrillero, “eran muyahidines que lucharon contra los infieles, pero, como un hijo rebelde que se enfrenta a sus progenitores, se volvieron contra su propia gente”. “Los talibanes son pastunes. Están matando a mujeres y niños de su propia etnia”, dice con rabia.

Sabir se opuso, al principio, a la operación militar en su país liderada por Washington, a la Operación Libertad Duradera, porque la consideró “un pretexto para invadir Afganistán”. Tampoco estaba a favor de la posterior misión de mantenimiento de la paz y reconstrucción de las fuerzas de las ISAF (OTAN). Sin embargo, ahora, cree que es responsabilidad de Estados Unidos acabar con “el monstruo que crearon”. “Si las fuerzas internacionales se marchan, nos mataremos los unos a los otros”, advierte el excombatiente.

Los afganos ya han elegido. Ahora sólo queda esperar quién de los tres principales candidatos se convertirá en el hombre capaz de dirigir este país ingobernable y en guerra que perderá la tutela internacional a finales de año. La historia actual está marcada por treinta años de cruentos conflictos, así que aún está por ver si la reconciliación es posible.

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