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McDonald’s y Walmart, las “reinas de los subsidios” estatales de EEUU
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SUS EMPLEADOS, MUY MAL PAGADOS, RECIBEN AYUDAS

McDonald’s y Walmart, las “reinas de los subsidios” estatales de EEUU

El término peyorativo "welfare queen" vuelve a estar de moda. Pero esta vez no se habla de gente que vive del Estado, sino de las grandes corporaciones

Foto: Joe Ben Johnson protesta para conseguir un aumento de sueldo ante un McDonald's en Los Angeles. (Reuters)
Joe Ben Johnson protesta para conseguir un aumento de sueldo ante un McDonald's en Los Angeles. (Reuters)

“El rastro se extiende por catorce estados. Ella ha usado 127 nombres, ha simulado ser la madre de catorce hijos una vez, y de siete otra”. Así describía Ronald Reagan a una enigmática mujer que el republicano utilizaría en su campaña electoral como epítome de los que se aprovechan de la “teta del Estado”. Desde entonces, en Estados Unidos se llama de forma peyorativa “reina de los subsidios”, o welfare queen, a todos aquellos que abusan de las ayudas. El término se asocia con madres solteras negras y de bajos recursos, y en los debates sobre la pobreza y cómo solucionarla se utiliza a menudo para proponer la responsabilidad en vez de favorecer los subsidios.

Años más tarde se sabría que Linda Taylor era en realidad una estafadora blanca, pero en el lenguaje popular el término se quedó como representativo de los que cobran pero no trabajan, los “vagos y maleantes” de la versión española. Recientemente, el candidato republicano Mitt Romney fue pillado con cámara oculta diciendo, ante un nutrido grupo de millonarios y posibles donantes: “Hay un 47% de estadounidenses que votarán al presidente (Barack Obama) pase lo que pase. Son dependientes del Gobierno, creen que son víctimas, que el Gobierno tiene que preocuparse por ellos, que tienen derecho a la salud, comida, vivienda… lo que se les ocurra. No me puedo preocupar por ellos, nunca se harán responsables de sus propias vidas”.

En pleno debate sobre la pobreza en EEUU (incluso los republicanos han abrazado como caballo de batalla electoral la lucha contra la desigualdad de oportunidades), el término peyorativo welfare queen (reina de los subsidios) vuelve a estar de moda. Pero esta vez no se habla de aquellos que cobran pero no trabajan, sino de grandes corporaciones como Walmart y McDonald’s

Ahora, en pleno debate sobre la pobreza en Estados Unidos (incluso los republicanos han abrazado como caballo de batalla electoral la lucha contra la desigualdad de oportunidades), el término vuelve a estar de moda. Pero esta vez no se habla de particulares, sino de grandes corporaciones como Walmart y McDonald’s.

7.000 millones de subsidios públicos

“Cómo McDonald’s y Wal-Mart se convirtieron en welfare queens”, se leía recientemente en Bloomberg; “Los salarios de los restaurantes de comida rápida vienen con una factura de 7.000 millones de subsidio público”, publicaba Business Week; “Informe: las empresas de comida rápida transfieren 7.000 millones de costes laborales a los contribuyentes”, revelaba Forbes.

Esos 7.000 millones de dólares son una estimación de lo que anualmente se gasta el Estado en subsidios para los trabajadores de las grandes empresas de comida rápida, ayudas que les permiten comer y tener seguro médico. Estas compañías pagan tan poco a sus empleados que su alimentación y asistencia sanitaria corren a cuenta de Washington. La cifra proviene de dos informes diferentes, uno de la Universidad de Berkeley y otro de la de Illinois, pagados por FastFood Forward, una organización de activistas que persigue aumentos en los salarios de los trabajadores

Ambos utilizaban datos disponibles para el gran público, y se refieren a las grandes cadenas de comida rápida como McDonald’s o Taco Bell. Mantener a los trabajadores de McDonald’s en particular cuesta cada año 1.200 millones al Estado, según el análisis de la organización activista National Employment Law Project. El 52% de los trabajadores de establecimientos de comida rápida están inscritos junto a sus familias a algún tipo de asistencia pública. La industria del fast food mueve 200.0000 millones anuales, pero sólo un 13% de las compañías proveen de seguro médico.

placeholder Un grupo de personas exige un aumento de sus salarios ante un Walmart en Illinois (Reuters).

La conversación telefónica que desató el escándalo

El tema de los subsidios públicos ocultos a las empresas de empleo basura saltó a la arena pública cuando se publicó una conversación grabada entre una trabajadora de McDonald’s y una operaria del teléfono de ayuda a los empleados de la compañía.

Nancy llevaba diez años en un restaurante de McDonald’s en Chicago. Tenía dos hijos, y racionaba la comida porque con los 8,25 dólares (seis euros) la hora que cobraba no conseguía llegar a final de mes. Se encontraba por debajo del límite federal de la pobreza (23.550 dólares para una familia de cuatro, unos 17.500 euros), lo que se conoce en EEUU como working poor (gente que trabaja pero es pobre). Tampoco tenía acceso a asistencia sanitaria. Así que, en su desesperación, llamó a la McDonald’s Helpline.

McDonald’s: Esta es la línea de recursos de McDonald’s, ¿en qué le puedo ayudar?

Nancy: Me gustaría recibir más información sobre la ayuda que puedo obtener.

McDonald’s: Le voy a dar un teléfono donde puede pedir comida. ¿Está en SNAP? SNAP es el Programa de Asistencia de Suplemento Nutricional, los llamados cupones de comida (food stamps). ¿Está en ese programa? ¿Tiene hijos?

Nancy: Sí, tengo hijos.

McDonald’s: Entonces muy probablemente sea candidata a entrar en ese programa.

Nancy: Estoy racionando la comida y no lo sabía.

McDonald’s: Es un programa federal. El dinero federal llega a los Estados y estos lo gestionan.

Nancy: ¿Y qué hay del médico?

McDonald’s: ¿Ha intentado entrar en Medicaid? Es un programa federal de cobertura médica para los que tienen ingresos bajos o ningún ingreso.

Mantener a los trabajadores de McDonald’s en particular cuesta cada año 1.200 millones al Estado, según el análisis de la organización activista National Employment Law Project. El 52% de los trabajadores de establecimientos de comida rápida están inscritos junto a sus familias a algún tipo de asistencia pública

La desfachatez con la que la empresa asumía que era el Estado el que tenía que complementar el sueldo de sus trabajadores en forma de subsidios disparó el escándalo. Por supuesto, todo es absolutamente legal, pero poco digno para una empresa que da empleo a alrededor de medio millón de estadounidenses. Algo similar ocurre con Walmart. Es el mayor empleador de Estados Unidos. Uno de cada cien estadounidenses en edad laboral trabaja en esta empresa, un total que ronda el millón y medio.

El Confidencial ha intentado sin éxito obtener una réplica tanto de McDonald’s como de Walmart. Ambas compañías tienen en común ser conocidas por pagar el salario mínimo y no dar cobertura médica. Su imagen es tan mala que esta última emite actualmente un anuncio en televisión que se titula “Oportunidad”.

“Tengo un plan de jubilación 401K”, dice una joven sonriente, en referencia al plan de pensiones privado que suelen ofrecer los mejores empleadores a sus trabajadores. “Empecé a tiempo parcial, ahora soy gerente”, afirma ante la cámara un hombre negro en la cuarentena. “Me dan un seguro de salud por menos de 40 dólares al mes”, dice otra trabajadora.

El “Estado del bienestar corporativo”

El caso de las grandes empresas que pagan mal trasciende el mundo de las empresas de comida rápida o las grandes tiendas como Walmart. Los grupos de izquierda, como el movimiento Occupy Wall Street, aseguran que existe un “Estado del bienestar corporativo”, que se refleja en los rescates a la banca o en los subsidios fiscales (de alrededor de 6.000 millones) a las grandes petroleras en forma de créditos fiscales, algo que Barack Obama ya ha prometido eliminar si el Congreso le apoya.

El asunto, sobre todo, trasciende estos días en forma de debate sobre el salario mínimo. Hace unos meses, decenas de miles de trabajadores de restaurantes de comida rápida coordinaron una serie de protestas en más de 60 de ciudades de Estados Unidos. Reclamaban un aumento del salario mínimo, actualmente en 7,25 dólares la hora (5,3 euros). La cifra, más elevada en algunos estados, lleva prácticamente congelada desde hace años, lo que ha provocado una clara pérdida de poder adquisitivo. En el discurso sobre el Estado de la Unión, Obama anunció que ordenará que se aumente hasta 10,10 dólares el salario mínimo de los contratistas del Gobierno, y pidió a los empresarios que se suban al carro.

placeholder Manifestación de protesta ante un McDonald's en Los Angeles (Reuters).

“Puede que muchos pierdan si se sube el salario mínimo”

“Subir el salario mínimo a 10,10 dólares va a reducir las posibilidades de los trabajadores de recibir los cupones de comida, porque muchos estarán por encima del límite de la pobreza. Puede que al elevar ese límite muchos trabajadores pierdan más de lo que ganen”, asegura a El Confidencial Mark Wilson, vicepresidente del think-tank conservador Health and Employment Policy. “Además, elevar el salario mínimo no es gratis, alguien tiene que pagar por ello, y los estudios señalan que normalmente son los trabajadores con menos preparación, porque se pierden oportunidades de empleo, y las clases medias, que tienen que pagar más por sus servicios”.

Y, sin embargo, a pesar de la imagen que tratan de proyectar, los trabajadores de las cadenas de comida rápida no son en su mayor parte estudiantes. La edad media es de 28 años, según el Buró de Estadísticas. “La gente que sirve comida no tiene para comprar alimentos, pagar el alquiler o gastar algo en sus comunidades”, asegura el reverendo Martin Rafanan, director de STL Can't Survive on $7,35. “7.000 millones de dólares es una cantidad enorme que estas empresas arrebatan a nuestras comunidades”, afirma.

El asunto trasciende estos días en forma de debate sobre el salario mínimo. Hace meses, decenas de miles de trabajadores de restaurantes de comida rápida coordinaron protestas en más de 60 de ciudades. Reclamaban un aumento del salario mínimo, actualmente en 5,3 euros. La cifra lleva congelada desde hace años, lo que ha provocado una clara pérdida de poder adquisitivo

Los analistas que defienden la subida del salario mínimo alegan precisamente la existencia de estudios que confirman que es bueno para la economía, además de para el trabajador. Entre ellos destaca el grupo de 75 economistas, entre los que se encuentran los nobeles Joseph Stiglitz y Peter Diamond, que se han sumado a la iniciativa demócrata de aumentar dicha cuantía.

No todos están de acuerdo. Si el mínimo federal se elevara a 9,5 la hora, sólo el 11% de los trabajadores que se beneficiarían viven en hogares pobres, mientras que el 42% residen en hogares que se encuentran tres veces por encima del límite federal de la pobreza, según un estudio de Joseph Sabia, de la San Diego State University, y Richard Burkhauser, de Cornell. “Aunque aumentaría los ingresos de los estudiantes y los que ganan un salario extra, la propuesta de Obama eliminaría muchos de los primeros trabajos que podrían sacar a los estadounidenses más pobres de la miseria”, señalan.

Precios bajos cuidando a los trabajadores

En medio de este debate, surgen empresas como Costco, competidora de Walmart, que se ha convertido en el ejemplo a seguir. Lo mismo ha ocurrido con Quik Trip o Trader Joe's. Se han hecho famosas por ser muy baratas, pero cuidando de sus trabajadores. Mientras un cajero de Walmart entra en la compañía ganando alrededor de 20.000 dólares, uno de Quik Trip ronda los 40.000, según Bloomberg.

Costco paga al menos 11 dólares la hora. Y, sin embargo, a pesar de gastar más, la relación entre el beneficio y el tamaño de la empresa juega a favor de esta frente a Walmart. La primera obtiene un beneficio anual de 13.200 millones de dólares sobre unos ingresos de 106.000; Walmart, 37.000 millones con 474.000 de ingresos. Es decir, Walmart necesita cinco veces más ingresos para conseguir tan sólo el triple de las ganancias. Y eso que Costco está en su infancia (fue fundada en 1983) y Walmart (creada en 1962), a punto de jubilarse.

“El rastro se extiende por catorce estados. Ella ha usado 127 nombres, ha simulado ser la madre de catorce hijos una vez, y de siete otra”. Así describía Ronald Reagan a una enigmática mujer que el republicano utilizaría en su campaña electoral como epítome de los que se aprovechan de la “teta del Estado”. Desde entonces, en Estados Unidos se llama de forma peyorativa “reina de los subsidios”, o welfare queen, a todos aquellos que abusan de las ayudas. El término se asocia con madres solteras negras y de bajos recursos, y en los debates sobre la pobreza y cómo solucionarla se utiliza a menudo para proponer la responsabilidad en vez de favorecer los subsidios.

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