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"Wikileaks me ha arruinado la vida"
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"Wikileaks me ha arruinado la vida"

Geysar Gurbanov intenta rehacer su vida en EEUU después de haberlo perdido todo en Azerbaiyán. Sostiene que la culpa es de Julian Assange.

Foto: El abogado Geysar Gurbanov
El abogado Geysar Gurbanov

Hace dos años y medio, el joven abogado Geysar Gurbanov tenía novia, un apartamento en propiedad, un coche, un trabajo en la empresa de su familia y dos cuentas de banco donde veía crecer sus ahorros. El 30 de agosto de 2011 se despidió apresuradamente de todo ello y quemó su pasado. Literalmente. En cuestión de minutos, ardieron decenas de papelotes, libros, fotos y souvenirs comprados en Estados Unidos. También destrozó y calcinó sus ordenadores, para evitar que alguien recuperase los archivos.

Gurbanov no respiró tranquilo hasta que despegó el avión de Lufthansa en el que viajaba con destino a Seattle. “Fueron momentos de pánico, pero asumí que no había nada que hacer, que tenía que irme. Un día antes descubrí que se había publicado un cable en la web de Wikileaks en el que aparecía mi nombre. En Azerbaiyán la gente es perseguida por hacer críticas en Facebook. ¿Qué hubiera sido de mísi la Policía hubiese visto el cable antes que yo?”, se pregunta en entrevista con El Confidencial.

Esta pequeña nación del Cáucaso aparece en todas las clasificaciones internacionales como una de las más represivas del mundo. Las encarcelaciones por delitos de opinión son cotidianas y el joven abogado llevaba mucho tiempo en el radar de la Policía, que lo interrogaba periódicamente desde 2009.

Su currículum no había pasado desapercibido: a los 17 años, el Departamento de Estado le concedió una beca para estudiar en Estados Unidos. Al regresar a Bakú, colaboró con organizaciones internacionales, incluida la OTAN, e incluso coqueteó con la idea de entrar abiertamente en política. Después se involucró en asuntos que entran en el terreno del activismo, y trabajó como consultor de Derechos Humanos para la Unión Europea.

“Sabía que el Gobierno estaba revisando con cuidado todos los papeles de Wikileaks y sospechaban que yo trabajaba de incógnito para los americanos. En realidad, desde 2011 me había distanciado de la escena política porque muchos de mis amigos y colegas habían sido arrestados o acosados. Algunos acabaron en la cárcel, otros emigraron. Yo no quería ir a prisión ni dejar mi país y mi familia. Así que seguía frecuentando a algunos amigos diplomáticos, pero estaba alejado de toda actividad política. Tenía demasiado que perder”, dice.

Gurbanov está convencido de que podría haber continuado con su vida si no hubiese sido por Wikileaks. Pero el cable donde aparece identificado como informante, fechado en 2008, constituye un acto de “disidencia” gravísimo en el contexto azerí. Da cuenta de una cita entre personal de la embajada y abogados locales que, como él, acceden a compartir información y critican al régimen aportando datos concretos. Se habló, entre otras cosas, de la corrupción instalada en el sistema judicial. “Tenía claro que los problemas llegarían si aparecía un cable en el que aparecía mi nombre como informador y contacto de la embajada”.

El exilio en EEUU tampoco ha sido sencillo. Cuando aterrizó en Seattle, Gurbanov buscó apoyos en la misma ciudad donde había estudiado unos años antes. “Por suerte, alguien me ofreció comida y un sitio para quedarme, para poder empezar de cero. Me salvó la vida y me ayudó a sobrevivir hasta que conseguí una beca y me trasladé a Carolina del Norte, con un programa del Centro Duke de Estudios Internacionales”, dice.

Ahora espera una respuesta de la Agencia Federal que se ocupa de las peticiones de asilo político. Existe un programa específico para rescatar a los afectados por las filtraciones de Wikileaks, pero no ha conseguido ser incluido por ahora. “El sistema de inmigración de EEUU tiene una burocracia complejísima y nunca sabes cómo salir adelante, puede llegar a ser muy difícil”, dice.

Durante algún tiempo, Gurbanov prefirió mantener su historia en secreto, desbordado por los acontecimientos, asustado por las represalias que el Gobierno pudiese tomar contra su familia y, temeroso de nadar a contracorriente en un mundo que idolatraba a Wikileaks y a Assange. “Los primeros meses fueron traumáticos. Vivía en un limbo sin saber que iba a pasar. Estaba a todas horas asustado. Mis contactos con el exterior eran muy limitados y cautos. Mis amigos de Azerbaiyán empezaron a hacer muchas preguntas, no entendían por qué había desaparecido (...) En ese tiempo envié un total de 14 cartas a Wikileaks exigiendo una respuesta, pero nadie me contactó nunca”, dice.

El 18 de noviembre, recuperado el aliento y con las urgencias económicas aliviadas provisionalmente gracias a la beca, pasó al ataque y empezó a conceder entrevistas y escribir artículos. Convirtió a Wikileaks en el objetivo principal de su ira, lo que le ha granjeado decenas de enemigos en las redes, que lo acusan de ser una marioneta del Gobierno estadounidense. “Me pregunto cómo Assange, un hombre que lucha por la libertad, por la transparencia y por los derechos humanos, permanece en silencio (...) Fue percibido como un héroe. ¿Lo es realmente? Desde que tuve que abandonar mi paíshe leído mucho sobre él, me he obsesionado con el hombre que ha hecho imposible que yo vuelva pueda volver a mi casa”.

placeholder Julian Assange (Reuters)

Gurbanov demanda ahora un debate público sobre lo que él llama las “víctimas de Wikileaks”. “La opinión pública ha hablado mucho de libertad de expresión, pero apenas se han abierto interrogantes sobre los derechos de quienes hemos sufrido daños irreversibles. Creo que estas filtraciones atraviesan una delgada línea yque las libertades de información sin restricciones pueden conducir a tragedias personales como la mía”.

El debate en realidad sí se ha producido y ha sido intenso. El verano de 2010, el Pentágono respondió a las filtraciones asegurando que ponían en riesgo la vida de cientos de informantes de la primera potencia mundial, especialmente en países en conflicto como Irak o Afganistán. Muchos medios de comunicación, como la CNN, se hicieron eco del asunto y trataron de analizar y desmenuzar su impacto real. Generó también fuertes fricciones dentro de la propia organización.

En algunos de los muchos retratos sobre la polémica personalidad de Assange, como este publicado por el diario británico The Guardian, se asegura que al “cerebro” de Wikileaks no le preocupaba en absoluto la vida de gente como Gurbanov. Su excolaborador y posterior rival, Daniel Domscheit-Berg, le atribuye una escalofriante cita literal al respecto: “Bueno, son informantes (de Estados Unidos). Si los matan, ellos se lo han buscado. Se lo merecen”.

NOTA: La versión de Gurbanov ha sido contrastada con documentos y testimonios de organizaciones que trabajan en Azerbaiyán. Aunque resultó imposible confirmar muchos detalles, no se ha detectado ninguna inconsistencia entre su testimonio y la realidad que afronta el país del Cáucaso.

Hace dos años y medio, el joven abogado Geysar Gurbanov tenía novia, un apartamento en propiedad, un coche, un trabajo en la empresa de su familia y dos cuentas de banco donde veía crecer sus ahorros. El 30 de agosto de 2011 se despidió apresuradamente de todo ello y quemó su pasado. Literalmente. En cuestión de minutos, ardieron decenas de papelotes, libros, fotos y souvenirs comprados en Estados Unidos. También destrozó y calcinó sus ordenadores, para evitar que alguien recuperase los archivos.

Julian Assange Azerbaiyan
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