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Reino Unido desecha a su Barack Obama
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YA SE OYEN NOMBRES PARA SUSTITUIRLES AL FRENTE DEL PARTIDO LIBERAL-DEMÓCRATA

Reino Unido desecha a su Barack Obama

Hace tan sólo un año, Nick Clegg era considerado el nuevo Obama para Reino Unido. Traía esperanza y un cambio con aires renovados. Su popularidad superaba

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Reino Unido desecha a su Barack Obama

Hace tan sólo un año, Nick Clegg era considerado el nuevo Obama para Reino Unido. Traía esperanza y un cambio con aires renovados. Su popularidad superaba incluso a la del mismo Winston Churchill. Pero ahora poco queda ya de ese político. Las encuestas le dan la espalda, sus fieles le acusan de traidor e incluso en los corrillos de sus propias filas se empiezan a escuchar nombres de posibles sucesores.

Y es que, al desastroso resultado en las urnas durante los comicios locales del jueves, Clegg suma ahora un fracaso importante en un referéndum que pretendía cambiar el sistema de elección de los diputados. ¿Qué ha pasado con el joven líder de los liberal-demócratas? Después de todo, lo único que se le puede echar en cara es haber pecado de inocencia.

Clegg confió en la verborrea de David Cameron y accedió a formar un Gobierno con él, aún a sabiendas de que la derecha nunca había sido la horma de su zapato. Pensó que sería una gran oportunidad para su formación, pero no se dio cuenta de la trampa de doble rasero que encierra cualquier coalición: cuando las cosas van mal siempre es culpa del partido pequeño, cuando las cosas van bien, los logros siempre son del mayor.

Con el referéndum ha pasado lo mismo. El liberal-demócrata pensó que el líder tory se mantendría en un segundo puesto durante una campaña en la que cada partido ha defendido sus intereses. Los liberales votaron por el “sí” al cambio. Los conservadores por el “no”. Confió en que sería una batalla entre gentlemen y que luego todo volvería a la normalidad en el gabinete, pero, de nuevo, pecó de inocente.

Durante los últimos meses, los conservadores han apostado por ese juego sucio por el que fueron tan criticados durante los años post Thatcher y sus golpes bajos han defraudado a los liberales que un día confiaron en ellos e irritado aún más a los que nunca se tragaron el cuento feliz que les vendieron.

El “no” en la consulta popular es sumamente importante para valorar el futuro inmediato de la tercera fuerza política y con él, el de la coalición. La celebración de un referéndum para cambiar el sistema por otro más representativo siempre había sido el Santo Grial para los liberal-demócratas y ahora que está perdido muchos ya no ven el sentido a seguir unidos con los herederos de la Dama de Hierro.

La baza del cambio

Con el llamado “First Past The Post” (FPTP) -donde gana el candidato con más votos, aunque no consiga la mayoría absoluta-, en las elecciones de 2010 los conservadores consiguieron 307 diputados (36,1% de apoyos), los laboristas 258 (29%) y los liberal-demócratas 57 (23%). Con el Voto Alternativo –la posibilidad que se les ofreció a los británicos, para numerar a los candidatos según su preferencia- los resultados habrían sido muy diferentes. Los conservadores habrían conseguido 281 escaños; los laboristas, 262 y los liberal demócratas, 79.

Conscientes de lo que su ponía para ellos, las dos grandes formaciones agasajaron a Clegg con todo tipo dulces. Él se dejó querer a dos bandas, pero finalmente unió sus fuerzas con la derecha, la misma que ahora en su campaña por el “no” le ha acusado de romper sus promesas electorales y gastarse 250 millones de libras. Las cifras ya han demostrado que son mentira. Pero con las acusaciones poco se puede hacer. Es cierto que Clegg ha roto sus promesas electorales y que ha permitido el incremento de tasas en las matrículas universitarias que siempre criticó. Pero si lo hizo fue por mantener la estabilidad de una coalición al frente de un país se vio en vela durante varios días, cuando se encontraron por primera vez desde 1974 un parlamento sin mayorías.

Ahora Clegg ha dicho que se ha acabado esa primera fase y que ya está dispuesto a imprimir su propio carácter dentro de la coalición, pero podría ser demasiado tarde. En los corrillos hay mucha desconfianza, sobre todo después de que haya salido a la luz que los laboristas en su día, además de la cabeza de Gordon Brown en bandeja de plata, también se comprometieron a un referéndum por el sistema proporcional que siempre habían querido los de Clegg. Aquella información que se guardó en silencio ha explotado ahora en el peor momento.

¿Elecciones anticipadas?

Las filas están divididas y hay quienes ya dan nombres de posibles sucesores. Uno es el de Tim Farron y el otro es el de Chris Huhne. Ha sido este último el que más se ha enfrentado estos días al premier y su mano derecha, George Osborne, retándoles en plena reunión del gabinete a admitir si estaban detrás de toda la literatura que acompañaba a los panfletos por la campaña del “no cambio” en el referéndum.

Entre tanta tensión no estaría de más recordar a Cameron que si su propio partido hubiera utilizado el FPTP para elegir líder, él jamás se habría convertido en premier. Kenneth Clarke, Michael Portillo y David Davis fueron en su día los más votados, pero William Hague, Ian Duncan Smith y Cameron fueron luego los que se llevaron el puesto, un detalle que al tory se le ha pasado desapercibido.

La incertidumbre por lo que ahora pueda pasar ha llevado a algunos analistas a plantearse incluso un escenario de elecciones anticipadas. Si se dieran lugar, los liberal-demócratas caerían tan bajo que necesitarían de varias generaciones para recuperarse. Por su parte, los conservadores tendrían casi imposible optar a la mayoría absoluta. Si no la consiguieron el año pasado con un Gordon Brown moribundo y unas arcas en ruinas, se antoja difícil que lo hagan ahora cuando ya han sacado su artillería pesada para llevar a cabo los recortes del sistema del bienestar.

Ed Miliband podría sacar entre tanta agua revuelta algún pez. El Laborismo se ha recuperado en las locales del abismo al que les llevó Gordon Brown, pero la historia ha dejado claro a la fuerza política que las victorias municipales de 1983, 1987 y 1992 no se han repetido en las grandes elecciones. Es aún demasiado pronto para Miliband. Al político ya le comparan con Neil Gordon Kinnock, un hombre que fue muy valorado por su papel como líder de la oposición, pero al que faltó la confianza del electorado para convertirse en premier.

De todos modos, aunque el laborista no haya querido juntarse con los liberal-demócratas para hacer campaña a favor de un cambio, no extrañaría que partir de ahora se les pudiera ver más cómplices, por lo que pudiera pasar en un futuro, uno en el que Clegg viniera ya con la lección sabida.

Hace tan sólo un año, Nick Clegg era considerado el nuevo Obama para Reino Unido. Traía esperanza y un cambio con aires renovados. Su popularidad superaba incluso a la del mismo Winston Churchill. Pero ahora poco queda ya de ese político. Las encuestas le dan la espalda, sus fieles le acusan de traidor e incluso en los corrillos de sus propias filas se empiezan a escuchar nombres de posibles sucesores.

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