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Japón vota por un gobierno de centro-izquierda con la nariz tapada
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TRAS 54 AÑOS, HISTÓRICO VUELCO ELECTORAL

Japón vota por un gobierno de centro-izquierda con la nariz tapada

Tras 54 años inactivo, el volcán Sakurajima, situado cerca de la ciudad de Kagoshima (en el sur de Japón), entró en erupción en marzo pasado. Sakurajima

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Japón vota por un gobierno de centro-izquierda con la nariz tapada

Tras 54 años inactivo, el volcán Sakurajima, situado cerca de la ciudad de Kagoshima (en el sur de Japón), entró en erupción en marzo pasado. Sakurajima expulsó por su cráter lenguas de lava y cenizas, pero no dejó víctimas. No ocurrió lo mismo anoche. El volcán Yukio Hatoyama (líder del centroizquierdista Partido Demócrata de Japón) arrasó en los comicios legislativos de ayer. Los resultados del PDJ acabaron con una consecuencia directa: la dimisión del candidato del Partido Liberal Democrático (PLD), Taro Aso, tras el descalabro electoral que ha transformado al ‘todopoderoso’ PLD (Jiminto) en una fuerza minoritaria de la Dieta (el Parlamento nipón).

El PLD japonés, el partido democrático del mundo con más años ininterrumpidos en el poder (54, igual que Sakurajima), a excepción de 11 meses entre 1993 y 1994, presentó a un candidato gastado, con un índice de popularidad del 20%, incapaz de presentar al PLD como una opción de Gobierno atractiva. Pero los japoneses no se han volcado en entusiasmo con Hatoyama, a pesar de que ha intentado venderse como el cambio, algo así como si fuera la encarnación del Obama japonés. Los nipones han elegido al PDJ por descarte y la mayoría han votado con la nariz tapada, sin convencimiento. El PDJ nació en 1996 y es una escisión del Jiminto.

“La victoria del Partido Democrático no supone el apoyo del pueblo a Hatoyama, sino el reflejo que ya no queremos al PLD. Queremos que Japón se reforme. Hemos votado con esa energía”, cuenta a El Confidencial la investigadora cultural Tomoko Murano, natural de Osaka, y afincada en Tokio desde hace una década tras estudiar español en Madrid. “Excepto Jiminto, cualquier partido político sería bueno para nuestro país”, cuenta Murano, nieta de un prestigioso arquitecto nipón y responsable de una exposición en Salamanca sobre los cristianos ocultos en su país.

La nueva era en Japón, la segunda potencia económica del planeta, la pilotará el PDJ de Hatoyama que prevé aplicar en el archipiélago, de 128 millones de habitantes, mayor protección social, poner freno a la implacable burocracia nipona y buscar unas relaciones bilaterales más equilibradas con Estados Unidos, que mantiene en territorio japonés a 50.000 militares. Otro objetivo es intensificar las relaciones con Asia. Japón sabe que su hegemonía en el continente está siendo desplazada por China.

Según Philippa Fogarty, analista de la BBC, Japón tiende a ser “un país bastante conservador, que evita los riesgos y prefiere la continuidad, la estabilidad, la predictibilidad". El problema, argumenta Fogarty, fue que el PLD no supo modificar una estructura que “comenzaba a ser obsoleta y, en vez de preocuparse por remodelar el sistema, se dedicó a mantener satisfechos a todos los grupos de intereses”. Para Steven Reed, de la Universidad de Chuo (Tokio), la  “búsqueda del consenso lesionó el ejercicio de un liderazgo fuerte".

El último de los políticos japoneses que logró un sólido liderazgo fue el díscolo Junichiro Koizumi. Tras Koizumi, que gobernó entre 2001 y 2006, tres primeros ministros (a razón de uno por año) han dirigido el país: Shinzo Abe, Yasuo Fukuda y Taro Aso. La victoria de Hatoyama la compara Florentino Rodao, doctor por la Universidad de Tokio y profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense, a la del “PSOE en la España de 1982”, aunque es escéptico ante los cambios que ofrecerá el Minshuto (Partido Demócrata de Japón). “Funcionan igual que el Jiminto. El cambio será de personas. Hatoyama es un candidato de consenso”, apunta Rodao en declaraciones a El Confidencial. Quien es carismático en el Partido Demócrata es Ichiro Ozawa, ahora impopular, que podría ser nombrado ministro. “También será interesante saber qué ocurrirá en la dirección del PLD”, remata el profesor universitario.

Fin de la recesión y récord de desempleo


La economía japonesa se convertirá en el principal campo de minas del equipo Hatoyama. Si el pasado 17 de agosto Japón se acostó con una gran noticia: el fin de la recesión, con un crecimiento del PIB japonés del 0,9% en el segundo trimestre del año, el Gobierno se enfrentó apenas dos días antes de las elecciones generales a una cifra de desempleo del 5,7%, el mayor índice desde el final de la II Guerra Mundial.

El Ejecutivo nipón también exhibió tres indicadores muy negativos correspondientes a este mes de julio: 1,03 millones de parados más que el año anterior, deflación récord del 2,2% y contracción del consumo de los hogares de un 2%. Además, la deuda pública del país ya supera el 150% del PIB. Con todo el principal reto es el envejecimiento de la población. Ya hay 28 millones de japoneses con más 65 años, un 22% del total, y 36.000 son centenarios (el 86% son mujeres). Según el anterior Gobierno, los pagos en pensiones podrían superar en 2025 los 141 billones de yenes (más de un billón de euros). Ahora tendrán que decidir si aumenta el impuesto sobre el consumo, que ahora se sitúa en el 5%.

Hatoyama tiene el reto de transformar el volcán electoral de anoche en el seiken kotai (cambio político) que tanto prometió a los japoneses, hartos de 54 años del mismo mapa de los sonidos del viejo Jiminto.

* Agustín Rivera ha sido corresponsal en Japón.

Tras 54 años inactivo, el volcán Sakurajima, situado cerca de la ciudad de Kagoshima (en el sur de Japón), entró en erupción en marzo pasado. Sakurajima expulsó por su cráter lenguas de lava y cenizas, pero no dejó víctimas. No ocurrió lo mismo anoche. El volcán Yukio Hatoyama (líder del centroizquierdista Partido Demócrata de Japón) arrasó en los comicios legislativos de ayer. Los resultados del PDJ acabaron con una consecuencia directa: la dimisión del candidato del Partido Liberal Democrático (PLD), Taro Aso, tras el descalabro electoral que ha transformado al ‘todopoderoso’ PLD (Jiminto) en una fuerza minoritaria de la Dieta (el Parlamento nipón).

El PLD japonés, el partido democrático del mundo con más años ininterrumpidos en el poder (54, igual que Sakurajima), a excepción de 11 meses entre 1993 y 1994, presentó a un candidato gastado, con un índice de popularidad del 20%, incapaz de presentar al PLD como una opción de Gobierno atractiva. Pero los japoneses no se han volcado en entusiasmo con Hatoyama, a pesar de que ha intentado venderse como el cambio, algo así como si fuera la encarnación del Obama japonés. Los nipones han elegido al PDJ por descarte y la mayoría han votado con la nariz tapada, sin convencimiento. El PDJ nació en 1996 y es una escisión del Jiminto.

“La victoria del Partido Democrático no supone el apoyo del pueblo a Hatoyama, sino el reflejo que ya no queremos al PLD. Queremos que Japón se reforme. Hemos votado con esa energía”, cuenta a El Confidencial la investigadora cultural Tomoko Murano, natural de Osaka, y afincada en Tokio desde hace una década tras estudiar español en Madrid. “Excepto Jiminto, cualquier partido político sería bueno para nuestro país”, cuenta Murano, nieta de un prestigioso arquitecto nipón y responsable de una exposición en Salamanca sobre los cristianos ocultos en su país.

La nueva era en Japón, la segunda potencia económica del planeta, la pilotará el PDJ de Hatoyama que prevé aplicar en el archipiélago, de 128 millones de habitantes, mayor protección social, poner freno a la implacable burocracia nipona y buscar unas relaciones bilaterales más equilibradas con Estados Unidos, que mantiene en territorio japonés a 50.000 militares. Otro objetivo es intensificar las relaciones con Asia. Japón sabe que su hegemonía en el continente está siendo desplazada por China.

Según Philippa Fogarty, analista de la BBC, Japón tiende a ser “un país bastante conservador, que evita los riesgos y prefiere la continuidad, la estabilidad, la predictibilidad". El problema, argumenta Fogarty, fue que el PLD no supo modificar una estructura que “comenzaba a ser obsoleta y, en vez de preocuparse por remodelar el sistema, se dedicó a mantener satisfechos a todos los grupos de intereses”. Para Steven Reed, de la Universidad de Chuo (Tokio), la  “búsqueda del consenso lesionó el ejercicio de un liderazgo fuerte".

El último de los políticos japoneses que logró un sólido liderazgo fue el díscolo Junichiro Koizumi. Tras Koizumi, que gobernó entre 2001 y 2006, tres primeros ministros (a razón de uno por año) han dirigido el país: Shinzo Abe, Yasuo Fukuda y Taro Aso. La victoria de Hatoyama la compara Florentino Rodao, doctor por la Universidad de Tokio y profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense, a la del “PSOE en la España de 1982”, aunque es escéptico ante los cambios que ofrecerá el Minshuto (Partido Demócrata de Japón). “Funcionan igual que el Jiminto. El cambio será de personas. Hatoyama es un candidato de consenso”, apunta Rodao en declaraciones a El Confidencial. Quien es carismático en el Partido Demócrata es Ichiro Ozawa, ahora impopular, que podría ser nombrado ministro. “También será interesante saber qué ocurrirá en la dirección del PLD”, remata el profesor universitario.

Fin de la recesión y récord de desempleo


La economía japonesa se convertirá en el principal campo de minas del equipo Hatoyama. Si el pasado 17 de agosto Japón se acostó con una gran noticia: el fin de la recesión, con un crecimiento del PIB japonés del 0,9% en el segundo trimestre del año, el Gobierno se enfrentó apenas dos días antes de las elecciones generales a una cifra de desempleo del 5,7%, el mayor índice desde el final de la II Guerra Mundial.

El Ejecutivo nipón también exhibió tres indicadores muy negativos correspondientes a este mes de julio: 1,03 millones de parados más que el año anterior, deflación récord del 2,2% y contracción del consumo de los hogares de un 2%. Además, la deuda pública del país ya supera el 150% del PIB. Con todo el principal reto es el envejecimiento de la población. Ya hay 28 millones de japoneses con más 65 años, un 22% del total, y 36.000 son centenarios (el 86% son mujeres). Según el anterior Gobierno, los pagos en pensiones podrían superar en 2025 los 141 billones de yenes (más de un billón de euros). Ahora tendrán que decidir si aumenta el impuesto sobre el consumo, que ahora se sitúa en el 5%.

Hatoyama tiene el reto de transformar el volcán electoral de anoche en el seiken kotai (cambio político) que tanto prometió a los japoneses, hartos de 54 años del mismo mapa de los sonidos del viejo Jiminto.