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Mongolia, horizonte infinito
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Mongolia, horizonte infinito

Tras semanas viajando en trenes chinos, montar en el 'Transmongoliano' fue una sensación casi familiar. En él, se respiraba más a Europa. La posibilidad de

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Mongolia, horizonte infinito

Tras semanas viajando en trenes chinos, montar en el 'Transmongoliano' fue una sensación casi familiar. En él, se respiraba más a Europa. La posibilidad de comunicarse en inglés con azafatas uniformadas y sonrientes, la limpieza y elegancia de los vagones alfombrados y revestidos en madera, traía recuerdos de casa. Constituía cierto alivio frente a los tímidos e impenetrables funcionarios de los ferrocarriles chinos, asustados ante mi desconocimiento de su lengua.

El vasto trayecto, Pekín - Ulán Bator - Moscú, de nada menos que 8.226 km, en casi cinco días con sus cinco noches, deja pequeño a casi cualquier otro mencionable, con excepción de su hermano mayor, el célebre 'Transiberiano', entre Moscú y Vladivostok.

A Mongolia, perteneciente a Asia Central, le separa de China una cultura bien diferente. Supone el fin de la mayoría de agricultores sedentarios, y el comienzo de la mayoría de pastores nómadas. El ganado, la leche de yegua fermentada y las viviendas móviles, son elementos compartidos por buena parte de las naciones vecinas.

Ulán Bator está pintada en la luz del norte. Todo tiene un aire frío y pálido. Pareciera que se olvidaron los colores al construirla. Alisos en las calles vacías de asfalto levantado. Descoordinación urbanística. Mal gusto soviético y terribles ejemplos de marketing, sin productos en el escaparate.

Fue el primer país que albergó el comunismo tras la Unión Soviética, y que quedó huérfano cuando en 1990 se cortó el cordón umbilical con la nación proveedora de petróleo y maquinaria. ¿Hacia qué modelo seguir desarrollándose ahora? , ¿ el ruso, el chino o el occidental-norteamericano?. Los fabulosos yacimientos mineros están siendo bien explotados por licitaciones extranjeras.

La nada

En cualquier dirección se tomes, encuentras lo mismo. La nada. El paisaje se describe mejor por la ausencia. La ausencia de actividad humana sedentaria: edificaciones, industrias, postes de luz y teléfono. ¡Hasta ausencia de carreteras!. Los caminos se hacen al transitarlos. Pura estepa. Infinita.

Mongolia mide más del doble de Francia, pero tiene menos de tres millones de personas….y varios millones de cabezas de ganado.

El clima es extremo. Rigurosamente continental y un cielo azul castellano. Salvo en los meses de estío, el país está cubierto de nieve y hielo, incluso en el desierto de El Gobi.

En esta belleza del vacío, aparecen los 'gers', o 'yurtas'. Ingeniosísima invención nómada, estas ligeras tiendas forradas de fieltro se montan y desmontan en media hora. Dan cabida a seis personas y soportan inviernos de menos treinta grados bajo cero, gracias a su construcción circular sin ventanas y una estufa de carbón central.

En el siglo veintiuno, en este mundo desorientado por el consumismo, el treinta por ciento de la población es aún nómada o semi-nómada. Núcleos familiares de cuatro o cinco miembros, que cuidan vacas, caballos u ovejas. Meses después, se desplazan en busca de otras praderas. Ante un entorno tan duro, y tan pocos vecinos, la hospitalidad es una norma no escrita y sagrada. El aislamiento es su mayor dificultad

El resto, vive o mal vive de los servicios en la capital.

Allí observé como un crío de ocho años trasladaba en brazos un cajón de frutas desde el mercado, y debía parar penosamente a descansar cada cien metros. Su destino final era un par de bloques más allá, donde colocó la fruta sobre la acera y la vendía por piezas junto a su madre.

No en vano llevan milenos de vida con la casa a cuestas. Las poco amigables y anchas avenidas de estilo soviético del centro de la capital se acaban pronto. En seguida comienza un mar de suburbios urbanos compuestos por gers, con sus correspondientes patios cercados. Algunas mujeres siguen trayendo agua del río, a diario.

Muchos hombres no soportan la ciudad y deambulan borrachos de vodka o 'airag', desorientados... Los problemas sociales hacen que una parte de la población urbana vuelva a las praderas, poco a poco. Y es que, es inútil intentar convertir sedentario a un nómada, porque es hijo del viento y de Gengis Kan.

Tras semanas viajando en trenes chinos, montar en el 'Transmongoliano' fue una sensación casi familiar. En él, se respiraba más a Europa. La posibilidad de comunicarse en inglés con azafatas uniformadas y sonrientes, la limpieza y elegancia de los vagones alfombrados y revestidos en madera, traía recuerdos de casa. Constituía cierto alivio frente a los tímidos e impenetrables funcionarios de los ferrocarriles chinos, asustados ante mi desconocimiento de su lengua.