Un helicóptero fumigador sobrevuela la zona de Urbanova, en Alicante. Hectáreas y hectáreas de terreno inundadas por la gota fría. Entre estos enormes humedales y saladares, agazapados, esperan los preocupantes mosquitos. No hay otra forma de acabar con ellos que fumigando con miles de litros de insecticida biológico. Se abarca más extensión y de forma más rápida, y así no da tiempo a que crezca el mosquito macho, que es el que pica. Insectos pequeños pero con una enorme voracidad inundan L’Altet. No hay vecino al que no hayan masacrado. La localidad es un desierto cuando tenía que estar de fiestas y los comerciantes se quejan porque al atardecer se quedan con las terrazas vacías. Así que con tanto sufrimiento, la fumigación es para ellos un auténtico maná.